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MUJERES: El GÉNERO NOS UNE, LA CLASE NOS DIVIDE


Enviado por   •  26 de Junio de 2012  •  Prácticas o problemas  •  8.753 Palabras (36 Páginas)  •  610 Visitas

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MUJERES: El GÉNERO NOS UNE, LA CLASE NOS DIVIDE

CECILIA TOLEDO

Periodista y miembro de la Secretaría Nacional de Mujeres del PSTU (Brasil)

La desigualdad de la mujer en el capitalismo se viene profundizando en los últimos años, sobre todo en los países explotados. La discusión de por qué se da eso se reviste de un carácter académico y todo lo que se refiere a la opresión de la mujer es rotulado como una cuestión de genero.

Después de las grandes movilizaciones feministas de los años 60 y 70, las mujeres volvieron a casa, y las discusiones feministas pasaron de las calles a las aulas de las universidades. Surgieron los llamados Estudios de la Mujer y, posteriormente, Estudios de Género, sobre todo en los países imperialistas, y la lucha por la liberación de la mujer perdió lo más progresivo que tenía: el método de lucha, las manifestaciones masivas, la movilización, que involucraba otros sectores de la sociedad. Bajo la dirección de corrientes de clase media e intelectuales, sin la participación masiva de la mujer trabajadora, la lucha feminista se volvió aún más reformista, contentándose con ampliar los espacios de la mujer en la democracia burguesa, como queda claro en esta declaración de la feminista argentina Mabel Bellucci: “La expresión Estudios de la Mujer identifica esa nueva empresa intelectual dispuesta a democratizar aquelllos espacios productores de conocimiento, donde las mujeres no se sienten representadas por estar excluidas como sujetos y objetos de estudio” .

En estos últimos treinta años, se produjo mucha literatura sobre el tema, en especial en Inglaterra, Estados Unidos, España, Italia y Francia. Los catálogos de las grandes editoriales y los programas de congresos, conferencias y cursos universitarios lo confirmam, así como la pluralidad de posiciones teóricas existentes. Tanto que ya se habla de teoría feminista, que fundamenta toda un área llamada estudios de género.

Dentro de los marcos del capitalismo, estos estudios son importantes porque tornan cada vez más visible la desigualdad de la mujer y, en algunos países, sobre todo en los países imperialistas, esta producción académica conseguió ampliar los espacios de la mujer en la sociedad. Sin embargo, es preciso polemizar con esta postura porque, al centrar la opresión de la mujer en la desigualdad de género, restringe su lucha en los marcos del capitalismo –tornándose una lucha por reformas dentro del sistema capitalista– e ignora el problema de clase, llevando a una política que busca unir a todas las mujeres, independientemente de la posición que ocupan en el modo de producción.

Género y autonomismo

¿Qué significa hablar de género? Para la investigadora española María de Jesús Izquierdo:

La desigualdad de las mujeres es un proceso que comienza con la división sexual del trabajo y se consolida con la constitución de los géneros sociales: si usted es mujer, tiene que hacer determinadas cosas, si es hombre, otras. El paso siguiente es considerar como femeninas las actividades hechas por las mujeres y masculinas aquellas hechas por los hombres. El tercer paso es diferenciar el tratamiento recibido (respeto, reconocimiento, medios y estilo de vida) por las personas que realizan actividades femeninas y las que realizan actividades masculinas. En este momento decimos que tienen carácter de género. Las personas, independientemente de cuál sea su sexo, son tratadas según un patrón específico, el de género.

Para María de Jesús Izquierdo, el género es tan importante que llega al punto de afirmar que lo que estructura a la sociedad es el género, porque prácticamente todos los ámbitos de la vida tienen el carácter de uno u otro género, y que la sociedad se vendría abajo o cambiaría sus fundamentos si se rompiese con las posiciones de género. Para ella, el aspecto fundamental de la estructura de géneros es la interrelación entre la posición social del “ganador de pan” y del “ama de casa”, pues “la mayor parte de las actividades está organizada dando por sentado que en toda casa hay un ama de casa”.

Los hombres no estan sometidos a una tensión estructural entre el trabajo doméstico y el trabajo remunerado. Las mujeres sí. Mantienen una dedicación parcial tanto al trabajo remunerado como al doméstico, y viven, por eso, una gran frustración, malestar e insatisfacción. No cambian de posición en la estructura social, pero “medio-ocupan” dos posiciones al mismo tiempo.

De ahí, ella concluye que, aunque las mujeres no estuviesen discriminadas en el trabajo, tendrían pocas posibilidades de ser promovidas, porque no es posible que rindan tanto como los hombres. El peso de la estructura de la sociedad sobre la mujer es tan importante que eso se torna imposible.

Virginia Vargas y Wicky Meyen definen el género como parte de un sistema:

Definiremos el sistema sexo/género como el conjunto de acitudes mediante las cuales la sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana y a través de la cual estas necesidads son satishechas. No es, entonces, sólo una relación entre mujeres y hombres, sino un elemento constitutivo de las relaciones sociales en general que se expresa en símbolos, normas, organización política y social y en las subjetividades personales y sociales.

Las dos investigadoras van más allá y concluyen que las mujeres no pueden ser reducidas a su condición de género, porque

en cada individuo conviven diferentes posiciones subjetivas; cada agente social está inscrito en una multiplicidad de relaciones sociales: de producción, de raza, de nacionalidad, etnicidad, género, sexo, etc. Cada una de esas relaciones específicas no puede ser reducidas ni unida a las otras. Y cada una de ellas determina diferentes subjetividades.

De esta forma, crean un mundo aparentemente complejo, donde todo se relaciona y donde no existe una jerarquía de las cosas, como si las relaciones de producción y las de raza, sexo, género, nacionalidad, etc., estuviesen al mismo nivel, sin que una determine a la otra. De ahí trazan la política que se conoce como autonomismo. “La autonomía, dicen, es una forma de generar un espacio de maniobra para las mujeres y de iniciar un proceso de crecimiento personal y colectivo que asegure el cuestionamiento a las diferentes formas que asume su subordinación, así como la capacidad de desarrollar control y poder sobre sus vidas, sus organizaciones

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