Son La Emoción Y La Razón Igualmente Necesarios Para Tomar Decisiones Morales?

¿SON LA EMOCIÓN Y LA RAZÓN IGUALMENTE NECESARIOS PARA JUSTIFICAR LAS DECISIONES MORALES?

Desde tiempos inmemorables, el hombre ha reconocido dos aspectos recurrentes en su esencia que lo hacen humano y por ende que lo diferencian de los demás miembros de la creación, ellos son: la razón y la emoción. El primero es la facultad o capacidad para pensar, deducir, inducir, entender, reflexionar, argumentar y cuestionar conceptos diversos. El segundo criterio, la emoción, es una reacción física y sicológica relacionada estrechamente con el sentimiento, que responde a los estímulos del ambiente y que se encuentra condicionada por las vivencias personales previas.

Estos términos están estrechamente relacionados con la naturaleza humana, pues se constituyen además como impulsos a la acción, es decir, tanto la razón como la emoción son los motores que motivan al hombre a actuar de una u otra manera. Por ello se ha planteado con insistencia la cuestión filosófica sobre si es la razón o si es la emoción la que domina el accionar del ser humano, y aún más importante, cuál de estos conceptos debe primar a la hora de tomar decisiones morales, es decir, a la hora de definir comportamientos o conductas que se consideran correctos o incorrectos.

Personalmente pienso que el ser humano es una unidad compleja que se compone de diversos matices físicos, mentales, históricos, culturales, sociales, sicológicos, espirituales, emocionales, etc. Desechar si quiera uno de los aspectos que lo conforman y que lo diferencian de los demás seres es también rechazar propiamente la idea de la naturaleza y esencia humana, por ello tanto la razón como la emoción son características inseparables del individuo, que deben estudiarse a la luz del comportamiento con la misma importancia y relevancia a la hora de justificar las decisiones morales. El hombre no es solo un ser racional, tampoco es solo emocional, por ende, consciente o inconscientemente sus decisiones y su accionar siempre estarán determinadas por ambas facultades. Es evidente que pueden influir en mayor o menor medida en diferentes momentos o circunstancias, pero siempre harán parte de ese impulso conductual.

Es más, se ha demostrado científicamente que la capacidad cognoscitiva y razonadora están relacionadas, comprobando, gracias a los estudios del neurólogo portugués Antonio Damasio (2001), que “la emoción dispara los recursos cognitivos de nuestro cerebro, activando determinados circuitos cerebrales relacionados con aquella emoción. Estos circuitos incluyen las estructuras neurales, A, CPFVM, CCA, IA. A su vez, estas estructuras ponen en marcha determinados recursos cognitivos, como la información almacenada en la memoria y el conocimiento de determinadas estrategias de actuación” 2. De esta manera se ha determinado que a través de la emoción, el ser humano aprende y según como ella se encamine, puede percibir y conocer el mundo desde diversas perspectivas y así mismo actuar en él.

Para ejemplificar mi punto de vista, quiero citar el famoso cortometraje checo “Most”3, dirigido por Bobby Garabedian en el 2003. Trata sobre un padre que sacrifica la vida de su único y amado hijo para poder salvar a las cientos de personas que viajaban en un tren. Él se debate entre la emoción y la razón. La primera le dicta que debe salvar a su pequeño e indefenso niño, pero la segunda le pide levantar el puente para que otros inocentes no mueran. Tanto la una como la otra lo llevan por diversos caminos y le piden accionar de diversas maneras. Esa lucha entre razón-emoción es la que lo hace humano y el balance entre ambas es la que lo hace un héroe. Perdido en su dolor pero consciente de que hizo lo correcto, encuentra consuelo emocional

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