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MARCELINO PAN Y VINO


Enviado por   •  15 de Mayo de 2013  •  595 Palabras (3 Páginas)  •  1.781 Visitas

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En la austera Castilla, doce frailes franciscanos reconstruyen su convento, destruido por las guerras contra los franceses. Un día, el hermano portero encuentra en la puerta a un recién nacido abandonado, y la comunidad decide hacerse cargo de él. Marcelino crece entre travesuras y el cariño de los frailes. Una mujer le habla de su hijo Manuel, a quien no llega a conocer, pero, desde entonces, se convierte en su inseparable amigo imaginario. El P. guardián de la casa ve que el niño crece sin el afecto de una madre y cree que ha llegado el momento de buscarle una familia de adopción. Se lo propone al herrero del pueblo, pero el cariño de los frailes puede más, y Marcelino permanece con ellos. Todo cambia para cuando, desobedeciendo la prohibición de los religiosos, Marcelino decide subir al desván. Allí descubre un gran imagen del Crucifijo que le hace correr de espanto, pero la curiosidad puede más y regresa. Entonces el miedo se transforma en compasión y nace una emotiva y dulce relación entre el Cristo y Marcelino, que cada día roba de la cocina pan y vino, para llevárselos. El tema de la madre es siempre el centro de la conversación entre ellos y el pequeño expresa su deseo de irse al cielo, para estar con su madre y con la de Jesús. Mientras tanto, los religiosos, que han notado el cambio en el comportamiento de Marcelino, lo siguen hasta el desván, en donde son testigos de cómo el pequeño se "duerme" en los brazos de Cristo.

Inicio

Hace más de cien años, tres sacerdotes franciscanos, pobres como todos los de su orden, luego de efectuar una larga caminata que sólo ellos y Dios sabían cuándo y de donde se había iniciado, pidieron permiso al alcalde de un pequeño pueblecito, al que habían llegado ese día, para que les dejase habitar, por caridad, unas antiguas ruinas abandonadas a unas dos lenguas del pueblo, en terrenos que eran propiedad del Municipio.

Final

El cuerpo, digo. Porque el alma había subido ya hacia su madre, el cielo del que tanto le hablaban los frailes, hacia el Señor a quien Marcelino tantas veces había dado de comer y de beber en el desván: pan y vino.

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