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The Day of the Triffids y sus sucesores


Enviado por   •  27 de Febrero de 2016  •  Resumen  •  447 Palabras (2 Páginas)  •  133 Visitas

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“The Day of the Triffids” y sus sucesores dieron al lector alguna idea de la

conmoción que las primeras fantasías de H. G. Wells causaron a una

generación anterior a la nuestra. Ahora el autor nos da unas historietas cortas

que explican en gran parte el éxito de Wyndham; pues su animada variedad

demuestra que él nunca se cansó de experimentar. Escribe una sátira sobre la

intolerancia racial en “La estúpida marciana”, se deja llevar por una fantasía

salvaje en “Circulo compasivo” y a la tragedia brutal en “Supervivencia”. Nos

hace reír con las bromas que el Tiempo y el Espacio jugarán sobre los seres

humanos.

Finalmente en su última obra “FlorFinalmente en su última obra “Flor Silvestre”, hay ternura combinada con enojo

por la mecanización de la Tierra. La figura más conmovedora de la colección es

la pequeña maestra de escuela, que sosteniendo su ramillete de flores

silvestres, desafía al reactor que cruza el cielo gritando: ¡Tú intimidas con tus

vastos círculos de humo; pero esto es más grande que todos vosotros!

Oí hablar de Tavia por primera vez de una manera indirecta. Una mañana, en la

calle Mayor de Plyton, me abordó un caballero desconocido de edad madura. Se quitó

el sombrero y saludando con cierto aire extranjero se presentó a sí mismo con mucha

educación:

—Me llamo Donal Gobie, el doctor Gobie. Sir Gerald, le agradecería muchísimo

que me prestase atención durante algunos minutos. Siento mucho molestarle, pero es

un asunto muy importante y bastante urgente.

Yo le observé con atención.

—Creo que debe estar usted equivocado —le respondí.

Se sobresaltó.

—Qué tonto soy, lo siento. Sin embargo es un parecido tan grande que estaba

seguro de que usted era Sir Gerald Lattery.

Me tocó el turno de quedar confundido.

—La verdad es que me llamo Gerald Lattery —admití—, pero Míster, no Sir.

Su embarazo aumentó.

—Oh, claro, qué estupidez la mía. ¿Hay por aquí… —preguntó mirando en en

derredor nuestro—, algún sitio donde podamos hablar un momento en privado?

Dudé un poco, pero sólo un instante. Sin duda era un caballero educado y de

cierta cultura. Desde luego no tenía el aspecto de querer inspirar compasión o algo por

el estilo. Estábamos cerca de El Toro, de manera que le conduje a la sala que, en

aquellos momentos estaba vacía. No quiso beber nada y nos sentamos.

—Bien, doctor Gobie —le dije—. ¿De qué se trata?

Evidentemente todavía dudaba, pero luego habló con decisión.

—Es referente a Tavia, Sir Gerald, quiero decir Mr. Lattery. Es posible que usted

no comprenda hasta qué punto la situación está llena

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