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Los Juegos del Hambre 3


Enviado por   •  22 de Agosto de 2012  •  Tutoriales  •  17.103 Palabras (69 Páginas)  •  918 Visitas

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Suzanne CoHins

SINSAJO

(Los Juegos del Hambre 3)

PARTE I

LAS CENIZAS.

Capitulo 1

Bajo la mirada hacia mis zapatos, observando mientras una fina capa de cenizas se asienta

sobre el gastado cuero. Aqui es donde estaba la cama que compartia con mi hermana, Prim.

Alli estaba la mesa de la cocina. Los ladrillos de la chimenea que colapsaron en una

carbonizada pila, proveen un punto de referencia para el resto de la casa. De qu otra

manera podria orientarme en este mar gris?

No queda Casi Dada del Distrito 12. Hace un mes, las bombas del Capitolio arrasaron con

las pobres casas de los mineros en la Vela, las tiendas de la ciudad, incluso con el Edificio

de Justicia. La unica zona que escap6 de la incineraci6n fue la Alden de los Vencedores. No

s exactamente por qu. Quiza para que quien se vea obligado a venir aqui por asuntos del

Capitolio, tenga un lugar decente para quedarse. Los faros reporteros. Un comit evaluando

la condici6n de las minas de carb6n. Una cuadrilla de agentes de la paz buscando

refugiados que hayan vuelto.

Pero nadie ha vuelto excepto yo. Y es 8610 para una breve visita. Las autoridades del

Distrito 13 estaban en contra de mi regreso. Lo veian como un riesgo costoso y sin sentido,

dado que al menos una docena de aerodeslizadores invisibles estan haciendo circulos arriba

para mi protecci6n, y no hay inteligencia alguna por ganar. Sin embargo, tenia que verlo.

Tanto, que lo converti en una condici6n para cooperar con cualquiera de sus planes.

Finalmente, Plutarch Heavensbeen, el lider organizador de los juegos, que habia organizado

a los rebeldes en contra del Capitolio, alz6 sus manos.

Djenla ir. Mas vale desperdiciar un dia que otro mes. Quiza un breve recorrido por el 12

es justo lo que ella necesita para convencerse de que estamos del mismo lado.

El mismo lado. Un dolor apufiala mi sien izquierda y presiono mi mano contra ella. Justo

en el Ingar donde Johanna Mason me golpe6 con el rollo de cable. Los recuerdos giran en

espiral mientras trato de separar lo que es cierto y lo que es falso. Qu serie de eventos me

guiaron a estar de pie sobre las ruinas de mi ciudad? Esto es dificil porque los efectos de la

concusi6n que ella me provoc6 no se ban apaciguado y mis pensamientos aun tienen una

tendencia a mezclarse. Ademas, las drogas que usan para controlar mi dolor y mi humor,

algunas veces me hacen ver cosas. Supongo. Aun no estoy totalmente convencida de que

estaba alucinando la noche en que el piso de mi habitaci6n de hospital se transform6 en una

alfombra de serpientes retorcindose.

Uso una tcnica que uno de los doctores sugiri6. Comienzo con las cosas mas simples que

s que son ciertas y trabajo hacia las mas complicadas. La lista comienza a rodar en mi

cabeza . . .

Mi Hombre es Katniss Everdeen. Tengo diecisiete afios. Mi hogar es el distrito 12. Estuve

en los juegos de Hambre. Escap. El Capitolio me odia. Peeta fue tornado prisionero. Se

cree que esta muerto. Muy posiblemente est muerto. Probablemente es mejor si lo esta. . .

Katniss. Deberia bajar? -La voz de mi mejor amigo Gale me alcanza a travs del

auricular que los rebeldes insistieron en que usara. Fl est arriba en un aerodeslizador,

observandome cuidadosamente, listo para abalanzarse si algo Va mal. Me doy cuenta que

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estoy agachada ahora, con los codos sobre mis muslos, y mi cabeza apoyada entre mis

manos. Debo verme como al horde de alguna clase de colapso. Esto no sucedera. No

cuando finalmente me estan liberando de la medicaci6n.

Me enderezo y rechazo su ofrecimiento.

No, estoy bien. -Para reforzar esto, comienzo a alejarme de mi vieja casa y voy hacia el

pueblo. Gale pidi6 ser dejado en el Distrito 12 conmigo, pero no forz6 la cuesti6n cuando

rechac su compafiia. Fl entiende que no quiero a nadie conmigo hoy. Ni siquiera a 1.

Algunos paseos tienes que hacerlos solo.

El verano esta siendo abrazadoramente caliente y seco como un hueso. No ha habido casi

nada de Iluvia que perturbe las pilas de cenizas dejadas atlas por el ataque. Se mueven aqui

y alla, en reacci6n a mis pasos. Sin brisa que las disperse. Mantengo mis ojos en lo que

recuerdo como el camino, porque cuando aterric por primera vez en la Pradera, no fui

cuidadosa y choqu justo con una roca. S6lo que no era una roca, era el craneo de alguien.

Rod6 y rod6 y aterriz6 boca arriba, y por un largo rato no pude dejar de mirar los dientes,

preguntandome de quin eran, pensando en c6mo los mios probablemente lucirian de la

misma manera bajo circunstancias similares.

Me cifio al camino por habito, pero es una mala

...

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