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Contra Pereza, Deiigencia


Enviado por   •  9 de Junio de 2013  •  957 Palabras (4 Páginas)  •  401 Visitas

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Contra Pereza, Diligencia

Ensayos: Contra Pereza, Diligencia

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Enviado por: ROUSVIVES 02 junio 2013

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Palabras: 651 | Páginas: 3

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Esta era una viejecita que se llamaba doña Quirina

y que, cuando yo era niño, vivía cerca de mi casa. Habitaba un

cuartito que, por lo limpio, parecía una tacita de porcelana.

Y en este cuarto, lo que sobre todo atraía mis miradas

Infantiles era una herradura de hierro.

Doña Quirina era superticiosa.

Creía que en cada casa donde se conserva con veneración una herradura mular o caballar no penetra la pestilencia, ni falta pan, ni entra la desventura.

¿En qué fundaba la viejecita las virtudes que atribuía a la herradura?

Yo te lo voy a contar, hijo mío, tal como doña Quirina me lo contó.

Pues has de saber, hijito, que cuando Nuestro Señor Jesucristo vivía en este mundo pecador, desenmascarando a picaros e hipócritas, haciendo milagros y andando en compañía de San Pedro, tropezó en su camino con una herradura mohosa. Volviéndose al apóstol, que marchaba detrás del divino maestro, le dijo:

-Perico, recoge eso y échalo al morral.

San Pedro se hizo el sueco, murmurando:

"¡Pues, hombre, vaya una idea! ¡Agacharme yo por un pedazo de hierro viejo!"

El Señor, que leía en el pensamiento de los humanos, como en libro abierto, leyó esto en el espíritu de su apóstol y en vez de repetir la orden prefirió inclinarse él mismo a recoger la herradura y guardarla entre la manga.

En esto llegaron los dos viajeros a una aldea, y, al pasar por la tienda de un herrador, dijo Cristo:

- Hermano, ¿quieres comprarme esta herradura?

El herrador la miró, la golpeó con la uña y, convencido de que con un poco de trabajo la pieza quedaría como nueva, contestó:

- Doy por ella dos centavos.

- Venga el cobre - contestó el Señor.

Pagó el herrador, y los peregrinos prosiguieron su marcha.

Al extremo de la aldea encontraron a un chiquillo con un cesto en la mano y que gritaba:

- ¡Cerezas! ¡A centavo la docena!

- Dame dos docenas -dijo Cristo.

Y los dos centavos, precio de la herradura, pasaron a manos del muchacho y las ve

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inticuatro

cerezas se las guardo el Señor entre la manga.

Hacía entonces un calor de infierno y San Pedro, que caminaba siempre tras el Maestro, iba resoplando, y habría dado el oro y el moro por un poco de agua.

El Señor, de rato en rato, metía la mano en la manga y llevaba a la boca una cereza y, como quien no quiere la cosa, al descuido y con cuidado, dejaba caer otra que San Pedro se agachaba a recoger, comiéndosela en el acto.

Después de haber comido el apóstol hasta media docena de cerezas, se sonrió el Señor y le dijo:

- Ya lo ves, Pedro; por no haberte agachado una vez, has tenido que hacerlo seis veces. Contra pereza, diligencia.

Y desde entonces una herradura en casa trae felicidad.

Ricardo Palma (peruano)

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