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Ideología Y Política Educativa Del Liberalismo En El Poder


Enviado por   •  14 de Marzo de 2014  •  3.479 Palabras (14 Páginas)  •  568 Visitas

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LECTURA: Ideología y política educativa del liberalismo en el poder

Describe en que consiste la doctrina positivista y el papel del Estado dentro del positivismo

El positivismo puede ser definido como la corriente de pensamiento que da nueva forma al liberalismo en términos políticos positivismos enfatiza la necesidad del orden por sobe los derechos y las libertades. De la ideología liberal como negación se pasa a la afirmación. El neutralismo cultural del Estado se transformará en “positivismo cultural”. El papel del Estado se reforzará mediante una serie de argumentaciones que tienden a legitimar la constitución de un centro de poder unificador homogeneizador. Gabino Barreda fue el primer ideólogo del liberalismo en el poder, luego del triunfo de Juárez y la Restauración de la República y expresa este nuevo tipo de exigencias. El Estado deberá jugar en este terreno un papel cada vez más activo y positivo donde el mismo debe constituirse en educador, es decir, una doctrina positiva. De este modo el estado se realizaría una reforma moral e intelectual en las conciencias individuales. Barreda se percataba muy bien en los más prejuicios errores adquiridos, instalados en lo más profundo de las conciencias determinan las prácticas y era necesario que el Estado se instalara en las conciencias, removiendo los hábitos tradicionales y reemplazándolos por un fondo común de verdades que por ser científicas podían ser aceptables por todo el mundo. Desde este momento la libertad de enseñanza se concilia con la obligatoriedad de aprender.

Una educación positiva se constituye en un ingrediente para conservar el poder, se inscribe desde este momento en una lógica de poder. Al extender su hegemonía sobre el conjunto de la sociedad, el positivismo contribuía a la tarea de unificación e integración nacionales. Se requería de las integraciones nacionales. Se requería de la integración moral y cultural que acompañara y favoreciera el proceso general de desarrollo del Estado-Nación. Reducir las múltiples diversidades que fragmentaban el alma nacional mexicana, frenar las fuerzas centrífugas y anárquicas que denominaban el contexto del país, requería de un poder fuerte y centralizado. Sin embargo, esta necesidad de unificación no era una necesidad percibida por todo el bloque en el poder.

El proceso de centralización encontraba en sus avances los obstáculos propios que le oponían las situaciones regionales y locales, generalmente interesadas en mantener sus esferas autónomas de poder e influencia. Si los liberales en el poder avanzan lentamente hacia esta dirección no es porque su concepción del mundo fuese defectuosa, sino porque la coherencia de su discurso no iba a la par con la fuerza de la burguesía como clase.

Durante la segunda mitad del siglo pasado y la primera década del presente, toda la polémica se centra alrededor del tema de los límites de la intervención del Estado en materia educativa. Si en conjunto la clase dominante seria de virtudes, sus más lúcidos representantes eran bien consistentes de la eficacia especifica de su expansión.

Emilio Rabasa, en la educación afirmaba que no se trata de una panacea ni social ni normal. Los vicios que acechaban al mexicano, como la independencia y la inclinación al robo, bastante conexos, están sujetos a modificarse y a desaparecer no solo por la acción de la escuela esta seria eficaz funcionando aisladamente, sino por la transformación coincidente de las condiciones del trabajo nacional.

La ley de educación sancionado en 1967 otorga a la educación elemental impartida por el Estado sus tres características básicas: la obligatoriedad, la gratuidad y el laicismo.

La obligatoriedad se imponía porque el deseo de instruirse no está uniformemente distribuido entre las clases sociales. La práctica pedagógica se define siempre por una acción de inculcación que es siempre impositiva, aun cuando para ciertas clases parezca no serlo en virtud de que experimenta un deseo de educarse que tiende a parecer natural. La obligatoriedad de la enseñanza tenía un destinatario específico: aquellos que en virtud de sus condiciones de existencia no experimentaban ésta necesidad. En el campo ideológico de la idea de la intervención estatal en la educación adquiere una consistencia particular durante la realización de los Congresos de Instrucción convocados por el Ministro Joaquín Baranda, en 1889 y 1890 respectivamente. Baranda fue categórico: la enseñanza en el elemento principal para dominar a los pueblos. El Estado no es simplemente libre de invertir en ésta materia, sino que necesita dirigir el proceso educativo para su propia conservación.

El ministro tenia clara conciencia que grupos con intereses antagónicos generan y difunden concepciones del mundo, valores y culturas, también antagónicas, impidiendo de ésta manera la consolidación de la unidad nacional. Lo que Baranda propone es que el estado intervenga en todo proceso educativo, en especial en la definición del contenido de la enseñanza. Éste último debe coincidir con los valores ideológico-políticos consagrados en la Constitución Nacional. Ya los particulares ya no serían libres de inculcar los valores y saberes que consideren adecuados a sus propios intereses. Es el grupo dominante el que está en condiciones de transformar sus propios intereses en intereses generales del pueblo-nación. El Estado capitalista moderno se define como un Estado representativo del pueblo-nación. Se basa en el concepto de ciudadano libre y liberado de toda dependencia de grupo o cuerpo ajeno al Estado. Es necesario reconstruir la integración, nacionalizarla, transfiriendo las lealtades locales y corporativas hacia un ente nacional: El Estado mexicano. Esto requiere tanto de un nuevo sistema de valores de un nuevo sistema de inculcación. Baranda presentaba con claridad cuál era la dirección a seguir. El Estado no se suicida y suicidarse sería mostrar indiferencia respecto a la instrucción de la juventud, en la que todos los pueblos antiguos y modernos, bajo distintas formas de gobierno, han vinculado su fuerza, y su gloria y su porvenir.

Junto con esta preocupación por nacionalizar y uniformar la enseñanza, con el Congreso se manifiesta la necesidad de extender el servicio educativo hacia capas cada vez más amplias de población rural. Educar al pueblo se constituía a un objeto político, por eso afirmaba Baranda que el ejecutivo se ha ocupado de preferencia de la institución primaria, que es la institución democrática, porque prepara el mayor número de buenos ciudadanos.

La homogeneización era en ese momento el objeto prioritario. Unificar la legislación, los reglamentos escolares, el contenido y los métodos de la enseñanza en todo el territorio

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