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El emperador Carlos V y los focos luteranos en España


Enviado por   •  8 de Mayo de 2017  •  Apuntes  •  5.295 Palabras (22 Páginas)  •  319 Visitas

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El emperador Carlos V y los focos luteranos en España

La figura del Emperador Carlos V

El futuro rey Carlos I de España y Emperador Carlos V del Sacro Imperio Romano Germánico, nace el 24 de febrero de 1500 en Gante (Flandes), a donde sus padres, Juana I de Castilla -quien después sería llamada Juana la loca- y Felipe I -apodado Felipe el hermoso- habían acudido con motivo de la celebración del día de los estados flamencos, para rendir pleitesía al rey de Francia, Luis XII. Cuenta la historia que Doña Juana se sintió indispuesta y atribuyéndolo a una mala digestión partió al evacuador, donde parió sin ningún tipo de asistencia a su hijo Carlos.

Quiso el destino que el joven Carlos llegara a convertirse en Rey Carlos I, como consecuencia de la muerte prematura de los herederos directos a varios tronos, pasando éste a heredar los reinos de: Castilla, Aragón y Navarra, así como Nápoles, Sicilia, las Islas Canarias y los territorios recién descubiertos de las Indias, por la línea materna. Por la línea paterna heredaría los Países Bajos, los territorios austriacos y el derecho al trono imperial.

Toda su infancia y parte de la adolescencia transcurren en los Países Bajos y su educación es marcadamente flamenca y humanista. Con solo 16 años recibe la noticia de la muerte de su abuelo Fernando el católico y decide partir hacia España para tomar posesión como Carlos I. Para tal fin hubo de hacer frente a numerosos impedimentos como por ejemplo la oposición de muchos nobles que pretendían que fuera su madre Juana la que tomara las riendas del poder, aunque ésta, recluida en Tordesillas desde 1509 por su padre Fernando el católico, no estaba habilitada para asumir tal encargo dada su enfermedad. También estaban los partidarios de que el nuevo Rey fuera su hermano Fernando, quien a diferencia de Carlos sí había crecido en Castilla. No estuvo muy acertado Carlos al pretender gobernar únicamente con algunos hombres de confianza, compatriotas venidos con él desde Flandes, a quienes otorgó los más altos cargos, tampoco ayudaba el hecho de que el joven e inexperto monarca no hablara la lengua de sus abuelos maternos, lo cual afianzaba más aun la percepción de “rey extranjero” que de él tenían sus futuros súbditos.

La muerte de su abuelo Maximiliano le sorprende inmerso en todas estas negociaciones para afianzar su autoridad en los reinos heredados de los reyes católicos. Poco después le anuncian que ha sido elegido Emperador del Sacro Imperio Romano y que será coronado como Carlos V. Consciente de lo complicado que sería gobernar tantos y tan diferentes dominios, Carlos elige la figura de emperador para cohesionarlos y se erige como guardián y fiel defensor de la fe y la doctrina católica, para dotar a todo este conglomerado de un ideal común. De esta manera, Carlos legitima su poder pasando a ser rey por la gracia de Dios y Emperador por mandato de los hombres.

Pero la tan anhelada unificación de sus territorios nunca fue tarea fácil. Ya desde el comienzo de su reinado en España, Carlos I tuvo que sortear disputas internas como el levantamiento de los comuneros en Castilla (1520-1522) y la guerra de las germanías en Valencia y Mayorca, las cuales se sucedieron paralelas al conflicto de Castilla, aunque sus orígenes fueron diferentes. Mientras en Castilla el conflicto surgió del rechazo directo al nuevo rey, a los gobernantes flamencos que éste impuso y que no mostraban el más mínimo respeto por las costumbres y las gentes de Castilla y la gran cantidad de dinero que éste solicitó, en parte para sufragar su investidura como Emperador, en Valencia y Mayorca la rebelión la iniciaron los burgueses contra la nobleza, que había huido de la ciudad por hallarse ésta asolada por las epidemias, dejando abandonados todos los estamentos administrativos, tareas que fueron ejerciendo paulatinamente los burgueses, que además estaban bien armados, gracias a una permiso especial del rey Fernando el católico que les autorizaba a armarse y defenderse en caso de ataques berberiscos, es decir de los pobladores del norte de África.

Ya como Emperador, Carlos V tuvo 3 grandes frentes abiertos, con Francisco I rey de Francia, con Solimán II, conocido como Solimán el Magnífico, rey de los turcos. Las guerras fueron constantes y estuvieron marcadas por las ambiciones de dominio geopolítico de los tres gobernantes. Francisco I veía con recelo el creciente poder del emperador y en ocasiones no dudo en aliarse con el Sultán turco, o en apoyar a los defensores de las doctrinas de Lutero, si con ello conseguía desestabilizar en parte el gran dominio del Emperador. Por su parte, Solimán el Magnífico persistía en su empeño de conquistar el continente europeo, llegando a estar a las puertas de la ciudad de Viena en 1529. Era el Sultán turco el rival más a la altura de Carlos V, ambos se disputaban el dominio absoluto del mundo y ambos habían empuñado como lanza de guerra la religión.

Mención aparte merece Martin Lutero, quien sin empuñar nunca un arma, logró dividir el gran imperio de Carlos V. Casi al mismo tiempo en que Carlos I comenzaba su andadura como Rey de los territorios heredados de sus abuelos maternos, Lutero hacía públicas sus 95 tesis, clavándolas en la puerta de la iglesia del palacio de Wittenberg. El detonante fueron las indulgencias que vendía la iglesia católica al pueblo, prometiéndole así el perdón de sus pecados y asegurándole la salvación de su alma, con sólo adquirir el consabido documento se abrían las puertas del paraíso. Como valedor de la fe católica, el Emperador tuvo que hacer frente al gravísimo problema que suponía el sigma creado por las tesis de Lutero, a pesar de estar de acuerdo en algunos de los puntos clave de lo expuesto por Lutero en sus tesis. El Emperador tampoco veía con buenos ojos algunas conductas y procedimientos de la jerarquía católica. Lutero tuvo ocasión de retractarse en la reunión de la Dieta de Worms a la cual acudió con un salvoconducto expedido por el propio Carlos V, que le garantizaba ir, hablar y regresar, sin que pudiese ser prendido y ajusticiado. Entre el 16 y el 18 de abril de 1521, Martín Lutero expuso sus tesis, pero lejos de abjurar se mantuvo firme en sus proposiciones con respecto a la iglesia católica. El propio emperador intentaría después acercar las posiciones entre la iglesia católica y Lutero, pero ambas partes permanecieron inamovibles en la defensa de sus postulados.

Testamento de Carlos V

Según la comunicación firmada el 6 de junio de 1554, y que pertenece al testamento de Carlos V, básicamente lo que éste pide a su hijo Felipe II es, obediencia a los

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