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Filosofia - JEREMY BENTHAM - El Panóptico


Enviado por   •  1 de Junio de 2012  •  11.541 Palabras (47 Páginas)  •  1.023 Visitas

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El Panóptico

CARTA DEL SEÑOR JEREMY BENTHAM AL SEÑOR J. PH. GARRAN, DIPUTADO ANTE LA ASAMBLEA NACIONAL

Por Jeremías Bentham

Dover street, Londres, a 25 de noviembre de 1791

Por la próxima diligencia, me tomaré la libertad, señor, de mandaros el libro inglés titulado: el Panóptico, prometido en mi primera carta del . . actual. Remito adjunto el resumen de dicha obra, que un amigo ha hecho en francés. Desearía obsequiarlo a la Asamblea para que allí se leyera, en el caso de que os pareciese interesante; en fin, lo confío a vuestro juicio; y si tenéis algunos consejos que darme sobre este asunto, los aprovecharé con reconocimiento. En cuanto al proyecto de que se trata, la convicción más íntima, sostenida por la opinión unánime de los que han tenido conocimiento de ello, me ha decidido a no desatender nada para lograr su introducción. Francia, de todos los países aquel en donde una idea nueva se perdona más fácilmente con tal de que sea útil, Francia, hacia la cual todas las miradas se dirigen y de la que se esperan modelos para todos los sectores de la administración, es el país que parece prometer al proyecto que os envío su mejor oportunidad. ¿Os interesaría saber, señor, hasta que punto ha llegado mi convencimiento sobre la importancia de ese plan de reforma y sobre los grandes éxitos que de él pueden esperarse? Permítaseme construir una prisión con ese modelo, y yo seré carcelero de ella. Veréis en dicha memoria que este carcelero no pide ningún salario y nada costará a la nación. Cuando más pienso en ello, más me parece que tal proyecto es de aquellos cuya primera ejecución debería estar en manos de su inventor. Si en vuestro país se piensa lo mismo a este respecto, quizá no se vería con malos ojos mi fantasía. Sea cual fuere la decisión, mi libro contiene las instrucciones más necesarias para quien de ello se encargase; y como dice ese preceptor de príncipe, del cual habla Fontenelle, me he esforzado al maxímo para volverme inútil.

Soy, con todo respeto, Señor,

Vuestro muy humilde y muy obediente servidor,

JEREMY BENTHAM.

PANOPTIQUE

Señores:

Si encontráramos una manera de controlar todo lo que a cierto número de hombres les puede ocurrir; de disponer de todo lo que esté en su derredor, a fin de causar en cada uno de ellos la impresión que se quiera producir; de cercioramos de sus movimientos, de sus reacciones, de todas las circunstancias de su vida, de modo que nada pudiera escapar ni entorpecer el efecto deseado, es indudable que en medio de esta índole sería un instrumento muy enérgico y muy útil, que los gobiernos podrían aplicar a diferentes propósitos de la mas alta importancia.

La educación, por ejemplo, no es sino el resultado de todas las circunstancias a las cuales un niño está expuesto. Cuidar de la educación de un hombre es cuidar de todas sus acciones; es colocarlo en una posición en la cual se pueda influir sobre él como se desea, por la selección de objetos con los cuales se le rodea y por las ideas que en él se siembran.

Pero, ¿cómo un solo hombre puede bastarse para vigilar perfectamente a un gran número de individuos? Y aún ¿cómo un gran número de individuos podría vigilar perfectamente a uno solo? Si admitimos, y no es para menos, una sucesión de personas que se releven, ya no hay unidad en sus instrucciones ni continuación en sus métodos.

Habrá, pues, que convenir fácilmente que una idea tan útil como nueva sería la que diese a un solo hombre un poder de vigilancia que, hasta ahora, ha sobrepasado las fuerzas reunidas de un gran número de personas.

Este es el problema que el señor Bentham cree haber resuelto por medio de la aplicación sostenida de un principio muy sencillo. Y entre tantos establecimientos a los cuales podría aplicarse ese principio más o menos ventajosamente, las prisiones le han parecido que merecen captar primero la atención del legislador. Importancia, variedad y dificultad son las razones de esta preferencia. Para realizar la aplicación sucesiva de tal principio a todos los otros establecimientos, no se tendría mas que despojarlo de algunas de las precauciones que él exige.

Introducir una reforma completa en las prisiones; cerciorarse de la buena conducta actual y de la enmienda de los reos; determinar la salud, la limpieza, el orden, la industria en esos alojamientos hasta ahora infectados de corrupción moral y física; fortificar la seguridad pública, disminuyendo el gasto en vez de aumentarlo, y todo esto con una simple idea de arquitectura, tal es el objeto de su obra.

El resumen que vamos a someter a la consideración de ustedes está sacado del original inglés que no ha sido todavía hecho público, y será suficiente para que se pueda juzgar sobre la naturaleza y eficacia de los medios que se empleen en él.

¿Qué debe ser una prisión? La permanencia en un sitio donde se priva de la libertad a individuos que han abusado de ella, para prevenir nuevos crímenes de su parte y para disuadir a otros mediante el terror del ejemplo. Es, además, una casa de corrección en donde hay que proponerse reformar las costumbres de los individuos detenidos, a fin de que su regreso a la libertad no sea una desgracia, ni para la sociedad ni para ellos mismos.

Los más grandes rigores de las cárceles, los grilletes, los calabozos, sólo se emplean para asegurar a los prisioneros. En cuanto a la reforma, por lo general se la ha descuidado, ya sea por una total indiferencia, ya sea por la desesperación en lograrla. Algunas tentativas de esa índole no han resultado felices. Algunos proyectos fueron abandonados por requerir inversiones considerables.

Las prisiones han sido hasta ahora lugares infectos y horribles, escuelas de todos los crímenes y amontonamiento de todas las miserias, lugares que sólo podían ser visitados con temblor, porque un acto humanitario era algunas veces castigado con la muerte, y cuyas iniquidades serían aún consumadas en un profundo misterio si el generoso Howard, muerto como mártir tras haber vivido como apóstol, no hubiese despertado la atención pública hacia la suerte de esos desdichados, abandonados a todo tipo de corrupciones por la despreocupación de los gobiernos.

¿Cómo establecer un nuevo orden de cosas? ¿Cómo asegurarse, una vez establecido, de que no degenere?

La inspección: he ahí el único principio para establecer el orden y para conservarlo; pero

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