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Historia Aurelius Augustinus


Enviado por   •  13 de Junio de 2012  •  Biografía  •  2.778 Palabras (12 Páginas)  •  347 Visitas

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Datos biográficos

(Aurelius Augustinus; Tagaste, hoy Suq Ahras, actual Argelia, 354 - Hipona, id., 430) Teólogo latino. Hijo de un pagano, Patricio, y de una cristiana, Mónica, San Agustín inició su formación en su ciudad natal y estudió retórica en Madauro.

Su primera lectura de las Escrituras le decepcionó y acentuó su desconfianza hacia una fe impuesta y no fundada en la razón. Su preocupación por el problema del mal, que lo acompañaría toda su vida, fue determinante en su adhesión al maniqueísmo. Dedicado a la difusión de esa doctrina, profesó la elocuencia en Cartago (374-383), Roma (383) y Milán (384).

La lectura de los neoplatónicos, probablemente de Plotino, debilitó las convicciones maniqueístas de San Agustín y modificó su concepción de la esencia divina y de la naturaleza del mal. A partir de la idea de que «Dios es luz, sustancia espiritual de la que todo depende y que no depende de nada», comprendió que las cosas, estando necesariamente subordinadas a Dios, derivan todo su ser de Él, de manera que el mal sólo puede ser entendido como pérdida de un bien, como ausencia o no-ser, en ningún caso como sustancia.

La convicción de haber recibido una señal divina lo decidió a retirarse con su madre, su hijo y sus discípulos a la casa de su amigo Verecundo, en Lombardía, donde San Agustín escribió sus primeras obras. En 387 se hizo bautizar por san Ambrosio y se consagró definitivamente al servicio de Dios. En Roma vivió un éxtasis compartido con su madre, Mónica, que murió poco después.

En 388 regresó definitivamente a África. En el 391 fue ordenado sacerdote en Hipona por el anciano obispo Valerio, quien le encomendó la misión de predicar entre los fieles la palabra de Dios, tarea que San Agustín cumplió con fervor y le valió gran renombre; al propio tiempo, sostenía enconado combate contra las herejías y los cismas que amenazaban a la ortodoxia católica, reflejado en las controversias que mantuvo con maniqueos, pelagianos, donatistas y paganos.

conocimiento

Agustín comprendió la importancia del tema del conocimiento pero para él, el conocimiento de la verdad debe ser buscado no con fines meramente académicos (ni como presupuesto a una metafísica sistemática ), sino porque aporta la verdadera felicidad, la verdadera beatitud. Es decir, hay que situar el tema del conocimiento en función de la aspiración del alma a Dios.

El hombre siente su insuficiencia, se lanza hacia un objeto más grande que él mismo, un objeto que puede traerle paz y felicidad, y el conocimiento de ese objeto es una condición esencial para conseguirlo; pero ve el conocimiento en función de un fin : la beatitud. Solamente el sabio puede ser feliz, y la sabiduría requiere el conocimiento de la verdad.

Agustín buscó la verdad porque sintió necesidad de ella, y al considerar retrospectivamente su propio desarrollo a la luz de lo logrado, lo interpretó como una búsqueda de Cristo y de la sabiduría cristiana, como la atracción de la belleza divina, y universalizó esa su propia experiencia. Esta introspección psicológica, lejos de tener un valor puramente subjetivo, lo capacitó para poner al desnudo el dinamismo del alma humana.

Entre los postulados del pensamiento agustiniano se cuenta la convicción, proveniente del dualismo neoplátónico, de que la verdad debe ser inmutable, necesaria y eterna. Esta exigencia de validez absoluta y permanente identidad la pueden cumplir tan sólo las entidades ideales. Por ello tiene prioridad ontológica y gnoseológica el mundo inteligible sobre el mundo real de nuestra experiencia.

El vínculo a la materia supone mutabilidad; por ende lo universal no puede apoyarse en la percepción sensible. Con ello se ha establecido una premisa epistemológica que encuentra expresión en la frase: Noli foras ire, in te ipsum redi. La morada de la verdad se encuentra en el hombre interior.

Naturaleza de la sensación

La sensación es una actividad del alma que utiliza los órganos de los sentidos como instrumentos suyos (psicología platónica). El alma no es pasiva. Sentire non est corporis, sed animae per corpus. Es la conciencia que adquiere el alma de la pasión sufrida por el órgano corporal. El alma anima todo el cuerpo, está presente toda entera al cuerpo todo entero pero sólo está unida a el cuerpo por la acción que sobre él ejerce continuamente para vivificarlo.[4] Si algún objeto exterior hiere nuestros sentidos, nuestros órganos sensoriales sufren su acción; pero como el alma es superior al cuerpo, y puesto que lo inferior no puede obrar sobre lo superior, ni lo material sobre lo espiritual, ella misma no sufre acción alguna. Lo que acontece es lo siguiente: gracias a la vigilancia que ejerce, al alma no le pasa inadvertida esta modificación de su cuerpo. Sin sufrir nada de parte del cuerpo, sino al contrario, por su propia actividad, con maravillosa rapidez saca de su propia substancia una imagen semejante del objeto. Esto es lo que se llama una sensación. Las sensaciones son, pues, acciones que el alma ejerce y no pasiones que sufre.

Consecuencia de esto:

±cualquier deficiencia en el conocimiento sensible procede de la deficiencia del órgano sensitivo o bien del objeto de la sensación.

±cuando el alma contempla verdades eternas, en sí misma y a través de sí misma alcanza verdadera certeza; cuando se vuelve hacia el mundo material y hace uso de instrumentos corporales no puede alcanzar un verdadero conocimiento.

La sensación es común a los animales y al hombre, pero los hombres pueden tener un conocimiento racional de los objetos corpóreos, y percibirlas como aproximaciones a sus modelos eternos.(Por ejemplo cuando dice que una línea es mas recta que otra, hace referencia a una recta ideal).

El ideal es que la sabiduría contemplativa aumente, pero al mismo tiempo nuestra razón ha de dirigirse en parte al buen uso de las cosas mutables y corpóreas, sin las cuales esta vida no puede llevarse adelante, siempre que hagamos servir las cosas temporales para alcanzar las cosas eternas.

AY cuando hayas contemplado tu naturaleza en su inconstancia, trasciéndete a ti mismo; pero ten en cuenta que al hacerlo superas el alma racional. Aspira pues al sitio donde se enciende la luz misma de la razón@(De vera religione, 39,72)

A la sabiduría que versa sobre las cosas eternas e inmutables, se llega por la meditación y la contemplación. A esto debe subordinarse la ciencia, como una etapa inferior, aunque indispensable, del conocimiento perfecto. Hay que pasar de la belleza sensible, transitoria, de las cosas mudables y materiales, a la belleza eterna e inmutable de las divinas. Dios es el bien, la verdad y la realidad suprema, y, por lo tanto la suprema

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