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El Derecho Desde El Pensamiento De John Mitchell Finnis Y La Modernidad líquida


Enviado por   •  15 de Junio de 2012  •  3.678 Palabras (15 Páginas)  •  1.120 Visitas

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“El Derecho desde el pensamiento de John Mitchell Finnis y la modernidad líquida”

INTRODUCCIÓN:

Nietzsche se preguntaba en su obra el Anticristo, ¿Qué es lo bueno?, todo aquello que hacer vencer al hombre una debilidad, ¿Qué es lo malo? Todo aquello que tiene su raíz en la debilidad misma, ¿Qué es la dicha? Cuando se logra vencer una debilidad emancipándonos de ella y se logra un bien, la potencia del bien en sí, ¡que los pobres y mal logrados perezcan¡; el ser humano siempre ha estado en esta disyuntiva como lograr el bien común, el que no se desarrolle en una sociedad individualista sino que busque y logre el amor y ayuda al prójimo, sin embargo siempre viene la pregunta, ¿El ser humano es malo por naturaleza? o sí es el entorno en el que se desarrolla el que lo vuelve así, al grado de la mezquindad sublime.

No seas vencido de lo malo, mas vence con el bien el mal, refiere la biblia en Romanos 12:21, ¿Qué significa esto?, pues bien lo que no señala John Finnis en su obra Ley natural y derecho natural, al mencionar que debemos actuar con la regla de oro que prescribe hacer a los demás lo que desearías que te hicieran a ti, y no imponer a los demás lo que no quieres que te obliguen a aceptar; no responder al daño con daño intencional y sobre todo no responder el mal aunque produzca un bien.

Estas dos posturas son las que confrontaremos a efecto de entender una modernidad liquida en la segunda década del siglo XXI donde prevalece el imperio de las grandes corporaciones sobre los seres humanos que ejercen el gobierno sobre sus demás congéneres, los cuales a su vez sienten cada vez más alejado el concepto de solidaridad, porque por “haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará”, Mateo 24:12.

La humanidad ha dejado de verse a sí misma como un solo ente persistiendo el individualismo y la ley del más fuerte, por un fuerte consumismo empujado desde el siglo ante pasado, pues todos los individuos están mayormente preocupados por un bienestar individual, por un ego insaciable, que se ve guiado por la filosofía barata de las grandes empresas que nos empuja a crear una idea de cómo debemos ser, que debemos llegar a ser, a que debemos aspirar y que para conseguirlo no entabla límite alguno, en virtud de que debemos estar en constante movimiento, toda vez que quien se detiene es un fracasado; la idea del Yo nos devora, dejando de ver que, sin perder la individualidad podemos vivir en una sociedad solidaria.

ENSAYO

1.-Modernidad liquida

En Modernidad Líquida Zygmunt Bauman explora cuáles son los atributos de la sociedad capitalista que han permanecido en el tiempo y cuáles las características que han cambiado. El autor busca remarcar los trazos que eran levemente visibles en las tapas tempranas de “la acumulación” pero que se vuelven centrales en la fase tardía de la modernidad. Una de esas características es el individualismo que marca nuestras relaciones y las torna precarias, transitorias y volátiles. La modernidad líquida es una figura del cambio y de la transitoriedad: “los sólidos conservan su forma y persisten en el tiempo: duran, mientras que los líquidos son informes y se transforman constantemente: fluyen. Como la desregulación, la flexibilización o la liberalización de los mercados” .

Bauman no ofrece teorías o sistemas definitivos, se limita a describir nuestras contradicciones, las tensiones no sólo sociales sino también existenciales que se generan cuando los humanos nos relacionamos.

La caracterización de la modernidad como un tiempo líquido —la expresión, acuñada por Zygmunt Bauman —da cuenta del tránsito de una modernidad “sólida” —estable, repetitiva— a una “líquida” —flexible, voluble— en la que los modelos y estructuras sociales ya no perduran lo suficiente como para enraizarse y gobernar las costumbres de los ciudadanos y en el que, sin darnos cuenta, hemos ido sufriendo transformaciones y pérdidas como el de “la duración del mundo”, vivimos bajo el imperio de la caducidad y la seducción en el que el verdadero “Estado” es el dinero. Donde se renuncia a la memoria como condición de un tiempo post-histórico. La modernidad líquida está dominada por una inestabilidad asociada a la desaparición de los referentes a los que anclar nuestras certezas.

2.- La fragilidad de los vínculos humanos.

La incertidumbre en que vivimos se corresponde a transformaciones como el debilitamiento de los sistemas de seguridad que protegían al individuo y la renuncia a la planificación de largo plazo: el olvido y el desarraigo afectivo se presentan como condición del éxito. Esta nueva (in)sensibilidad exige a los individuos flexibilidad, fragmentación y compartimentación de intereses y afectos, se debe estar siempre bien dispuesto a cambiar de tácticas, a abandonar compromisos y lealtades. Bauman se refiere al miedo a establecer relaciones duraderas y a la fragilidad de los lazos solidarios que parecen depender solamente de los beneficios que generan. Bauman se empeña en mostrar cómo la esfera comercial lo impregna todo, que las relaciones se miden en términos de costo y beneficio —de “liquidez» en el estricto sentido financiero.

3.- Superfluidad y desvinculación.

Bauman se vale de conceptos tan provocadores como el de “desechos humanos” para referirse a los desempleados (parados), que hoy son considerados “gente superflua, excluida, fuera de juego”. A mediados del siglo pasado los desempleados formaban parte de una reserva del trabajo activo que aguardaba en la retaguardia del mundo laboral una oportunidad. Ahora, en cambio, “se habla de excedentes, lo que significa que la gente es superflua, innecesaria, porque cuantos menos trabajadores haya, mejor funciona la economía”, los ahora llamados ninis e indignados. Para la economía sería mejor si los desempleados desaparecieran. Es el Estado del desperdicio, el pacto con el diablo: la decadencia física, la muerte es una certidumbre que azota. Es mejor desvincularse rápido, los sentimientos pueden crear dependencia. Hay que cultivar el arte de truncar las relaciones, de desconectarse, de anticipar la decrepitud, saber cancelar los “contratos” a tiempo.

4.- Decrepitud; estados transitorios y volátiles.

El amor, y también el cuerpo decaen. El cuerpo no es una entelequia metafísica de nietzscheanos y fenomenólogos. No es la carne de los penitentes ni el objeto de la hipocondría dietética. Es el jazz, el rock, el sudor de las masas. Contra las artes del cuerpo, los custodios de la vida sana hacen del objeto la prueba del

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