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Libro Basta De Historias


Enviado por   •  27 de Noviembre de 2012  •  1.906 Palabras (8 Páginas)  •  1.228 Visitas

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Lo primero que me llamó la atención al comprar en una librería colombiana el libro "¡Basta de Historias!" de Andrés Oppenheimer, fue ver la diferencia en su portada respecto a la versión que había visto antes por internet. En esta última aparecen caricaturas de seis presidentes latinoamericanos, vestidos con trajes típicos o alusivos a algún evento importante de sus países de origen, mientras que en la versión colombiana, una de las caricaturas -la de Juan Manuel Santos en uniforme militar- había desaparecido (Ver imágenes). Pensé entonces que la editorial consideraba que las ventas del libro se reducirían si a los lectores colombianos se les mostrara la imagen internacional que tiene el hoy popular líder, lo cual, a su modo de ver, justificaba las diferentes portadas. Seguido a esto me pregunté si el contenido del libro también mostraría sólo la parte conveniente de la historia y ocultaría otras "verdades incómodas", lo cual me predispuso hacia la lectura del texto. Como mostraré en lo que sigue, tras finalizar la lectura mi balance del libro es más positivo que negativo, y la elección y adaptación de portadas es, más bien, un gran desatino.

"¡Basta de Historias!" es el resultado de múltiples entrevistas del autor a personalidades en todo el mundo, las cuales giran en torno a temas directamente relacionados con la educación. Así, Oppenheimer indaga acerca de los logros alcanzados en los últimos años por diferentes países y la forma como los mismos afrontan, desde la educación, los retos de un mundo cada vez más globalizado. Siguiendo con ejemplos como los desarrollados en su libro anterior -"Cuentos Chinos"- el autor muestra algunos contrastes interesantes entre diferentes países en términos de su política educativa, estatus de la educación, y recursos para escuelas y universidades, al lado de marcados contrastes en términos de resultados en exámenes estandarizados, número de patentes, publicaciones internacionales, participación en empresas dedicadas a la ciencia y tecnología, etc. Los resultados para Latinoamérica, salvo contadas excepciones, son bastante desalentadores. Ejemplo de esto es que sólo una universidad latinoamericana -la Universidad Autónoma de México- se encuentra entre las mejores doscientas del mundo y ninguna entre las primeras cien. Más aún, la producción de conocimiento en la región no sólo es muy baja, sino que se encuentra concentrada en cuatro países: Brasil, México, Argentina y Chile. Nuestros países producen menos patentes por años que Finlandia, Corea del Sur, Israel o Singapur, y nuestros estudiantes siempre tienen un peor desempeño en exámenes de matemáticas y ciencia que sus similares de otros países.

Algunos de los casos que presenta Oppenheimer como contraste con la visión que se tiene de la educación en Latinoamérica pueden desanimar al lector y no servir como referencia para llevar a cabo las transformaciones necesarias en el modelo educativo prevaleciente. Por ejemplo, en el capítulo dedicado a Singapur, el autor muestra un sistema escolar bastante rígido y exigente, donde desde temprana edad los niños están sometidos a altos niveles de presión para tener un buen desempeño académico y en el que son duramente castigados al cometer errores. No sorprende esto en un país donde hay pocas libertades políticas, ciudadanos adultos son aún castigados con azotes y se encuentran altos niveles de corrupción y censura acompañados una de las tasas de suicidio más altas del mundo. De forma similar, en el caso de India donde la revolución educativa privilegió a las castas más altas, se promovía la educación científica para unos pocos mientras el país sufría de altos niveles de analfabetismo; esto, como era de esperarse, generó mayores desigualdades sociales, propias de una sociedad jerarquizada y que por consiguiente no es el referente que buscan sociedades con una necesidad impetuosa de reducir sus niveles de desigualdad. Otro aspecto cuestionable de la exposición es la repetida presentación de patrones culturales totalmente diferentes a los de Latinoamérica -idioma, religión, valores- que, si bien se traducen en éxitos educativos, no sirven como guía para nuestras sociedades.

En este sentido resultan más interesantes los casos que Oppenheimer menciona acerca de los procesos que la misma Latinoamérica está actualmente llevando a cabo y que pueden servir como espejos más cercanos en los que mirarnos. Es el caso de Brasil, donde los sectores público y privado actúan de manera conjunta en la promoción de la educación, y esta se constituye como un objetivo mancomunado de toda la sociedad. Casos similares son los de Uruguay y Perú, que han tenido resultados exitosos en programas de asignación de un computador portátil con acceso a internet para cada niño, a pesar de los obstáculos que ha representado la reticencia a aprender por parte de sus profesores. Y finalmente, los casos de Chile, con una importante inversión pública en educación acompañada de la proliferación de universidades privadas en los últimos años, y de Colombia donde se ha empezado a reemplazar el modelo prevaleciente de los años setenta según el cual el mercado se encargaría de una asignación eficiente de recursos hacia la educación. De acuerdo al nuevo modelo, en las etapas iniciales de la formación de conocimiento es necesaria la intervención estatal para alcanzar cierto nivel mínimo que permita competir internacionalmente; una vez este nivel se alcanza es necesario incentivar a la empresa privada para que continúe el proceso a partir de su integración con los sectores académicos. Contrastan estos ejemplos con los casos de Argentina, donde las principales universidades se niegan a ser evaluadas nacional e internacionalmente; y México, donde un fuerte sindicato de educadores es decisivo en los resultados de elecciones presidenciales, va a huelga con frecuencia, es cómplice de compra y herencia de puestos de maestros y se opone a cualquier tipo de modernización del sistema educativo.

En términos de la financiación de la educación, la

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