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El Problema De Martina


Enviado por   •  23 de Marzo de 2013  •  753 Palabras (4 Páginas)  •  1.427 Visitas

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El problema de Martina

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¡Señora Araña! ¡Señora Araña! ¿Dónde está? Gritaba con fuerza la puerco espina esa mañana muy temprano.

Los habitantes del bosque se sorprendieron. ¿Qué le pasará a la linda Martina para gritar así? Ella que era tan encantadora.

¡Señora araña! ¡Aparezca por favor!

¡Ya bajo, no grite más ¡se escuchó decir a la araña con su voz ronca y algo molesta. Luego, estirando sus negras patas, se dejó caer al suelo.

¡Ay, señora araña! Habló Martina, he venido a buscarla porque tengo un problema que solo usted puede solucionar, con su arte, con su talento, con su…

¡Basta! Le interrumpió bruscamente la araña, dígame de una vez qué quiere.

La puerco espina bajó los ojos ruborizada y susurró: necesito una bella tela de encaje para mí vestido de novia.

Bueno ¿y qué tengo que ver yo con eso? Preguntó la araña.

Había pensado si usted podría tejer un encaje para mi vestido de novia.

¿Un vestido de tela de encaje de araña para una puerco espina? ¡No! yo no puedo. Es muy difícil, imposible y la araña agitó tres patas.

Por favor, señora araña, usted es la mejor tejedora. Yo deseo que mi novio me encuentre muy bella. ¿Lo haría usted?

Un enorme silencio cubrió el lugar pues todos escuchaban la conversación. Los pájaros no volaban y las flores estiraban sus tallos para oír mejor.

Martina insistió la araña, yo no puedo hacer un trabajo tan grande, me demoraría mucho. Además una puerco espina no necesita casarse con un vestido de novia de encaje.

Los ojos de la pluercoespina se llenaron de lágrimas y su sollozo se escuchó hasta en la copa de los árboles más altos.

Nadie habló, todos miraron molestos a la señora araña. Martina era muy querida en el bosque.

¡Ya, ya!, se compadeció la araña. Me molestan las lloronas. Veré que puedo hacer.

La araña se puso sus anteojos y empezó a trabajar al instante. Cuatro corridas al derecho, dos lazados, tome un punto, agregue seis. Teje que teje, la araña trabajó hasta el amanecer. Una preciosa tela iba creciendo, brillante, delicada, el más hermoso encaje jamás visto. Cuando la tela estuvo lo suficientemente larga como para la falda decidieron probarla.

Martina se agachó y entre varios insectos cogieron la tela por los cuatro costados, la alzaron con lentitud y la dejaron caer sobre el cuerpo de la puerco espina.

Y, entonces, sucedió: las suaves hebras

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