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Las Prisiones En Mexico


Enviado por   •  28 de Abril de 2013  •  10.941 Palabras (44 Páginas)  •  541 Visitas

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ENSAYO SOBRE LA REVOLUCIÓN Y LAS CÁRCELES EN MÉXICO.

(Las cárceles, las dictaduras, el impacto del movimiento armado y las leyes, para abrir paso a un nuevo país)

Dra. Emma Mendoza Bremauntz. Profesora por oposición. Facultad de Derecho. Universidad Nacional Autónoma de México. Centenario de la Revolución Mexicana. 2010.

1. Introducción. 2. La prisión en la historia. 3. La prisión en México. 4 La prisión en México en el S. XIX. 5.. El porfiriato. 6. Los enemigos políticos del gobierno y su persecución. 7. Las cárceles de entonces. 8. El levantamiento y su efecto en las normas (como ni Independencia ni Revolución ser reflejan de inmediato en sus leyes ordinarias y reglamentos, solo en la Constitución. 9. Los Constituyentes que conocían bien las cárceles y gracias a ellos y su ignorancia de las teorías constitucionales se logra la primera Constitución político social del mundo en 1917. 10. La prisión en la Constitución.11. El supuesto poder mágico de la ley.

1. Introducción. La prisión ha sido con frecuencia, desde su utilización como pena a fines del Medievo, un instrumento de abuso de poder con el cual los tiranos encerraron a sus enemigos, a sus opositores y a veces también un medio para obtener los bienes del preso, como fácilmente lo encontramos en la historia, antigua y moderna.

La prisión nace como pena muchos siglos después de que el poder, religioso y político la utilizara como un medio preventivo para evitar que el supuesto violador de la norma social se fugara en tanto la autoridad, cualquiera que fuera en ese momento la autorizada por el grupo social, decidiera si era culpable y cual pena se le debería aplicar, de acuerdo con las usadas en ese grupo y momento.

Sabemos también que la pena mas cómoda en los grupos primitivos era la pena de muerte ya que los recursos económicos no proveían lo suficiente como para sostener largo tiempo al violador de la ley vivo.

Estos criterios permitieron que en las sociedades primitivas se usara como medio de ejecución la lapidación, (siempre hay piedras a la mano) y de esta forma multitudinaria, todos los miembros del grupo podían participar en la ejecución, ejerciendo venganza contra el autor del hecho que había puesto en peligro al grupo social completo.

Sin embargo, con el transcurso del tiempo se van refinando las costumbres inclusive las penales, permitiendo la participación en la ejecución solamente de los ofendidos por el delito y desarrollando medios selectivos de aplicación de la pena de muerte, mas de acuerdo con el hecho delictivo y el daño causado.

Así llegan a aplicarse casi trescientas formas diferentes de ejecutarla por ejemplo, en Inglaterra, de acuerdo con el tipo de delito cometido, contemplando una amplísima gama de causales. El poco aprecio por la integridad humana permite el enorme desarrollo de penas bárbaras y crueles en extremo, previas a la ejecución final, presentándose así un endurecimiento en la visión social del castigo, perdiéndose poco a poco la idea de evitar el peligro para el grupo social, al ofender a los dioses o dañar los tabúes que lo protegían, lo que justificaba la dureza de la pena en los grupos primitivos.

El daño humano, la pérdida de vidas y de la capacidad productiva, la injusticia frecuente y la incontenible proliferación de la delincuencia que hace notoria la inutilidad de tanta crueldad, a la vez hace necesario establecer algún límite a la autoridad sentenciadora y empieza a diseminarse, primero entre los estudiosos y posteriormente convenciendo a las autoridades, la idea de sustituir la pena de muerte por una pena de prisión.

A pesar de que la idea del encierro como pena tenía en sus orígenes el atractivo de sustituir la pena de muerte, la cual en la realidad resulta irreparable, injusta, una enseñanza perversa para la población, que aprende a matar a sangre fría, aún con la simulación de una búsqueda de muerte indolora, solo creíble con mucha inocencia o con la voluntad de venganza; con el transcurso del tiempo va cayendo en un absoluto descrédito también, aunque se alternan los grupos que demandan el recrudecimiento y la aplicación de una y otra, movidos frecuentemente por la incapacidad de la autoridad para contener la delincuencia.

Un aspecto que ha mantenido vigente la pena de prisión ha sido la existencia de gobiernos autoritarios y dictatoriales, que la utilizan como sitio de contención para sus enemigos o sus opositores, lo cual ha contribuida sensiblemente a su desprestigio.

Nuestro país no ha sido la excepción en este uso y aunque la dictadura porfirista que por fortuna fue la última en la historia de México con ese perfil, tuvo como casi todas en sus inicios, la participación de un militar con una trayectoria, Porfirio Díaz quien fuera valeroso luchador en su carrera militar pero cuya prolongación en el poder dio lugar a penosos abusos y el desarrollo de vicios ejercidos por los Jefes Políticos y los personajes que utilizaron sus conocimientos para beneficio propio, con el apoyo de Díaz.

Vale la aclaración de que “las rebeliones casi siempre tienen un carácter reaccionario de caminar hacia atrás en contra de la corriente del río caudaloso de la historia, engendros de la ambición de militares sedientos de honores o de poder, o de ambas cosas a la vez. En cambio, las revoluciones las hacen los pueblos por necesidades insatisfechas que no ha sido posible llenar por medios pacíficos”.

“Para que una revolución estalle--escribe Jaures en su Historia socialista—es necesario que las clases inferiores sufran un terrible malestar o una gran opresión, pero también es menester que tengan un principio de fuerza y por consiguiente, de esperanza.”

Se necesita ser ignorante para aceptar como verdad que vivimos igual que antes de la Revolución y que esta no sirvió de nada, como les hacen creer en las escuelas confesionales a las nuevas generaciones. Revisar la historia gráfica previa y correspondiente a la revolución, para enterarse de todos los sufrimientos que tuvieron que pasar los primeros ideólogos, los primeros luchadores y muchos de los que posteriormente participaron en la lucha revolucionaria y en la posterior redacción de nuestra Constitución de 1917, que estuvieron en las cárceles y los “separos” del porfiriato, golpeados y maltratados, inclusive asesinados para silenciarlos.

El sufrimiento que se vivía por esa parte mayoritaria de la población, como en muchos otros lugares y momentos, hizo factible que los seres humanos, desesperados ante el nefasto futuro

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