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LOS CUATRO ACUERDOS, MIGUEL RUIZ


Enviado por   •  12 de Febrero de 2020  •  Ensayos  •  2.332 Palabras (10 Páginas)  •  203 Visitas

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“LOS CUATRO ACUERDOS, MIGUEL RUIZ”.

El libro trata sobre el conocimiento esotérico tolteca conservado y transmitido de una generación a otra por distintos linajes de naguales (maestros).

Los Toltecas

Científicos y artistas que formaron una sociedad para estudiar y conservar el conocimiento espiritual y las prácticas de sus antepasados. Formaron una comunidad de maestros, también llamados “Naguales”, y estudiantes en Teotihuacán, ciudad de las pirámides en las afueras de la Ciudad de México, conocida como el lugar en el que “El hombre se convierte en Dios”.

Espejo Humeante

Hace tres mil años, un ser humano que estudiaba para ser un chamán, se percató en un sueño irradiante que tuvo de que “Todo está hecho de luz”, haciendo referencia a las estrellas, (a las que llamó Nagual), que la luz, (a la que llamó Tonal),  es la que crea las cosas, que la materia es un espejo en el cual se refleja la luz y de ésta manera toma un papel muy importante como mensajera de la vida.

Él descubrió que Todo lo que existe es una manifestación del ser viviente al que llamamos Dios. Comenzó a platicarle todo lo que él sabía a la gente, él los comprendía muy bien a todos, pero a él nadie lo comprendía. Creyeron que era una encarnación de Dios; al oírlo, él sonrió y dijo: “Es cierto. Soy Dios. Pero vosotros también lo sois. Todos somos iguales. Somos imágenes de luz. Somos Dios”. Pero la gente seguía sin entenderlo.
Quería acordarse de todas las visiones que había tenido, así que decidió llamarse a sí mismo Espejo Humeante para recordar siempre que la materia es un espejo y que el humo que hay en medio es lo que nos impide saber qué somos.

La domesticación y el sueño del planeta

Nacemos con la capacidad de aprender a soñar, y los seres humanos que nos preceden nos enseñan a soñar de la forma en que lo hace la sociedad. El sueño externo tiene tantas reglas que, cuando nace un niño, captamos su atención para introducir estas reglas en su mente. El sueño externo utiliza a mamá y papá, la escuela y la religión para enseñarnos a soñar.

Tú no escogiste tu lengua, ni tu religión ni tus valores morales: ya estaban ahí antes de que nacieras. Nunca tuvimos la oportunidad de elegir qué creer y qué no creer. Nunca escogimos ni el más insignificante de estos acuerdos. Ni siquiera elegimos nuestro propio nombre.

Por este motivo, necesitamos una gran valentía para desafiar nuestras propias creencias; porque, aunque sepamos que no las escogimos, también es cierto que las aceptamos. El acuerdo es tan fuerte, que incluso cuando sabemos que el concepto es erróneo, sentimos la culpa, el reproche y la vergüenza que aparecen cuando actuamos en contra de esas reglas

Esta es la razón por la cual los seres humanos nos resistimos a la vida. Estar vivos es nuestro mayor miedo. No es la muerte; nuestro mayor miedo es arriesgarnos a vivir: correr el riesgo de estar vivos y de expresar lo que realmente somos. Hemos aprendido a vivir intentando satisfacer las exigencias de otras personas. Hemos aprendido a vivir según los puntos de vista de los demás por miedo a no ser aceptados y de no ser lo suficientemente buenos para otras personas.

El preludio de un nuevo sueño

Establecemos un sinfín de acuerdos con nosotros mismos, con otras personas, con el sueño que es nuestra vida, con Dios, con la sociedad, con nuestros padres, con nuestra pareja, con nuestros hijos; pero los acuerdos más importantes son los que hemos hecho contigo mismo. En esos acuerdos decimos dicho quiénes somos, qué sentimos, qué creemos y cómo debemos comportarnos. El resultado es nuestra personalidad. En esos acuerdos decimos: “Esto es lo que soy. Esto es lo que creo. Soy capaz de hacer ciertas cosas y hay otras que no puedo hacer. Esto es real y lo otro es fantasía; esto es posible y aquello es imposible”.
Tenemos muchos acuerdos, unos buenos que nos dan alegría y otros un tanto malos, que nos provocan miedos, que nos hacen sufrir.

Si somos capaces de reconocer que nuestra vida está gobernada por nuestros acuerdos y el sueño de nuestra vida no nos gusta, necesitamos cambiar los acuerdos. Cuando finalmente estemos dispuestos a cambiarlos, habrá cuatro acuerdos muy poderosos que nos ayudarán a romper aquellos otros que surgen del miedo y agotan nuestra energía.

Cada vez que rompes un acuerdo, todo el poder que utilizaste para crearlo vuelve a ti. Si los adoptas, estos cuatro acuerdos crearán el poder personal necesario para que cambies todo tu antiguo sistema de acuerdos.

El Primer Acuerdo, “Sé impecable con tus palabras”.

Parece muy simple, pero es sumamente poderoso

Si eres impecable con tus palabras sólo podrás engendrar belleza, amor.

Las palabras nos dan poder para crear; y como se dice en el Evangelio, según San Juan, “En el principio existía el verbo y el verbo estaba con Dios, y el verbo era Dios. Mediante nuestras palabras, expresamos todo, manifestamos nuestro sentir; las palabras son intención en acción y pueden crear o destruir todo aquello que nos rodea.
La mente es un campo fértil en el que constantemente sembramos palabras, pensamientos, ideas, creencias, conceptos u opiniones, las cuales con el paso del tiempo van creciendo, se van modificando y adaptando y causan consecuencias propias a su naturaleza, llámese alegría, miedo, enojo.
Tenemos que preparar en buena forma el terreno de nuestra mente para que así puedan seguir creciendo y floreciendo sólo las semillas que nos hagan bien ya que con las palabras podemos hechizarnos a nosotros mismos y a otros y así producir consecuencias que pueden llegar a ser graves.

Ser impecable significa sin pecado, refiere a no hacer algo en contra de uno mismo. Al ser impecables asumimos la responsabilidad de nuestros actos sin culparnos ni juzgarnos.
El ser impecable con nuestras palabras significa que las tenemos que cuidar para no utilizarlas en nuestra contra, significa utilizar nuestra energía en la dirección de la verdad y del amor por uno mismo, teniendo en cuenta que el prójimo también soy yo.
Al ser impecables con las palabras con las que nos expresamos tenemos libertad, somos felices y podemos trascender el nivel de existencia del infierno, podemos vivir en el Cielo en medio de miles de personas que sí viven allí, ya que nosotros seremos inmunes a ello.

El Segundo Acuerdo, “No te tomes nada personalmente”

La importancia personal es la forma más grande de egoísmo ya que creemos que todo gira a nuestro alrededor.
Todos vivimos en nuestro propio sueño, en nuestra propia mente, lo que cada persona dice y hace responde a los acuerdo que se ha fijado en la vida, en su mente, que han sido establecidos en su domesticación.
Si nosotros ofendemos a alguien con una mala palabras, al único que ofendemos es a nosotros mismos, pues lo decimos basándonos en nuestras creencias, conceptos y opiniones.
Tomarnos personalmente todo lo que las personas a nuestro alrededor dicen implica  tomarnos su veneno, su mala vibra, que al final, es meramente un chisme, convirtiéndonos en presa de aquella opinión. Nos sentimos agredidos y buscamos defendernos, generando conflictos ya que sentimos la necesidad de nosotros estar en lo correcto, tener la razón. Lo más conveniente es no tomar en cuenta ese tipo de comentarios, dejar a un lado el mitote, eso nos convierte en inmunes a cualquiera que sea la intención. Como ejercicio, podemos decirnos a nosotros mismos “Lo que tú piensas u opines de mi, no es relevante, no me interesa y yo no lo tomo así”, repitiéndonos eso, será más fácil evitarlo.
Al enojarnos con otras personas, de una manera nos enojamos con nosotros mismos, ya que accedemos a lo que los otros dicen.
Solemos enojarnos por temor, tenemos que dejar de lado el miedo, ser felices y amar, para no pensar en otras malas emociones, amar todo lo que nos rodea, amarnos a nosotros mismos, confiar en nuestros pensamientos, conocimientos, no tomar nada personal para romper aquellos pequeños acuerdos que nos causan conflictos internos y que nos hacen sufrir.
Si elegimos seguir nuestro corazón sin tomarnos nada personalmente, aunque estemos en medio del Infierno, experimentaremos felicidad y paz interior, permaneceremos en un estado de dicha.

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