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ECONOMIA Campus de Fuenlabrada


Enviado por   •  2 de Noviembre de 2015  •  Documentos de Investigación  •  2.827 Palabras (12 Páginas)  •  156 Visitas

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Jorge González Sanz
1º A Grado en Marketing
Campus de Fuenlabrada

El papel del comercio en la historia económica del planeta ha sido muy importante. A lo largo de ella, han sido muchos los pensadores que han querido tratar el comercio y por ello existen muchas opiniones sobre este tema. 
Una de las principales ideas sobre el comercio es el de los efectos externos pecuniarios y no pecuniarios. Las transacciones entre particulares tienen siempre consecuencias monetarias sobre terceros. A esto se le llama efecto externo pecuniario y consiste en las repercusiones de dichas transacciones sobre los precios del mercado en el que se ha realizado el intercambio. Esto es debido a que los precios transmiten información sobre escasez y abundancia y esto influye a la toma de decisiones de los demás que participan en ese mercado. Los efectos externos no pecuniarios se refieren a las repercusiones no monetarias que tiene una transacción, es decir, lo que puede afectar tanto positiva como negativamente algún negocio a terceras personas. Como por ejemplo la instalación de un bar en una calle: a determinada gente le vendrá bien ya que podrán ir allí a pasar el tiempo y a otras personas no les gustará la idea ya que puede hacer ruido.
En el comercio internacional, debido a los diferentes poderes de cada nación, resulta más fácil tener conflictos con los efectos no pecuniarios. 

Otra idea fundamental del comercio es que para realizarse una transacción entre dos agentes privados tiene que existir una ventaja mutua entre las dos partes, es decir, el intercambio debe beneficiar a ambos. Esta idea es de las más antiguas. Uno de los primeros en hablar de ella fue Aristóteles (384-322 a.C.), quien expuso que la razón del comercio era el intercambio de lo que a cada uno le sobraba. Santo Tomás (1226-1274) aportó a esta idea que la profesión de comerciante era totalmente legal y que su valor total dependía completamente de lo que hiciera con sus beneficios.

Durante alrededor de tres siglos dominó una doctrina que se basaba en la intervención Real sobre el comercio exterior. Adam Smith la bautizó como “Mercantilista”. Esta doctrina tuvo muchas variaciones y diferentes ideas pero se puede resumir en cuatro características tomadas del libro Restauración política de España de Sancho de Moncada (1580-c.1638), escrito en 1619.
La primera idea consistía en impedir exportar materias primas para importar los productos ya elaborado, ya que elaborándolos en Castilla podían exportarlos a un mayor precio. En segundo lugar, afirmaba que atrayendo artesanos y construyendo fábricas podían sustituir los bienes importados por productos elaborados localmente y así, conseguirlos a un mejor precio. En tercer lugar, insistió en la importancia de mantener la mayor proporción posible de metales preciosos en Castilla. Para ello, pidió que se exportara el mínimo volumen de metales y que se devaluara la moneda castellana. Su cuarta idea consistía en eliminar las aduanas interiores sustituyendo los impuestos interiores por impuestos sobre exportaciones e importaciones para favorecer el comercio interior.
Después del mercantilismo, en Francia se desarrolló el “nuevo mercantilismo”, con Thomas Mun (1571-1641) como hombre más conocido de esta corriente. Surgieron para criticar la exportación masiva de metales preciosos.
Después de Mun, el pensamiento mercantilista fue evolucionando y se dio más importancia a la balanza de un saldo positivo de exportaciones antes que a la cantidad de metales preciosos en posesión.
El siguiente paso en la mejor comprensión del comercio se dio en Francia, gracias a la escuela de los “fisiócratas”. 
Durante la minoría de edad del rey Luis XV se reunieron un grupo de intelectuales, comandados por Vincent de Gournay (1712-1759), cuya misión fue el estudio de la economía francesa para fomentar su desarrollo. El propio Gournay fue quien hizo famosa la frase “laissez faire, laissez passer, tout va de soir” (Dejad hacer, dejad circular, todo va solo), frase que se hizo representativa de todos los librecambistas.
Las ideas del comercio de Gournay y que, fueron las bases de la teoría librecambista fueron: que el comercio con las Indias debía estar abierto a todas las naciones; que las exportaciones de materia prima o la importación de productos deterioraban el curso natural del comercio; que la protección o los privilegios a determinados sectores dañaban al resto y que las reglamentaciones tendentes a tasar y fijar el precio de los productos provocaba el deterioro de la calidad de las mercancías que fueran controladas.
El liderazgo de este grupo pasó a François Quesnay (1694-1774), quien fue el primero en crear un modelo matemático para el conjunto de la economía. Dicho modelo se llamó Tableau économique. Con esta tabla se hacía ver que había una manera natural de organizar la economía de las sociedades y que, para conseguir el máximo producto neto en un país, era esencial el libre funcionamiento de la agricultura.

Las obras de los grandes economistas clásicos, que coparon el pensamiento económico durante 1750 y 1870, se basaron en la justificación teórica del librecambio.
Los economistas clásicos se caracterizaban por una general preocupación por el lado real de la economía. Mantenían que había que dejar aparte los fenómenos monetarios y hacer hincapié en los costes reales, demandas efectivas, etc.
Uno de los filósofos más importantes de la historia, David Hume (1711-1776), quiso tratar este tema. Su idea sobre el comercio extranjero lo plasmó en la segunda parte de sus Ensayos morales, políticos y literarios, de 1752. Hume trata por igual los efectos del comercio interior y exterior. Decía que con las importaciones el comercio extranjero aportaba materias primas y, con sus exportaciones, producía trabajo.
De aquí se derivan dos ideas: la primera dice que el comercio de una nación no se ve aumentada cuando el soberano aísla el comercio. La segunda dice que las exportaciones aumentan el empleo en la producción de bienes excedentes.
Pero la aportación más importante de Hume es su análisis del mecanismo de pagos en un sistema de patrón oro. Hume dijo que la balanza de pagos tendía ella misma a equilibrarse si la circulación de capitales era libre y sin trabas, por ello explicaba que no debía de ser objeto de preocupación. Para que el patrón oro funcionase con suavidad no debían de existir precios controlados artificialmente, ni tipos de interés políticamente bajos, ni sindicatos que consigan impedir reducciones de los salarios nominales.


Un gran amigo de Hume y conocido como el representante de la libertad de comercio fue Adam Smith (1723-1790).
Adam Smith, trata ideas como la de que la riqueza se basa en bienes y servicios y no en oro y plata y añade que, como dijo anteriormente Hume, el propio comercio se protege él mismo de los metales preciosos. Smith explica que cuantos más trabajadores productivos haya y mayor sea su productividad, más alto será el producto anual.
Con esta última idea Smith desarrolla su teoría más importante: La división de trabajo. Según explica, es la consecuencia necesaria de una cierta propensión de la naturaleza humana: la propensión a negociar, cambiar o permutar una cosa por otra.
De ahí se deriva que la raíz de la división es el comercio y, la mayor o menor división dependerá del tamaño del mercado. También desmiente que la ganancia de la ciudad se base en la pérdida del campo ya que le da igual de importancia a los dos sectores.
Smith quiere dejar claro que con un comercio de libre actividad se lograrían más beneficios y pone como ejemplo el argumento de “las uvas en Escocia”. Trata de explicar que este país conseguiría más beneficios si importara el vino francés en vez de empeñarse en producirlo ellos mismos, ya que les saldría más barato. Concluye diciendo que es absurdo fomentar una actividad nacional habiendo alguna ventaja, por mínima que fuera, de una producción extranjera.
En resumen, la teoría del comercio internacional de Adam Smith se basaba en tres ideas principales: la primera decía que la libertad de comercio era un poderoso factor de crecimiento económico ya que, la mayor extensión de lugares donde comerciar obligaba a los trabajadores a un mayor trabajo y rendimiento.
La segunda idea da la mayor importancia de la economía a los consumidores y que, la política económica debía estar dirigida a este sector por delante del interés del productor.
La tercera y última idea de Adam Smith sobre el comercio exterior dice que el comercio se explica comparando productividades.

La extensión de las teorías de Hume y Smith vino dada por David Ricardo (1772-1823) y sus dos pasos en el análisis del comercio internacional: Primero, amplió la idea de Smith para explicar en qué circunstancias dos países podrían tener intercambios. Después, amplió la teoría del patrón oro de Hume diciendo que el oro tendería a ir a los países más productivos y esto haría que aumentaran sus precios más rápido que los de los países menos productivos sin que afecte a los intercambios internacionales.
De la unión de estas ideas surgen tres corolarios: El primero dice que la baja productividad de un país no le impide exportar productos a otro con un mayor nivel de productividad. El segundo dice que el salario de un trabajador (real y monetario) en un país poco productivo será menor que el salario en otro país más productivo. El tercer corolario añade que el nivel de precios de un país con más productividad siempre será más alto que el de otro país con menor nivel de productividad. 

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