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Juicio De Giordano Bruno Por La Santa Inquisicion


Enviado por   •  3 de Marzo de 2014  •  3.751 Palabras (16 Páginas)  •  528 Visitas

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GIORDANO BRUNO

"Él apartó su cara del crucifijo

que se le ofrecía y murió en

silencio"

"Estamos viviendo tiempos difíciles, en que no se puede ni hablar ni callar sin peligro."

Juan Luis Vives a Erasmo, 1534.

En 1548, a la sombra del Vesubio, en Nola, cerca de Nápoles, ve la luz Filippo Bruno. Su padre es Giovanni, modesto hidalgo, soldado al servicio del virrey Pedro de Toledo; su madre se llama Fraulisa Savolino. Con orgullo se define a sí mismo " el nolano", nacido bajo el "cielo más benigno", amante de la naturaleza por haberse criado en ella en el pleno disfrute de la libertad. Cuando tenía diez y seis años, ingresa en el monasterio de San Domenico Maggiore de los Hermanos Predicadores de Santo Domingo, en Nápoles. A los 24 años, es ordenado sacerdote y, a los 27, abandona el convento y se dirige a Roma, por no poder adaptarse a la vida conventual, a la que describe como "prisión angosta y negra". A partir de 1503, Nápoles es una conquista española incorporada a la corona, desde el tiempo del Rey Católico hasta el Imperio de Carlos V. Constituía la gran avanzada mediterránea de la monarquía, de gran importancia estratégica, por eso el Emperador envió como virrey al poderoso noble Pedro de Toledo, que desempeñó con notable éxito sus funciones durante más de dos décadas, hasta 1553. Ya antes, en el 1547, había ocurrido una violenta sublevación popular y de la nobleza contra la instauración de la Inquisición en Nápoles.

Filippo cambia su nombre por Giordano, nombre de su maestro de Metafísica, aunque al maestro que más recordaría seria el de Filosofía, Teófilo de Vairano, según consta en su carta del 7 de diciembre de 1586 a Guillermo Getín: "Teófilo, el principal maestro que yo he tenido en Filosofía".

Se ocupa en la lectura de las obras de Erasmo de Rótterdam, íntegramente condenadas por Paulo IV, en 1559, y expurgadas por el Index tridentino de 1564. Lee intensamente y piensa sin pausa ni medida, le atrae la coherencia religiosa del arrianismo y empieza a criticar la iconografía, el culto a los santos, que él considera como residuos paganos en el cristianismo y que la Reforma también rechaza.

De regreso a Nápoles, será testigo ocular de la revuelta de 1564 y presenciará, en la plaza del Mercado, la quema en la hoguera de dos herejes relapsos, juzgados por el cardenal Santori; el mismo cardenal, que junto a Roberto Bellarmino, lo conducirá a él mismo al quemadero de

Campo dei Fiori, en Roma, unos años más tarde.

Ya en Roma, visitó al Papa Pío V y al cardenal Rebiba quienes, conocedores de sus recursos mnemotécnicos, le preguntaron por la memoria artificial y les recita el salmo Fundamenta en hebreo. Sorprendidos por su prodigiosa memoria, le da al cardenal Rebiba unos lecciones sobre los recursos de aquel arte.

En Roma, en un oscuro proceso, se le acusa de arrojar al Tíber, sin fatales consecuencias, a un hermano dominico, de quien Giordano sospechaba que lo había denunciado a la Inquisición. Lo cierto es que deja los hábitos y se dirige a Génova, después a Turín, Venecia y Lyón, en errante caminar, siempre en búsqueda de respuestas a los infinitos interrogantes que venían a su mente. Entre ellos estaba el interrogante de la inmortalidad del alma y sobre todo, siguiendo la teoría de la doble verdad de Averroes, la separación de la Filosofía de la Religión, ciencias diferentes que el tomismo se empeñaba en unificar. Esta fusión, tan imposible como mezclar el agua con el aceite, pretendían conseguirla creando una Teología que racionalizara la fe. Los escolásticos y Tomás de Aquino intentaron presentar la fe como un obsequio racional, esto es, apoyada en la razón, y consideran la teología como la ciencia de Dios: Dios objeto de investigación. Hoy en día sabemos que esto es una quimera. Se atrevieron a definir a Dios como acto puro infinito. Partiendo de esta premisa, sólo una inteligencia infinita podría captar esa esencia, por denominarla de alguna forma. Dios no es ni puede ser objeto de verificación ni de demostración. Partían del mito de la creación para que, elevadas al infinito todas las perfecciones del universo, pudiésemos obtener una idea de la esencia infinita de Dios.

Pero su idea de la creación no aguanta el principio según el cual la materia ni si crea ni se destruye. La creación no pasa de ser un mito y hacer teología es crear mitología, lo cual es muy diferente de reflexionar y hacer ciencia sobre el fenómeno religioso en las sociedades de cada época, que es el

contenido de la Sociología de la religión. Desde Lyon, "frente de la catolicidad", donde el pensar de Bruno no encajaba con los clichés dogmáticos allí vigentes, se dirige hacia la Ginebra de Calvino, la "nueva Roma", ahora gobernada por Theodore Bèze. Era Ginebra una república libre desde 1533 , allí Giordano es recibido por la comunidad evangélica italiana y piensa que será el lugar idóneo para su libre pensar. Se hace calvinista, en el proceso dirá que fue un requisito para conseguir trabajo, y consigue un empleo de corrector de imprenta. No habían pasado dos meses, cuando Giordano escribe un panfleto contra Antorine de la Faye, principal de colegio y profesor de Filosofía, que versa sobra los errores de dicho profesor en sus exposiciones sobre Aristóteles; ello le acarrea la excomunión el día 27 de agosto de 1578. Bruno reconoce su falta, pero Ginebra, para Bruno como también había sido para Servet, se convierte en un grave error, ya que en su proceso lo acusarán de calvinista y él dirá que "fue invitado por el marqués de Vico y que él sólo buscaba vivir en libertad y en seguridad". Se encamina hacia Toulouse donde permanece unos veinte meses como maestro de arte (magister artium) , allí enseña De anima de Aristóteles y otras materias de Filosofía, Física y Matemáticas. En el otoño de 1581, Giordano abandona Toulouse, con sus guerras civiles, y se dirige a París, donde da clases de mnemotecnia, que lo catapultan a una fama tal que el rey, Enrique III, lo llamó para preguntarle si su memoria era natural o era el resultado de la magia. Giordano le ofreció unas clases, para que comprobase que no era magia sino ciencia. Bien acogido, Giordano se anima a escribir De umbris idearum (De las sombras de las ideas) y Ars memoriae (El arte de la memoria), en la que expone con detalle las reglas fundamentales del arte de la memoria, con una combinatoria compleja, fundada sobre una serie de imágenes repartidas en cinco ruedas concéntricas y móviles. Estas ruedas explicaban los tres procedimientos mnemotécnicos elementales -artes breves-, que

había hecho ensayar al rey de Francia, al que dedicó su obra, y, por ello, fue nombrado lector

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