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Didactica


Enviado por   •  10 de Septiembre de 2011  •  2.848 Palabras (12 Páginas)  •  1.432 Visitas

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SEPTIEMBRE MES DE LAS FIESTAS PATRIAS.

13 DE SEPTIEMBRE DE 1847.- Registro de la heroica defensa del Castillo de Chapultepec por los Niños Héroes.

El día 13 de Septiembre de 1847 tuvo lugar el asalto al Castillo de Chapultepec por varias divisiones norteamericanas comandadas por los generales Pillow, Worth, Quitman Smith y Clarke. El Castillo estaba defendido por 832 soldados y un pequeño grupo de Cadetes del Colegio Militar. El general en jefe del puesto fue el general Nicolás Bravo secundado por el general José Mariano Monterde, Director del Colegio Militar. Los lamentables resultados son de sobra conocidos: la muerte de seis jovenes cadetes, del coronel Xicoténcatl y de numerosos jefes, oficiales, soldados que ofrecieron sus vidas en defensa de la Patria Mexicana.

Juan de la Barrera

Agustin Melgar

Fernando Montes de Oca

Vicente Suarez

Francisco Marquez

Juan Escutia

15 DE SEPTIEMBRE DE 1810.- El grito por la noche. La introducción del grito en la noche del 15 de septiembre empezó a registrarse a mediados del siglo XIX.

GRITO DE INDEPENDENCIA

Cuando la conspiración fue descubierta y enviados a prisión algunos conjurados, Hidalgo se enteró de la denuncia vagamente el 12 o 13 de septiembre. Dona Josefa Ortiz de Domínguez envió un emisario a Allende, pero no encontrándolo entregó la misiva a Aldama. Este entró a Dolores el 16 de septiembre a las 2 de la manana. Al enterarse Hidalgo que se había descubierto la conspiración en Querétaro, dijo a Allende y a Aldama: "Caballeros, somos perdidos; aquí no hay más recurso que ir a coger gachupines".

Después de armar a 10 hombres se dirigieron a la cárcel para libertar a los presos, reuniendo hasta 80 hombres. Era domingo y llamó a misa más temprano que de costumbre. Hidalgo habló a los feligreses que acudieron increpándolos a levantarse en armas para derrocar al mal gobierno y esperar un mejor porvenir. Las palabras de Hidalgo despertaron un vivo entusiasmo por la libertad, llegando a reunir casi 300 hombres. Prendieron al subdelegado, y así se adueñaron de la población sin la más mínima resistencia.

Comenzaba la lucha por la Independencia. Unió a ellos el Regimiento de la Reina, y la gente del campo, principalmente indios, armados con hondas, palos e instrumentos de labranza, algunas lanzas, espadas y machetes, tocó las campanas para llamar a la primera misa. Por ser domingo, acudieron muchas personas, que en su mayoría eran indígenas. Desde el atrio, el cura les hizo una enérgica exhortación a liberarse del yugo español y terminó su breve discurso al grito de

"¡Viva la lndependencia! ¡Viva América! ¡Muera el mal gobierno! A lo que los feligreses emocionados respondieron: ¡Mueran los gachupines! " Rápidamente se organizaron, y a las once de la mañana, salieron de Dolores ochocientos hombres, armados con piedras, lanzas y palos. En su camino hacia la libertad, pasaron por varios pueblos y ciudades, cuyos habitantes apoyaron su noble causa, y muchos de ellos se sumaron al ejército libertador. Al llegar a Atotonilco, Hidalgo tomó de la iglesia una pintura de la Virgen de Guadalupe, con la que improvisó un estandarte y, mientras lo agitaba a la vista de todos, gritó: "¡Viva nuestra Madre Santísima de Guadalupe! ¡ Viva la América!"

Poco después los españoles eligieron a la Virgen de los Remedios, como patrona y generala de sus fuerzas. Al ser informado de que los insurgen-tes se dirigían a Guanajuato, una de las ciudades más ricas e impor-tantes del virrei-nato, el intenden-te, Juan Antonio de Riaño, dio instrucciones a los soldados realistas de preparar el ataque en la Alhóndiga de Granaditas, mientras que sus empleados trasladaban a ella los caudales reales, los fondos de la ciudad y los archivos del gobierno, además de víveres y barriles de agua. Los españoles también usaron a esa fortaleza como refugio de sus familias, de sus tesoros y de ellos mismos.

Hidalgo trató de persuadir al intendente a rendirse, pero Riaño le mandó decir altiva y despectivamente que lo "esperaba con sus chusmas" en el Castillo de Granaditas. El combate dio inicio al medio día del 28 de septiembre de 1810, entre una muchedumbre de indígenas, armados de piedras, lanzas y garrotes, y unas tropas muy bien equipadas. Los cañones eran tan potentes, que cada una de sus balas bastaba para matar a docenas de insurgentes. No obstante, los sublevados no se daban por vencidos y continuaban luchando valerosamente. Aunque las armas de los realistas superaban en mucho a las piedras de sus enemigos, el número de éstos era inmensamente mayor. Los mineros de Guanajuato, apostados en los cerros lanzaban un verdadero alud de piedras. Repentinamente los españoles y sus partidarios se sintieron perdidos y trataron de rendirse, pero ya era demasiado tarde. El Pípila le prendió fuego a la puerta, los rebeldes entraron a la fortaleza y aniquilaron a casi todos sus defensores.

A la muerte de Hidalgo, la insurrección continuó en el sur, bajo la dirección del cura José Maria Morelos y Pavón, quien solía llamarse a si mismo "el siervo dala nación". Entre sus lugartenientes figuraban excelentes militares, como los hermanos Galeana, los hermanos Bravo y Vicente Guerrero.

Félix Maria Calleja y Agustín de Iturbide los combatieron durante más de cuatro años, hasta que, el 5 de noviembre de 1815, Morelos fue capturado, despojado de su cargo de sacerdote y ejecutado el 22 de diciembre de 1815, en San Cristóbal Ecatepec. El movimiento de independencia no pereció con Morelos. Vicente Guerrero y otros insurgentes siguieron luchando tenazmente, hasta que lograron liberar a México de la opresión española.

Por instrucciones de Juan Antonio de Riaño, intendente de Guanajuato, los realistas se refugiaron en la Alhóndiga de Granaditas. Al medio día del 28 de septiembre de 1810, se inició un encarnizado ataque. Los insurgentes sólo contaban con palos y piedras, mientras que los españoles poseían cañones, granadas y rifles, y para vencerlos era necesario penetrar en la fortaleza. Entonces un joven minero, llamado Juan José de los Reyes Martínez, y apodado El Pípila, se cubrió la espalda con una

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