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Comentario Del Libro En Pie De Guerra


Enviado por   •  29 de Mayo de 2013  •  760 Palabras (4 Páginas)  •  533 Visitas

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Teresa estaba sentada junto a la cuna de su hijito, muy afligida y angustiada, pues temía que el pequeño se muriera. Éste, en efecto, estaba pálido, tenía los ojitos medio cerrados y respiraba casi imperceptiblemente, de vez en cuando con una aspiración profunda, como un suspiro. La tristeza de la Teresa aumentaba por momentos al contemplar a la tierna criatura y ver que su hijo se muria lentamente.

Llamaron a la puerta y entró un hombre viejo y pobre, envuelto en una manta, a pensar que la manta era caliente el hombre tenía todo su cuerpo casi congelado pues estaba en la época del invierno; en la calle todo aparecía cubierto de hielo y nieve, y soplaba un viento cortante.

Como el viejo tiritaba de frío y el niño se había quedado dormido, la madre se levantó y puso a calentar cerveza, para reanimar al anciano. Éste se había sentado junto a la cuna, y mecía al niño. La madre volvió a su lado y se estuvo contemplando al pequeño, que respiraba y levantaba su manito.

¿Crees que vivirá? -preguntó la madre. ¡El buen Dios no querrá quitármelo!

El viejo en realidad era la Muerte en persona, hizo un gesto extraño con la cabeza; lo mismo podía ser afirmativo que negativo. La mujer bajó los ojos, y las lágrimas rodaron por sus mejillas. Tenía la cabeza pesada, llevaba tres noches sin dormir y se quedó un momento como aletargada; pero volvió en seguida en sí, temblando de frío.

¿Qué es esto? -gritó, mirando en todas direcciones. El viejo se había marchado, y la cuna estaba vacía. ¡Se había llevado al niño!

Teresa salió corriendo a la calle, en busca de su hijo. En medio de la nieve había una mujer, vestida con un largo ropaje negro, que le dijo:

La Muerte estuvo en tu casa; lo sé, pues la vi escapar con tu hijito. Volaba como el viento. ¡Jamás devuelve lo que se lleva!

Dime por dónde se fue, Teresa le suplico a a la mujer. Enséñame el camino y la alcanzaré

Conozco el camino respondió la mujer vestida de negro pero antes de decírtelo tienes que cantarme todas las canciones con que meciste a tu pequeño. Me gustan, las oí muchas veces, pues soy la Noche. He visto correr tus lágrimas mientras cantabas y empezó a cantarle uno por una. Y la noche respondió:

Ve hacia la derecha, por el tenebroso bosque de abetos. En él vi desaparecer a la Muerte con el niño.

Muy adentro del bosque se encontraba el camino, y la mujer no sabía por dónde ir.

Llegó a un gran lago que tenía sin más remedio que cruzarlo si quería encontrar a su hijo. Se echó entonces al suelo, dispuesta a beberse toda el agua; pero ¡qué criatura humana sería capaz de ello! Mas la angustiada madre no perdía la esperanza de que sucediera un milagro.

No, no lo conseguirás, dijo el lago. Mejor será que hagamos un trato. Soy aficionado a coleccionar perlas, y tus ojos son las dos perlas más puras que jamás he visto. Si

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