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La ley de causalidad y el principio de retribución


Enviado por   •  23 de Septiembre de 2012  •  Tutoriales  •  7.037 Palabras (29 Páginas)  •  900 Visitas

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LA LEY DE CAUSALIDAD Y EL PRINCIPIO DE RETRIBUCIÓN.

Origen de la filosofía de la naturaleza en el pensamiento mítico religioso griego.

La filosofía griega de la naturaleza nació del pensamiento mítico religioso de las edades anteriores. De ahí que su especulación tuviera originariamente un carácter normativo.

La filosofía griega es un gran intento de una comprensión científica de la realidad aunque fue afectado por la concepción de valores derivados de la esfera social. Por ello, en la filosofía griega primera, como en el pensamiento mítico del hombre primitivo, la naturaleza fue explicada por analogía con la sociedad.

La comunidad autoritaria, el estado, suministra el modelo del orden conforme al cual esta filosofía trata de concebir el universo. El hombre se había acostumbrado a considerar al estado como el orden mismo, y, debido a especulación teológica mucho más antigua, también como un valor absoluto. Pero la analogía entre naturaleza y sociedad se debilita constantemente por efecto de progresivas auto-observaciones. La idea de una ley universal de la naturaleza, que fue al comienzo sólo la proyección de la Ley del estado en el cosmos, se liberta así visiblemente de su prototipo y recibe un significado plenamente independiente. En cambio, el hombre primitivo no distinguió entre sociedad y naturaleza.

La ley del estado, la norma, por un lado, y la Ley de la naturaleza, la ley de causalidad, por otro, se tornan dos principios básicos totalmente diferentes. La socialización de la naturaleza había sido ya alcanzada en los mitos. La ciencia nueva de la naturaleza comenzó donde terminó el mito; pero desde el principio esta ciencia tendió a separar el nomos del logos, la culpa de la causa la naturaleza de la sociedad (originalmente eran lo mismo y fueron expresados con la misma palabra: aitía), La contraposición entre ciencia y política, o al menos a establecer un dualismo de ambas que era enteramente ajeno al pensamiento primitivo.

Tales, Anaximandro y Anaxímenes

Los tres buscan un principio fundamental, arqué, por el cual el universo pueda ser uniformemente explicado, piensan en algo que rige al mundo como un monarca. Tales encuentra ese algo en el agua. Anaximandro en el infinito. Anaxímenes en el aire. La ley del arqué establece una monarquía, que significa no solo comienzo sino también “gobierno” o “regla”. Anaximandro afirma expresamente que, según Aristóteles, el principio básico era el apeirón, que es considerado como abarcando y gobernando todo. La cuestión acerca del origen del mundo poseía para los antiguos filósofos de la naturaleza la implicación de buscar no “un principio de sustancialidad, sino de movilidad”. Y ese movimiento es provocado por algo concebido como un monarca.

Aristóteles dice de Tales que éste parece haber “concebido al alma como una causa de movimiento, si es cierto que afirmó que el imán posee un alma porque atrae al hierro” La causa, en cuanto motor, es pensada todavía en una forma animista, o más bien personalista: pone en movimiento intencionalmente a algo, lo gobierna, lo atrae. Esta idea, aún hoy, no es enteramente ajena al concepto popular de causalidad. Podemos entender la idea de que el “alma” es la causa del movimiento, y así la causa misma, si no descuidamos el hecho de que el concepto de alma nació del alma de muerte y de que su función original – su primer “efecto”, por así decirlo- fue la venganza.

Esta idea de causación recuerda en otros respectos, también, al concepto primitivo de retribución; la causa atrae el efecto tal como el pecado, o, más exactamente, el hombre por su acto ilícito, atrae el castigo. El hecho de que la idea de retribución desempeña un papel decisivo en la noción de arqué el principio fundamental, se muestra sobre todo en la doctrina de que las cosas, ya que se afectan unas a otras, deben originarse en la misma fuente y se retribuyen entre ellas.

Aristóteles dijo: “Si no fueran todas las cosas derivadas unas de otras, no podrían haber ocurrido la acción y la pasión recíprocas”. Sólo cuando las cosas se originan de la misma fuente tienen de veras la misma naturaleza, y sólo cosas iguales pueden reaccionar unas sobre otras.” Que cosas similares puedan influir sólo sobre cosas similares es una idea que se halla con diferentes variaciones en toda la filosofía griega de la naturaleza, observa Kelsen, pero esa influencia se considera garantizada por una voluntad trascendental.

Esta idea se encuentra en Platón, Goethe, y también en los atomistas. Estos lograron separar el principio de causalidad de sus orígenes mitológicos. La tesis de que sólo lo igual puede afectar a lo igual, de que la causa debe ser igual al efecto, se origina en el principio de retribución de las almas y dioses. Su sentido propio es: que entre castigo y pecado, entre recompensa y mérito, existe una suerte de igualdad. Esto viene de la idea de que los padres producen hijos similares a ellos mismos. La “igualdad” del pecado y el castigo consiste en un nuevo pecado, como ocurrió con la vendetta. Pero la semejanza de pecado y castigo, mérito y recompensa, no es sólo cualitativa sino también cuantitativa. Cuanto mayor el pecado, mayor debe ser el castigo; cuanto mayor sea el mérito, mayor debe ser la recompensa. El problema es que no se sabe cómo se fijan los pecados y cómo los méritos. Por lo tanto no hay evolución. Si las cosas son las mismas, por eso se conciben como originándose en el mismo elemento primario. El problema de este pensamiento es que aún no distingue el mundo de la libertad, del mundo de la necesidad, por lo tanto el tiempo es presente, cada uno experimenta el momento, pero no es un momento conjunto que lleva al futuro. Por lo tanto, el hombre se imagina sometido a la voluntad de dioses, pero éstos son caprichosos y con estos modelos de conducta, nunca se sabe qué esperar, por eso no se puede hacer decisiones sobre la propia vida.

Los dioses griegos no fueron modelos arquetípicos. Recordamos que Zeus impulsó a los troyanos a incumplir el pacto de que sólo Príamo y Paris lucharían por Helena, siendo éste el real motivo de las guerras nacionalistas. Comunicando en la figura de Zeus no se puede organizar la paz de las naciones del mundo. La situación es muy diferente en el ejercicio del lenguaje simbólico del Tribunal de Apolo con Orestes y Electra: la norma categórica de retribuir sangre por sangre, fue no válida y dio surgimiento a los principios jurídicos de “No ser juez y parte”, “No hacer justicia por propia mano”.

El hombre primitivo no hubo una

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