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La Marinera


Enviado por   •  9 de Mayo de 2014  •  500 Palabras (2 Páginas)  •  318 Visitas

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1.1. ORIGEN Y EVOLUCIÓN:

Aunque de múltiple origen cultural, la Zamacueca fue de herencia predominante africana. De selva africana. Cantantes, danzantes e instrumentistas fueron casi siempre afroperuanos, al igual que tantos otros bailes coloniales. De afroperuanos fueron las más de las fiestas y reuniones con Zamacueca. Hasta el cajón – neta creación del Perú – rememoraría el tamtam de las selvas del otro lado del atlántico. Asimismo, la libre expresividad de esa danza ( y de otros “bailes de tierra” ) dejaban de lado todo marco ético cristiano, pues la desenvoltura reproducía, en parte, mitos paganos de culto a la fertilidad. Cabe comprender que tan frenética alegría consolidaba un tanto de los padecimientos propios de la esclavitud y de la añoranza de las patrias perdidas; lo último, especialmente en las etapas de asentamiento de cada uno de los grupos que fueron llegando a lo largo de tres siglos. Hasta sumar todos unos cien mil inmigrantes forzados. Tantos como los chinos; y, por supuesto, muchos más que los españoles.

Las danzas que practicaban nuestros zambos, negros y mulatos de los tiempos coloniales, alcanzarían pronto los salones de quienes se autodenominaban “españoles americanos”, vale decir, criollos. La vocación jaranista de jóvenes de nivel alto y medio los impulso a pasar de la mansión a los callejones y de la casa hacienda a la ranchería, en pos de juerga verdadera, en bailes muchos más cautivantes que los de sus propios ambientes; jóvenes bastantes veces atraídos, a no dudarlo, con la idea de una aventura con esbeltas y graciosas muchachas que bailaban tan seductoramente; en la línea de aquella canción que dice “Aquel que no ha besado/ una mujer morena/ no sabe qué gusto/ tiene la canela … “ o siguiendo el viejo dicho de • la leche es pregonada, la canela buscada “; y no faltaron – consta – los casos de las jóvenes de las residencias que lamentaron no poder compartir las tambarrias a las cuales concurrían sus hermanos; estos, amparados en sus privilegios de género

. Rezongaban ellas al no poder hacer lo mismo. Pero pronto recobraría terreno.

En parte fue así, porque otra vía para la difusión de los ritmos y de las fiestas fue, ¡qué duda cabe!, la de los maestros de música y de danza en las residencias. En efecto, durante la colonia y medio siglo XIX, negros criollos, mulatos y zambos fueron mayoría absoluta en el oficio. No se limitaron en enseñar coreografía española. Pero de sus artes propias, esos negros, a pedido de una clase criolla jaranera y disipada, entregaron lo que más se adaptaba al ambiente.

Por ello “las señoritas” sabían bailar, casi siempre en confianza, danzas voluptuosas; esas que tantos extranjeros calificarían “de escandaloso”. Naturalmente, aquellas criollistas se desenvolvían con similar gracia en los bailes descritos como serios.

El avance de determinadas

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