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Psicoanálisis y cibernética, o la naturaleza del lenguaje


Enviado por   •  15 de Mayo de 2014  •  1.661 Palabras (7 Páginas)  •  515 Visitas

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• Psicoanálisis y cibernética, o la naturaleza del lenguaje

Lacan toma dos órdenes de pensamiento y ciencia que son el psicoanálisis y la cibernética. Trata de situar un eje para que algo de la significación de uno y otra sea puesto en claro. Ese eje es el lenguaje; y quiere hacernos percibir ciertos aspectos de la naturaleza del lenguaje.

Existe una estrecha relación entre la existencia del azar y el fundamento del determinismo. ¿Qué queremos decir cuando decimos que algo sucede por azar? Queremos decir dos cosas que pueden ser muy diferentes: o bien que no hay en ello intención, o bien que hay en ello una ley.

La propia noción de determinismo consiste en que la ley carece de intención. Por eso la teoría determinista siempre busca ver engendrarse lo que se ha constituido en lo real, y que funciona según una ley, a partir de algo originalmente indiferenciado: el azar en cuanto ausencia de intención. Nada sucede sin causa, nos dice el determinismo, pero es una causa sin intención.

Esta cuestión abre la de saber cuál es el determinismo que nosotros, analistas, suponemos en la raíz de nuestra técnica. Nos esforzamos por conseguir que el sujeto nos libre sin intención sus pensamientos, sus palabras, su discurso, que intencionalmente se acerque cuanto sea posible al azar.

¿Cuál es el determinismo buscado en una intención de azar? Sobre este tema la cibernética puede aportarnos alguna claridad. Para comprender qué trata la cibernética es preciso rastrear su origen alrededor de la significación del azar. El pasado de la cibernética sólo consiste en la formación racionalizada de lo que llamaremos, para oponerlas a las ciencias exactas, ciencias conjeturales.

Ciencias conjeturales: Pienso que éste es el verdadero nombre que de aquí en más habría que ponerle a cierto grupo de ciencias que por lo común designamos con el término de ciencias humanas.

Partiré de las nociones fundamentales de la otra esfera de las ciencias, de las ciencias exactas, cuyo desarrollo no se remonta mucho más allá que el de las ciencias conjeturales. Las primeras han ocultado, eclipsado en cierto modo a las segundas, pero ambas son inseparables.

¿Cómo podríamos definir las ciencias exactas? ¿Diremos que, a diferencia de las conjeturales, conciernen a lo real? Pero, ¿qué es lo real? El sentido que el hombre dio siempre a lo real es: algo que volvemos a encontrar en el mismo lugar, hayamos estado ahí o no. Las ciencias exactas poseen la mayor relación con esta función de lo real.

El hombre pensaba que había lugares que se conservaban, pero también creía que su acción tenía que ver con la conservación de ese orden. Durante mucho tiempo creyó que sus ritos, sus ceremonias (las danzas de la primavera, que garantizan la fecundidad de la naturaleza), sus acciones ordenadas y significativas eran indispensables para el mantenimiento de las cosas en su lugar. No pensaba que lo real se desvanecería si él no participaba de esa forma ordenada, pero pensaba que lo real se alteraría. No pretendía hacer la ley, pretendía ser indispensable para la permanencia de la ley.

A partir del momento en que el hombre piensa que el gran reloj de la naturaleza funciona solo, y que sigue marcando la hora hasta cuando él no se encuentra ahí, nace el orden de la ciencia. El orden de la ciencia estriba en que el hombre no la gobernará salvo obedeciéndola.

Después de haber considerado este fundamento de la exactitud de las ciencias exactas, es decir, el instrumento, quizá podemos preguntar ¿qué son estos lugares? Interesémonos por los lugares en cuanto vacíos.

Por habernos planteado esta pregunta comenzó a nacer, correlativamente al nacimiento de las ciencias exactas, un cálculo que se ha comprendido más mal que bien, el cálculo de probabilidades aparece por vez primera bajo una forma auténticamente científica, con el tratado de Pascal sobre el triángulo aritmético y se presenta como el cálculo no del azar, sino de las posibilidades, del encuentro en sí mismo.

La ciencia de lo que vuelve a encontrarse en el mismo lugar es sustituida por la ciencia de la combinación de los lugares como tales.

Todo lo que hasta entonces había sido ciencia de los números pasa a ser ciencia combinatoria. La marcha en el mundo de los símbolos se ordena en torno a la correlación de la ausencia y la presencia. Y la búsqueda de las leyes de presencias y ausencias va a tender a la instauración del orden binario que desemboca en lo que llamamos cibernética.

Si la ciencia de las combinaciones [cibernética] del encuentro escandido [cada mano cada ronda –juego de cartas- presenta una espera] ha llegado al campo de la atención del hombre, es porque éste se halla profundamente correspondido por ella. Y no es casual que esto provenga de la experiencia de los juegos de azar. Nos hallamos cerca de la cuestión central de la que he partido: ¿en qué consiste el azar del inconsciente, que el

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