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Formación de la conciencia y la ley moral


Enviado por   •  2 de Julio de 2013  •  Tutoriales  •  2.779 Palabras (12 Páginas)  •  463 Visitas

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Formación de la conciencia y la ley moral

La ley moral es obra de la Sabiduría divina. Se la puede definir, en el sentido bíblico, como una instrucción paternal, una pedagogía de Dios

La ley eterna de Dios, se encuentra en cada ser como la ley natural. Siguiendo ésta, cada ser tiende a su fin y alcanza el sentido de su existencia. Los seres inteligentes deben descubrirla con su razón y corazón. Pueden alterarla pero sufrirán las consecuencias. Siguiendo la ley natural los seres pueden alcanzar la armonía. Aporte del Catecismo de la Iglesia Católica.

2. LA LEY MORAL NATURAL

El concepto de ley es análogo. La ley natural, la Nueva Ley o Ley de Cristo, las leyes humanas políticas y eclesiásticas son leyes morales en un sentido muy distinto, aunque todas ellas tienen algo en común.

Se llama ley eterna al plan de la Sabiduría divina para conducir toda la crea¬ción a su fin ; por lo que se refiere al género humano, se corresponde al eterno designio salvífico de Dios, por el que nos ha elegido en Cristo «para ser santos e inmaculados en su presencia», «eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Je¬sucristo» (Ef 1, 4-5).

Dios conduce cada criatura a su fin de acuerdo con su naturaleza. Concreta¬mente, «Dios provee a los hombres de manera diversa respecto a los demás seres que no son personas: no “desde fuera”, mediante las leyes inmutables de la naturaleza fí¬sica, sino “desde dentro”, mediante la razón que, conociendo con su luz natural la ley eterna de Dios, es capaz de indicar al hombre la justa dirección de su libre actua¬ción» .

La ley moral natural es la participación de la ley eterna en la criatura racio¬nal . Es «la misma ley eterna ínsita en los seres dotados de razón, que los inclina al acto y al fin que les conviene» . Es, por tanto, una ley divina (divino-natural). Consiste en la misma luz de la razón que permite al hombre discernir el bien y el mal, y que tiene fuerza de ley en cuanto voz e intérprete de la más alta razón de Dios, de la que nuestro espíritu participa y a la que nuestra li¬bertad se adhiere . Se la llama natural porque consiste en la luz de la razón que todo hombre tiene por naturaleza.

La ley moral natural es un primer paso en la comunicación a todo el género humano del designio salvífico divino, cuyo completo conocimiento sólo se hace posible por la Revelación. La ley natural «tiene por raíz la aspiración y la sumisión a Dios, fuente y juez de todo bien, así como el sentido del prójimo como igual a sí mismo» (Catecismo, 1955).

- Propiedades. La ley moral natural es universal porque se extiende a toda per¬sona humana, de todas las épocas (cfr. Catecismo, 1956). «Es inmutable y permanente a través de las varia¬ciones de la historia; subsiste bajo el flujo de ideas y costumbres y sostiene su progreso. Las normas que la expresan permanecen substancialmente valederas» (Catecismo, 1958) . Es obligatoria ya que, para tender hacia Dios, el hombre debe hacer libremente el bien y evitar el mal; y para esto debe poder distinguir el bien del mal, lo cual sucede ante todo gracias a la luz de la razón natural . La observancia de la ley moral natural puede ser algunas veces difícil, pero jamás es imposible .

- Conocimiento de la ley natural. Los preceptos de la ley natural pueden ser co¬nocidos por todos mediante la razón. Sin embargo, de hecho no todos sus preceptos son percibidos por todos de una manera clara e inmediata (cfr. Catecismo, 1960). Su efectivo conocimiento puede estar condicionado por las disposiciones personales de cada uno, por el am¬biente social y cultural, por la educación recibida, etc. Puesto que en la situación ac¬tual las secuelas del pecado no han sido totalmente eliminadas, la gracia y la Revela¬ción son necesarias al hombre para que las verdades morales puedan ser conocidas por «todos y sin dificultad, con una firme certeza y sin mezcla de error» .

LA LEY INTERNA

Cuando uno es esclavo de un vicio, tiende a creer, cada vez que cae en él, que esta ejercitando su libertad.

Del mismo modo, cuando uno consigue interiorizar Ley, cuando la ha asumido y hecho propia, y la ha transformado en ley interna, le resulta

imposible infringir la ley externa y, por tanto, ya no corre peligro de pecar, porque uno “es la ley” y ésta forma parte de su manera de ser y de pensar y de actuar.

LAS LEYES HUMANAS

Son, como ya quedó dicho, las dictadas por la legítima autoridad -ya eclesiástica, ya civil-, en el orden al bien común.

Que la legítima autoridad tenga verdadera potestad dentro de su específica competencia para dar leyes que obliguen, no es posible ponerlo en duda: surge la misma naturaleza de la sociedad humana, que exige la dirección y el control de algunas leyes (cfr. Rom. 13, 1ss.; Hechos 5, 29).

De suyo, pues, es obligatoria ante Dios toda ley humana legítima y justa; es decir, toda ley que:

a) se ordene al bien común;

b) sea promulgada por la legítima autoridad y dentro de sus atribuciones;

c) sea buena en sí misma y en sus circunstancias;

d) se imponga a los súbditos obligados a ella en las debidas proporciones.

Sin embargo, cuando la ley es injusta porque fallen algunas de estas condiciones, no obliga, y en ocasiones puede ser incluso obligatorio desobedecerla abiertamente.

La ley injusta, al no tener la rectitud necesaria y esencial a toda ley, ya no es ley, porque contradice al bien divino. Es necesario, pues, distinguir entre legalidad y legitimidad. No es suficiente que una norma sea dictada dentro del legal establecido y por las autoridades competentes para que deba ser obedecida: es preciso que se acomode de una manera estricta a los principios de la ley natural y de la ley divino-positiva. Aquellas condiciones garantizan su legalidad formal, pero esta última es la que proporciona la legitimidad

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