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Filosofia De La Educacion


Enviado por   •  15 de Febrero de 2013  •  746 Palabras (3 Páginas)  •  323 Visitas

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Pensamientos para la Educación.-

Luego, el educador de América comienza a plantear sus particulares ideas con respecto a cómo debiera ser el proceso de enseñanza-aprendizaje. Afirma "que la instrucción popular sea inteligible, que los niños entiendan lo que aprendan". Señala que a veces hasta tres años de estudios en la enseñanza del primer nivel se pierden, porque los educandos han estudiado lo que no entienden. Y alude en forma específica a una actividad de su preferencia, la Gramática. Enfatiza que es una ciencia demasiado compleja para mentalidades de infantes y juveniles: "Esta ciencia es una de las más abstractas y profundas. Envuelve un análisis de pensamiento, y exige un delicado escrutinio y comparación de las ideas". En este plano, Bello tempranamente en el siglo XIX y con la autoridad que le dan sus estudios gramaticales y filológicos, orienta el proceso de la enseñanza de la lengua materna, indicando que el infante en sus primeros estudios y a lo largo de los diversos niveles de la enseñanza debe hablar "su lengua correcta o incorrectamente". Y sobre esa base, se irán derivando las correcciones gramaticales que "los inteligentes instructores" deben orientar. Y cuando se haya alcanzado un nivel más complejo, donde intervengan la lectura, la composición y la reflexión, solamente ahí surgirá la Gramática en todo su apogeo, pero "no con una descarnada retahíla de reglas, sino la ciencia del lenguaje".

Reitera Bello en el mal uso de esa metodología de la enseñanza tendiente a propiciar la adquisición del conocimiento, recitando o reteniendo conceptos nemotécnicos, sin comprender el significado y las ideas de que son portadores los textos que se van asimilando. Andrés Bello es terminante y acerbamente cuestionador cuando expresa: "palabras que no enseñan ni significan para él cosa alguna, le son naturalmente ingratas y deben serlo. Es y debe ser una cosa desapacible y repugnante encomendarlas a la memoria y recitarlas aunque se haga con facilidad y despejo. Esa atención a palabras cuyo sentido no se percibe, engendra además un hábito de vaguedad y confusión; la facultad de juzgar se embota, el alma se acostumbra a contentarse con meros sonidos, y cae en una especie de negligencia, que es casi una prostitución moral. No puede haber disposición más perniciosa: es funesta para la adquisición de sólidos conocimientos, pervierte el sano juicio aún en las cosas prácticas, es una injuria a las más nobles facultades del alma y una traición a la conciencia. Nuestra natural indolencia hace que nos contentemos con nociones vagas y superficiales; y a esta propensión juntamos la influencia de una educación descuidada. Y lo peor es que nada engríe y ensoberbece tanto, como una instrucción mal digerida. Nadie más pagado de sí mismo, que el verboso recitador de palabras y frases

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