La ética, desde la familia y las relaciones al ejercicio periodístico

La ética, desde la familia y las relaciones al ejercicio periodístico

La ética actúa como guía de nuestra conducta en sociedad, cada una de nuestras acciones se encuentran reguladas por lo que pensamos o creemos correcto o incorrecto, en otras palabras, como humanos nos hemos preocupados por establecer ciertas reglas para la vida en común, dependiendo del cumplimiento de estas  serán juzgados nuestros hechos y encasillados dentro del mal o del bien.

A diferencia de algunas concepciones que enmarcan a la ética sólo en el plano laboral, muchos opinan que esta tiene su origen en la familia y su aprendizaje y práctica desde el hogar repercutirá ineludiblemente en las futuras generaciones.

 Es cierto que desde pequeños aprendemos de nuestros ancestros de las marcas o manchas hereditarias, un hecho arraigado en el seno familiar procreará lazos fuertes entre el individuo y sus costumbres, que posiblemente se verán visualizados en los hijos de nuestros hijos. ¿Puede funcionar la ética de esta manera?

Una respuesta positiva y entusiasta la resolvería  sin mayores cuestionantes, sin embargo, la vida es una invitación a divagar por senderos desconocidos en la búsqueda de incógnitas y así es la ética. ¿Hasta qué punto podemos ser influenciados por  el comportamiento de los demás y cuanto influye nuestra familia en nuestra formación ética?, ambas conjeturas nos llevan a reflexiones eternas, partiendo de la premisa de que muchas personas de “buenas familias” han cedido ante hechos moralmente incorrectos, el valor de la formación desde el hogar quedaría fulminado en segundos; y qué dejamos a aquellos que viéndose expuestos a grandes tentaciones diariamente, resisten por el hecho de haber sido formados bajo ciertas directrices y se mantienen firmemente fieles a estas.

El Doctor Miguel Núñez en su conferencia titulada, la ética en los medios de comunicación, nos explica que “una sociedad no es más, que un conjunto de familias, y estás familias forman finalmente la nación. La razón por la que nuestras sociedades, andan tan mal, es porque nuestras familias andan peor.”

¿Dependerá nuestro razonamiento entonces, de nuestra concepción íntima del mundo y de cómo han sido ensamblados los hechos circunstanciales que nos rodean, en nuestro subconsciente?, incluso, ¿estaría estrechamente ligado a cómo canalizamos o percibimos la realidad mediata e inmediata?

La ética fijada por cuestiones circunstanciales como expresamos anteriormente, correría el riesgo de perecer, por lo que planteamos que dependerá de los sucesos no la ética sino la forma en que asimilamos las influencias o la intensidad con la que estas quedan precisadas en nuestro ser.

Vivimos en un mundo que nos exige comunicarnos por todas las vías posibles, desde las señales de humo hasta los aparatos tecnológicos más modernos de la nueva era. La comunicación crea relaciones interpersonales generadoras de afectos, donde la ética juega un papel primordial. A esta nos abocaremos desde ahora en adelante.

Al iniciar una relación con otra persona, de cualquier índole, analizamos inmediatamente, las actitudes éticas que demuestra a simple vista, y esta nos atrae tomando en cuenta unos valores o parámetros predeterminados en nuestra mente, sin importar si estos valores son débiles o no, las características o cualidades que más se destaquen ganaran la batalla obedeciendo a los juicios ya establecidos sobre la materia.

Muchas veces la ética es la que determina el tiempo de esta relación, o más bien los hechos éticos o antiéticos involucrados, e inclusive los considerados negativos en ocasiones resultan en situaciones peligrosas no sólo para las personas envueltas sino para todos aquellos identificados con el hecho en cuestión.

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