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"El Vendedor De Estatuas" Es Un Relato Que Marca Un Quiebre En La Escritura De Silvina Ocampo, Ya Que Utiliza Recursos Que No Se Observan En Otros Cuentos.


Enviado por   •  23 de Noviembre de 2012  •  2.364 Palabras (10 Páginas)  •  8.198 Visitas

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Índice

Introducción

Interpretación del cuento

Conclusión

Bibliografía

Introducción

Silvina Ocampo nació en 1906 en Buenos Aires y murió allí mismo en 1993. Fue una gran escritora argentina y era hermana de la escritora y fundadora de la revista Sur, Victoria Ocampo, además era la esposa del gran narrador argentino Adolfo Bioy Casares y amiga de Jorge Luis Borges. Como dice Martínez “tres figuras de letras estrechamente vinculadas a Silvina Ocampo” (Martínez, 2003, p. 5). Hoy, Ocampo es apericiada como una de los escritores más importantes de su país natal del siglo XX. “No deja de ser Silvina hoy, […], escritora reconocida, tanto en el panorama cultural argentino e hispanoamerico como mundial” (Martínez, 2003, p. 5-6) Muchos de sus cuentos fueron publicados en la revista Sur y como amiga y hermana de importantes personajes, Silvina siempre „estaba entre ellos“ (Mancini 2003, p. 14). Pero como dice Wilcock pertenecía a la „trinidad divina“ (Mancini 2003, p. 15), que le alivinó la atención del público. Pero al mismo tiempo era difícil figurar de esta constelación. Como dice Goldschluk, “en la que es difícil encontrar el camino para diferenciarse” (Goldchluk 1996, p. 110). Además, para mujeres en esta época no fue fácil, porque la literatura no era para mujeres. Dice Mancini que había “ limitaciones para las mujeres que aún persistían en el siglo XX” (Mancini 2003, p. 15).

Victoria Ocampo: “Escribir para las mujeres de esta época […] era escandaloso tanto como manejar un auto por las calles de Buenos Aires” (Mancini 2003, p. 16).

Pero por otro lado dice Wilcock que Silvina Ocampo piensa y escribe como un hombre (…) es uno de los mejores escritores (Wilcock, 1998). Ocampo era una autora deslumbrante por la calidad literaria de sus cuentos y ha pasado a la historia de la literatura argentina del siglo XX por la crueldad desconcertante que supo imprimir en algunos protagonistas de estos relatos.

Su estilo de escribir intento que analizar en el trabajo siguiente. Cómo lo usó en el cuento “El vendedor de estatuas” y si es un buen ejemplo de su escritura, sobre todo, un buen ejemplo de Viaje Olvidado (1937), en lo que está publicado el cuento. En la clase sobre todo se analizaron otros cuentos de Viaje Olvidado. Nos fijamos en el narrador, la cursilidad, lo fantástico, la atención que prestó la autora a los niños y la crueldad. Así que intentaré en el trabajo siguiente encontrar el quiebre en la escritura ocampiana mediante “El vendedor de estatuas” en comparación con otros relatos que hemos visto en clase (“Las fotografías”, “El vestido de terciopelo” y “El diario de Porfiria Bernal“, “Cielo de claraboyas”).

Interpretación del cuento

Un narrador en tercera persona empieza describiendo al lector el lugar donde están los dos personajes principales. Es un comedor con su decoración interior y la gente. Entre los protagonistas están la dueña de la pensión, un profesor de griego, un jugador de ajedrez y un ciclista. Es un narrador en tercera persona, pero no es omniciente. Tampoco es objectivo sino se focaliza en el vendedor de estatuas. Silvina Ocampo usa una comparación como figura retórica para subrayar el sentimiento del hombre cuando el niño le ataca. El narrador habla de una “perversidad malabrista [con la que] daba pequeñas patadas invisibles” que “hubiera podido soportar como picaduras de mosquitos de otoño” (Ocampo 1998, p. 92, ll. 18-22). Acá se puede ver que el narrador describe los sentimientos de Octaviano Crivellini quien es el vendedor de estatuas. Nunca describe los sentimientos del niño Tirso. A lo largo del cuento hay más ejemplos para los sentimientos o pensamientos del vendedor de estatuas. Octaviano Crivellini está pensando en el niño, cómo vive y cuál es su situación con sus padres (p.92, ll. 27-29). También nota cuando Tirso entra por la puerta sin verlo (p. 94, ll. 12-14). Además el vendedor nota los ojos de Tirso (p. 94, ll. 17-20).

En muchos otros relatos de Viaje Olvidado tratados en clase, Silvina Ocampo usa a menudo un narrador en primera persona, que también anota Sylvia Molloy en su crítica sobre Ocampo (Molloy 1969, p. 20). Mancini menciona que “predominan las voces femeninas […] mujeres que hacen trabajos con sus manos y cuyo lenguaje, infestado de estereotipos y clisés” (Mancini 2003, p. 49). En el cuento “El vendedor de estatuas”, los dos protagonistas son hombres. El vendedor de estatuas, Octaviano Crivellini y Tirso, el niño. Así que el primer quiebre consiste en el hecho de que los dos protagonistas son hombres. Entonces el narrador en tercera persona representa el segundo quiebre.

Como ya mencionado, en muchos cuentos los protagonistas están representados por mujeres. En este relato no es el caso. Pero también este cuento tiene algo en común con los otros. Tirso, el niño. Molloy dice que los niños simbolizan otro grupo preferido de la autora. Es una característica dominante en la obra de Silvina Ocampo (Molloy 1969, p. 22).

Elena Montagud López dice que “retomando la cuestión de la presencia de lo siniestro en la obra de Silvina, tenemos que decir que éste está presente continuamente en sus cuentos” (López, 2011, p.2) .

Dice Sigmund Freud, “la voz alemana “unheimlich” es, sin duda, el antónimo de “heimlich” y de “heimisch” (íntimo, secreto, y familiar, hogareño, doméstico). En los relatos tratados en clase como por ejemplo “Las fotografías”, “El vestido de terciopelo” y “El diario de Porfira Bernal”, las personas están en su propia casa. Un lugar que debe ser familiar, agradable y protegido. Un lugar donde se puede sentir bien. El relato “El vendedor de estatuas” empieza por lo menos en un comedor. Este no es un lugar donde se puede sentir cómodo. Porque por ejemplo la dueña golpea sus manos contra las puertas para avisar la hora de las comidas (p. 91, ll. 7-10) y las “piezas sin luz y el alambre tejido en las ventanas” (p. 92, l. 24). Como es una pensión donde vive mucha gente diferente, parece que uno no se puede sentir como en casa. Las personas no se sienten “heimisch”, como diría Freud. Este muestra el tercer quiebre.

El vendedor de estatuas y el niño están unidos por “una secreta enemistad” (p.91, l. 18), en la que el niño se muestra muy agresivo. El vendedor de estatuas no le presta atención a Tirso. El niño por su parte, “declara absurdos a quienes lo ignoran, los fuerza a padecerlo” (Pezzoni 1986, p. 214). El vendedor de estatuas está completamente

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