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La Niña Que Perdi En El Circo


Enviado por   •  3 de Mayo de 2014  •  1.776 Palabras (8 Páginas)  •  1.158 Visitas

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Introducción

La niña que perdí en el circo trata de que la autora, a través de recuerdos y algunas que otras cosas, encuentra a la niña que alguna vez fue, y, de algún modo seguía siendo.

Quién sabe si alguna vez. La probabilidad es realmente remota, pueda convencernos la poesía que, puesta a recordar la infancia ya difunta del autor, ignora al niño aun oculto en cada uno de nosotros. Por suerte, las páginas que siguen no le ignoran y ellas son así un puente tendido también hacia la propia infancia del lector.

Titulo: La Niña Que Perdí En El Circo

Autor/a: Raquel Saguier

Biografía del autor/a: Raquel Saguier

Nació en asunción, Paraguay. Casada y madre de tres hijos. Curso sus estudios en el colegio santa teresa de Jesús, graduándose con diploma de honor. Su primera incursión en la literatura se remonta al año 1965, cuando entre pañales y biberones escribe la novela Los principios y el símbolo, para un concurso de novelas auspiciado por el entonces Diario La Tribuna, en donde se clasifico semifinalista. De esta novela solo se hizo una edición familiar de 300 ejemplares.

Formo parte del Taller Cuento Breve, desde 1983 hasta 1987. Allí comienza su verdadera ilustración académica. Asimismo por más de diez años asistió a cursos de narrativa, de filosofía, de sicología, de literatura posmoderna, de realismo mágico y de poesía, con los profesores Carlos Villagra Marsal, Oswaldo González Real, Juan Manuel Marcos y Jacobo Rauski. En dos volúmenes editados por el mencionado Taller, tiene publicados cuentos (1984-1985). En 1980 publica La niña que perdí en el circo. En 1992 esta novela fue traducida al francés y publicada en Paris, y en 1993 fue traducida al portugués y publicada en Porto Alegre, Brasil. En 1989 publico La verdadera historia de purificación.

En 1994 publicó Esta zanja está ocupada, premiada en el concurso de novela de “Mario de Andrade”. Con esta obra obtuvo el Premio “El Lector” a la mejor obra literaria del año 1995.En 1999 presenta la novela La posta del placer. Su último libro publicado fue El amor de mis amores. Fue miembro del PEN Club, de EPA (Escritores Paraguayos Asociados) y socia de la Sociedad de Escritores del Paraguay (SEP).

Falleció en el año 2007.

Género literario de la obra leída: Narrativa

Subgénero: Novela

Punto de vista del autor: en 1ª persona

Trama narrativa:

Introducción: La niña y yo somos distintas. Ella permanece tal cual la deje hace tiempo, obstinadamente niña, rubia, quieta y como fragmentada a veces. En cambio a mí se me han aburrido ligeramente los pasos de caminar, se me gastaron las suelas, pero aun estoy viva y al parecer, sigo entera.

Somos distintas la niña y yo y, sin embargo, tan parecidas. Hay mucho de su forma de mirar en mis ojos y traje conmigo algunas de sus tristezas. Eran tristeza que el quedaban enormes de grande, que lo colgaban como si fueran prestadas, por eso las traje.

Ahora sé que son tristezas tercas, en vano trate de cambiarlas por dicha más tarde; no me aceptaron la oferta. Prefirieron quedarse como estuvieron siempre, sin exigirme otra cosa que algún lugar donde encerrarse. Les di el último cuarto del fondo y de vez en cuando aprovechan la mínima rendija que les dejo abierta para salir, se me escapan en largas filas, y es entonces cuando me duele la lluvia, o el crepúsculo destruyendo a una tarde o el domingo en las calles del centro.

Por suerte tuve tiempo de traerme también su alegría, su espíritu travieso, su risa fácil, por cualquier tontera. Me hace un bien enorme escuchar reír a esa niña, me siento san otra vez, me limpia.

Fue precisamente la niña quien me enseño a reír con los ojos, sin que la boca participara del juego y gracias a ella aprendí que pasando por las sucesivas etapas del ahogo, las toses y el asma, uno se puede llegar a morir de risa.

Traje muchas de sus travesuras en mis rodillas, y en mis piernas su torpeza con los arboles, y hasta se vino escondida entre rulitos, una horrible cicatriz de viruela. Cuando la descubrí en mi frente, era ya muy tarde para sacarla y alii me quedó y se envejeció conmigo.

Conservo uno de sus juguetes, el que más quería. Aquella mutilada muñeca negra que rescaté del lejano basurero una tardecita, después de asegurarme que no había husmeado ningún espía. L e faltan dos o tres dedos, es cierto, y tiene la nariz pelada a causa de un tonto accidente de trenes, que eran dos sillas de mimbre siamesas por la espalda. A pesar de todo, yo la sigo viendo entera y eso me basta.

Mucho antes que Sor Margarita, ella fue mi primera maestra y yo apenas una alumna desatenta. Desde la falda del abuelo me enseño a pelar el asado de tira como si fuera una banana y a soplar y soplar la sopa que a menudo llegaba hirviendo, y a revolver rincones ocultos para descubrir secretos. Y una cosa importante: que no existe mejor terapia contra los nervios, que el comerse las uñas cuando se plantea la crisis. Comprobé cuan cierto era, tan relajante como un baño de agua tibia.

En parte, la niña fue cruel conmigo. Me obligo a traer en

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