LAS MISIONES JESUITICAS

LAS MISIONES JESUITICAS

El presente ensayo es una síntesis elaborada a partir del capítulo 2, del tomo primero, del libro de Siwak, P. “500 años de evangelización americana”.

Cuando los jesuitas solicitaron a la corona española misionar en América, hubo una serie de negativas que se fueron reiterando en el tiempo. Ellos no estaban sujetos al Rey de España, sino al General de la Orden Jesuita, que residía en Roma. Por disposiciones logradas por el rey de España ante el Papa, el monarca era quien elegía a los misioneros, les daba los medios, y les pagaba el viaje, y así estaban sujetos al Consejo de Indias, los jesuitas representaban un sentido más universalista y menos hispanizante, que no resultaba del agrado del rey.

En 1566, Felipe II accedió y autorizó al primer grupo de jesuitas, que tuvo a Lima como primer destino. Diez años después establecían el primer asentamiento misional permanente a orillas del río Titicaca. Posteriormente se instalaron en Córdoba y en 1588 en el Paraguay.

El gobernador de Asunción, Hernandarias de Saavedra, alentó la instalación de misiones jesuíticas logrando su aprobación por el rey, solicitó al superior jesuita el envío de evangelizadores a la provincia del Guairá para proteger a los nativos de los esclavistas portugueses y abrir una salida al Atlántico a través de esas regiones. Las autoridades españolas se valieron de los misioneros para domesticar tribus y tomar posesión efectiva de regiones apartadas.

Los bandeirantes paulistas, que en sus correrías por el interior brasileño cautivaban indígenas para venderlos como esclavos, pusieron en peligro varias reducciones jesuíticas. Estas eran lugares donde podían capturarse de una sola vez grandes cantidades de esclavos, los cuales eran, además, hombres habituados al trabajo y civilizados.

Tras estos ataques y frente a las dificultades que encontraron para evangelizar a los guaicurúes chaqueños, los jesuitas prefirieron extenderse hacia el Este, cruzando el río Uruguay, en los actuales territorios del Brasil y norte del Uruguay. Allí también se encontraron con la hostilidad de los portugueses, hasta que finalmente en 1640 el rey de España permitió que las Misiones Jesuíticas se convirtieran en la primera organización de América que contó con una fuerza militar no integrada por españoles.

En cuanto a su situación jurídica, contrariamente a lo que se ha dicho, las misiones no constituyeron un estado dentro de otro estado, pues a pesar de contar con un gran espacio de libertad, sus actividades no se desarrollaban al margen de la administración española, ni en contradicción con la Corona. Los monarcas españoles indicaron a las autoridades coloniales que prestaran a los jesuitas todos los auxilios posibles para la creación y afianzamiento de las reducciones. Los gobernadores provinciales eran solemnemente recibidos y tenían la facultad de confirmar

...