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Fe Cristiana


Enviado por   •  13 de Enero de 2015  •  398 Palabras (2 Páginas)  •  208 Visitas

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De ahí información importante:

 

La dignificación de la mujer por Jesús

Para entender la actitud de Jesús ante la mujer, es imprescindible conocer las costumbres de su época, mencionadas en la sección anterior. Pues en caso contrario corremos el riesgo de no entender sus actitudes y aun de interpretarlas mal.

Estaba permitida la poligamia en esa época. Una mujer casada no se podía oponer a que bajo su mismo techo vivieran una o más concubinas de su marido. En cambio, si ella era sorprendida en adulterio, el marido tenía el derecho de matarla.

Jua 8:4 le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio;

Jua 8:5 y en la ley, Moisés nos mandó apedrear a tales mujeres; tú, pues, ¿qué dices?[9]

En este punto, como en tantos otros, con Jesús llega a la cumbre ese largo proceso por el que, a partir de una realidad existente, Dios había ido revelando un ideal que es: la total dignificación de la mujer; en primer lugar, los evangelios dicen con claridad que en el grupo de discípulos que acompañaban a Jesús había mujeres: "Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María Magdalena, de la que había echado siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con su bienes" (Lc 8,2-3); Lucas nos dice que este grupo de personas iba con Jesús "caminando de pueblo en pueblo y de aldea en aldea" (Lc 8,1). Hasta en nuestros días resultaría chocante y aun sospechoso el que un profeta ambulante llevase consigo a hombres y mujeres, por caminos y pueblos.

Esa mujer que ungió a Jesús como Mesías con el óleo de amor profético. Hubo momentos que se prestaban a toda clase de sospechas. Un día estaba Jesús invitado a comer en casa de un fariseo. Y en eso una mujer, conocida como pecadora en la ciudad, al enterarse de que comía en casa del fariseo, llegó con un frasco de perfume; se colocó detrás de él junto a sus pies, llorando, y empezó a regarle los pies con sus lágrimas; se los secaba con el pelo, los cubría de besos y se los ungía con perfume" (Lc 7,37-38).

Evidentemente, una escena así, se prestaba a toda clase de sospechas: en medio de un banquete, que se celebraba en casa de una persona respetable, entra de pronto una prostituta, y se pone a perfumar, acariciar y besar a uno de los que están allí a la mesa.

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