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Aves Sin Nido


Enviado por   •  16 de Julio de 2014  •  3.268 Palabras (14 Páginas)  •  203 Visitas

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AVES SIN NIDO

(ANÁLISIS E INTERPRETACIÓN)

I.- ASPECTO EXTERNO:

a.- BIOGRAFÍA DEL AUTOR:

Clorinda Matto Usandivaras, o de Túrner, después de su matrimonio con el comerciante inglés José Túrner en 1871, nació en Cuzco el 2 de noviembre de 1854, estudió en el colegio de Educandos.

Desde su nacimiento, el 11 de noviembre de 1854, la vida de esta mujer se constituyó en una indetenible lucha contra un sistema social adverso que culminaría con su autodestierro

Es en su ciudad natal dónde también se casó con el Ingeniero Ingles José Túrner en l872.

Desde muy joven colabora con los periódicos Locales artículos costumbristas, al estilo de moda por aquel entonces de Ricardo Palma, compilando luego estos artículos en sus libros "Tradiciones Cuzqueñas”.

En Lima se destacó en su labor en los círculos literarios y por su dirección en el diario El Perú ilustrado, que fue una importante tribuna literaria.

En 1889 Publica su famosa novela “Aves sin Nido”, que valió ser desterrada por las autoridades políticas y excomulgar por las autoridades religiosas.

Sin embargo, esta novela le valió también el pleno reconocimiento de todo el pueblo del Perú y de los literatos.

b.- OBRAS:

Ø AVES SIN NIDO.

Ø Índole.

Ø Herencia.

Ø Bocetos al lápiz de americanos célebres.

Ø Tradiciones cuzqueñas.

Ø Leyendas y cortes.

c.- MOVIMIENTO LITERARIO:

Realismo.

d.- GÉNERO LITERARIO:

Narrativo.

e.- ESPECIE LITERARIA:

Novela.

f.- INTERPRETACIÓN DEL TÍTULO:

DENOTATIVO:

El ave que vuela y no tiene un nido fijo, no conoce donde vio la primera luz.

CONNOTATIVO:

La niña sin casa y sin padres, huérfana, sin destino feliz.

g.- ORGANIZACIÓN DEL CONTENIDO:

La estructura de la novela “Aves sin Nido” es la siguiente: La Primera Parte, con veintiséis capítulos cortos, la II Parte con Treinta y dos capítulos.

El contenido de la obra “Aves Sin Nido”, Consta de 317 páginas, Ediciones Cultura Peruana, Edición lima, 2001.

II.- ASPECTO INTERNO:

a.- RESUMEN:

Una mañana, cuando recién se levantaba el sol de su tenebroso lecho, se presentó en casa de Lucia, esposa de don Fernando Marín, una mujer de unos treinta años llamada Marcela. Era la mujer de Juan Yupanqui. Un indio labrador que se hallaba sumido en la desesperación, pues, aquel día vendría a su casa el cobrador, que era oí mismo que hacía el reparto. Marcela explicó detalladamente a Lucia cómo se abusaba impunemente del indio de aquella zona: los comerciantes potentados, gentes de las más acomodadas del lugar, daban un adelanto a los indios que criaban alpacas para luego de un tiempo cobrarles el adelanto en lana, poniéndole ellos mismos un precio ínfimo al quintal, con lo cual dejaban así pobre indio cu la miseria. El indio que no quería recibir los ignominiosos adelantos, era forzado a hacerlo, aun cuando muchos de ellos emigraban de sus chozas en las épocas de reparto, creyendo que así se libraban de recibir aquel dinero adelantado. El cobrador, que era el mismo que hacia el reparto. Allanaba la choza, cuya cerradura endeble no ofrecía la más mínima resistencia y dejaba sobre el batán el dinero, y se marchaba en seguida para volver al año siguiente con su séquito de diez o doce mestizos y cargar con toda la lana que encontraba. Si algún indio se atrevía a esconder la lana o a protestar, era sometido a torturas que lo convertían en un ser sumiso a los pocos minutos. Después de escuchara Marcela, la mujer de don Fernando le prometió que hablaría con el cura y con el gobernador quienes también eran partícipes de estos abusos aunque de manera más eufemística. Establecida desde un año atrás con su esposo, en Killac. Habitaba Lucia, la llamada "Casablanca", donde se había implantado una oficina para administrar la explotación de plata que hacía la compañía de la cual don Fernando Marín era gerente y accionista principal. Lucia se entrevistó con el cura Pascual a quien pidió condonara la deuda que Juan Yupanqui tenía con la iglesia, a raíz de la muerte de su madre, doña Natividad. Cuando ésta murió, el cura les embargó la cosecha de papasen pago por el entierro y los rezos y. no satisfecho con eso hacia trabajar en la iglesia desde hacía mucho tiempo a Marcela la cual ya ni tenía tiempo para atender a sus hijas. El cura y el gobernador concluyeron la entrevista coincidiendo en "que la costumbre es ley. y que nadie nos sacará de nuestras costumbres. Don Sebastián, el gobernador, no tuvo recato alguno en ocultar las represalias que habría de tomar contra aquel indio que se había atrevido aquejarse y más aún a buscar intercesor. Lucíase quedó pensando en aquel hombre que insultaba al sacerdocio católico y en aquel otro, el gobernador, fundido en el molde estrecho del avaro. Juan se mostró escéptico cuando Marcela le contó su conversación con doña Lucía: "Pobre (lo del desierto. Marluca dijo el indio moviendo la cabeza y tomando a la chiquilla Rosalía que iba a abrazar sus rodillas tu corazón, es como los frutos de la penca; se arranca uno. Brota otro sin necesidad de cultivo. ¡Yo soy más viejo que tú y yo he llorado sin esperanzas (...) Anda pues Marcela anda, porque hoy de todos modos vendrá el cobrador, yo lo he soñado, y no nos queda otro recurso contestó el indio en cuyo ánimo parecía haberse operado una transición notable, bajo el influjo de las palabras de su mujer y la superstición avivada por su sueño".

Cuando el cura y el gobernador salieron" de casa de la señora de Marín, se dirigieron a la oficina del gobernador. Durante el camino ambos coincidieron en la necesidad imperiosa de botarlos del pueblo por pretender defender a los indios y querer poner reglas, modificando costumbres que les permitían vivir plácidamente a costa del trabajo y las pertenencias de la indiada. Llegados a la Casa de Gobierno encontraron allí reunidos a varios vecinos notables quienes comentaban la intromisión de los esposos Marín, pues, la noticia ya se sabia en lodo el pueblo.

Allí, mientras discutían, fueron destapándose botellas de aguardiente que don Sebastián Pancorbo hizo traer, y que Estéfano Seniles, un muchacho de veintidós años que por su buena letra había entrado a formar parte de aquella mafia, se encargaba de vaciar en las copas. El cura, ya en estado de ebriedad, denunció ante los concurrentes las pretensiones de doña Lucía de abogar por unos indios "taimados, tramposos, que no quieren pagar lo que deben: y para esto ha empleado palabras que, francamente, como dice Don Sebastián, entendidas por los indios destruyen de hecho nuestras costumbres de reparto, mitas, pongos y

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