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Amayranii


Enviado por   •  6 de Septiembre de 2013  •  447 Palabras (2 Páginas)  •  323 Visitas

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icrobios se encontraba estacionada. Los animales microscópicos se hallaban sumidos

en el desprecio y el olvido, mientras que otras ciencias lograban rápidos progresos.

Antiestéticas y jadeantes locomotoras sembraban el pánico entre los caballos de

Europa y de América. Poco después sería inventado el telégrafo. Se diseñaban nuevos

microscopios, pero a nadie se le ocurría usarlos ni se preocupaba por demostrar que

ciertos animalillos poseían la capacidad e cumplir una labor de utilidad tal como jamás

la realizaría una máquina de vapor. Ni siquiera se insinuaba la terrible posibilidad de

que esos despreciables microbios fueran capaces de matar misteriosa y sigilosamente

a millones de seres humanos. Nadie sospechaba que eran unos asesinos más

efectivos que la guillotina y los cañones de Waterloo.

Cierto día de octubre de 1831, un niño de nueve años se apartaba, horrorizado,

del gentío aglomerado a la puerta de la herrería de un pequeño pueblo situado entre

las montañas del este de Francia. En medio de las exclamaciones de pavor de la

muchedumbre, el niño percibía el chirrido que brotaba de la carne humana al ser

quemada por el hierro calentado al rojo blanco, y los gemidos de la víctima. Era el

labrador Nicole, a quien un lobo rabioso, con fauces escurriendo venenosa espuma,

acababa de desgarrar una pierna en una de las calles del pueblo. El niño que corría

era Louis Pasteur, hijo de un curtidor de Arbois y bisnieto de un siervo del conde de

Udresser.

En el transcurso de varias semanas, ocho víctimas más del lobo rabioso murieron

con las gargantas resecas por los sofocantes tormentos de la hidrofobia. Sus alaridos

resonaban en los oídos de esta criatura tímida —al que algunos consideraban un

simplón— y el hierro candente que chamuscara las carnes del labrador dejó honda

huella en su memoria.

—¿Qué es lo que vuelve rabiosos a los lobos y a los perros, padre? ¿Por qué

mueren las personas cuando son mordidas por perros rabiosos? — preguntaba Louis.

Su padre, e! curtidor, era un viejo sargento de los ejércitos de Napoleón; había

visto caer a diez mil hombres víctimas de las balas, pero no tenía la menor idea de

cómo las enfermedades matan a la gente.

—Tal vez un demonio entra en el lobo, y si la voluntad de Dios lo quiere, muere

sin remedio —fuera, quizá, la contestación del piadoso curtidor; respuesta tan buena

como cualquier otra que el hombre más sabio o et médico más renombrado le

hubieran podido dar: en 1831 nadie conocía la causa de la muerte de las personas

mordidas por perros rabiosos, pues el origen de todas las enfermedades era un

misterio.

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