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Las 5 Aguilas Blancas


Enviado por   •  5 de Noviembre de 2012  •  445 Palabras (2 Páginas)  •  562 Visitas

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Las cinco águilas blancas.

Cinco águilas blancas volaban un día por el azul del firmamento: cinco

águilas enormes cuyos cuerpos resplandecientes producían sombras

errantes sobre los cerros y montañas.

¿Venían del norte? ¿Venían del sur? La tradición indígena solo dice que las

cinco águilas blancas vinieron del cielo estrellado en una época muy

remota.

Eran aquellos los días de Caribay, el genio de los bosques aromáticos,

primera mujer entre los indios mirripuyes, habitantes del Ande empinado.

Era hija del ardiente Zuhé y la pálida Chía; y remedaba el canto de los

pájaros, corría ligera sobre el césped como el agua cristalina, y jugaba

como el viento con las flores y los árboles.

Caribay vio volar por el cielo las enormes águilas blancas, cuyas plumas

brillaban a la luz del sol como láminas de plata, y quiso adornar su cabeza

con tan raro y espléndido plumaje. Corrió sin descanso tras las sombras

errantes que las aves dibujaban en el suelo; salvó los profundos valles;

subió a un monte y otro monte; llegó, al fin, fatigada a la cumbre solitaria

de las montañas andinas. Las pampas, lejanas e inmensas, se divisaban por

un lado; y por el otro, una escala ciclópea, jaspeada de gris y esmeralda, la

escala que forman los montes, iba por la onda azul del Coquivacoa.

Las águilas blancas se levantaron perpendicularmente sobre aquella altura

hasta perderse en el espacio. No se dibujaron más sus sombras sobre la

tierra.

Entonces Caribay pasó de un risco a otro risco por las escarpadas sierras,

regando el el suelo con sus lágrimas. Invocó a Zuhé, el astro rey, y el

viento se llevó sus voces. Las águilas se habían perdido de vista, y el sol se

hundía ya en el Ocaso.

Aterida de frío, volvió sus ojos al oriente, e invocó a Chía, la pálida luna; y

al punto detúvose el viento para hacer silencio. Brillaron las estrellas, y un

vago resplandor en forma de semicírculo se dibujó en el horizonte.

Caribay rompió el augusto silencio de los páramos con un grito de

admiración. La luna había aparecido, y en torno de ella volaban las cinco

águilas blancas refulgentes y fantásticas.

Y en tanto las águilas descendían majestuosamente, el genio de los bosques

aromáticos, la india mitológica de los Andes moduló dulcemente sobre

altura su selvático cantar.

Las misteriosas aves revoletearon por encima de las crestas desnudas de la

cordillera, y se sentaron al fin, cada una sobre un risco, clavando sus garras

en la viva roca; y se quedaron inmóviles, silenciosas, con las cabezas

vueltas hacia el norte, extendidas las gigantescas

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