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Crecer Como Persona


Enviado por   •  23 de Febrero de 2014  •  1.609 Palabras (7 Páginas)  •  838 Visitas

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El poder de elegir

De los innumerables dones con que el hombre ha sido dotado, está su capacidad de elegir, entre varios caminos, de optar por diversas oportunidades. Cada uno traza su propio destino, sin limitación, a lo que quiera tener, hacer o ser. Lo importante es usar el poder de elegir para lo correcto, para lo mejor, para lo constructivo. Si así es, recibiremos lo mejor. Muchos seres olvidan el poder de elegir que siempre los acompaña. Y por no elegir lo correcto, destruyen su vida sin darse cuenta, escondidos en disculpas vanas.

Es fácil culpar de nuestros errores a otros, a los padres, maestros, los gobernantes, los compañeros, los jefes. Pero en el fondo está el hecho de no asumir que hemos tomado decisiones incorrectas.

¿Por qué sufrir por lo que en algún momento fue nuestra decisión? Ese trabajo que tiene, usted lo aceptó. Esa profesión, usted la eligió. Esa esposa, usted la eligió, sus hijos, las cosas que tiene, etc., fueron asuntos decididos por usted. La heteronomía es dejar que lo externo nos gobierne. Por ejemplo la época, las circunstancias, la edad. Estos elementos están ahí, esperando nuestra decisión. O los manejamos o nos dejamos manejar.

La autonomía es gobernarnos a nosotros mismos. Cada ser humano, sumando decisiones, va construyendo su vida. Vale la pena elegir lo mejor. Cambiar un trabajo insatisfactorio, ir a estudiar, hacer una empresa, dejar una conducta inadecuada, depende de nuestras decisiones.

Encargarse de la propia vida, diseñarla y construirla de acuerdo con nuestras aspiraciones, es el más alto ejercicio de la libertad.

Libertades

La libertad de ver y escuchar lo que es hoy en lugar de lo que debería estar, estuvo o estará.

La libertad de decir lo que se siente y se piensa, en lugar de lo que se debería sentir y pensar.

La libertad de sentir lo que se siente, en lugar de lo que debería sentirse.

La libertad de pedir lo que se quiere, en lugar de tener siempre que pedir permiso.

La libertad de arriesgarse por su propia cuenta, en lugar de optar únicamente por estar "seguro" y no perturbar la tranquilidad.

Libertad de amar lo que hago en lugar de hacer lo que quiero

Acción vs Reacción

La persona plenamente humana es un actor y no un reactor. Hace un tiempo me contaron el siguiente hecho:

Un Señor estaba de visita en casa de un amigo. Lo acompañó a comprar el periódico. Este saludó con mucha cortesía al vendedor. El cual, por su parte, le respondió con brusquedad y descortesía. El amigo, mientras recogía el periódico que el vendedor había arrojado hacia él de mala manera, sonrió y le deseó un buen fin de semana. De regreso a casa le preguntó:

— Ese señor…te trata siempre con tanta descortesía?

— Sí, por desgracia.

— Y tú siempre te muestras igual de amable?

— Sí, así es.

— Y ¿por qué eres tú tan amable con él, cuando él es tan antipático contigo?

— Porque no quiero que sea él quien decida como debo actuar yo.

“El Actor… el que actúa ante la vida” es la persona que consigue ser ella misma; que no se doblega ante cualquier viento que pueda soplar ni está a merced de la mezquindad, la vileza, la impaciencia, y la ira de los demás; que no se deja transformar por el ambiente, sino que es ella la que influye en éste.

Por desgracia, la mayoría de nosotros nos sentimos como una embarcación a merced de los vientos y las olas. Cuando los vientos rugen y las olas se encrespan, nos falta fuerza y decimos cosas como: “me pone enfermo...”, “me saca de mis casillas...”, “sus observaciones me enervan...”, “este tiempo me deprime terriblemente...”, “este trabajo me aburre soberanamente...”, “solo con verlo me pongo triste...”

Obsérvese que todas estas cosas “me afectan a mí y a mis emociones”. No tengo nada que decir acerca de mi enojo, de mi depresión, de mi tristeza, etc. Y, al igual que todo el mundo, me limito a culpar a otros, a las circunstancias y a la mala suerte. La persona plenamente humana, sabe que “la culpa no es de las estrellas, sino nuestra...”

Podemos alzarnos por encima del polvo de la batalla cotidiana que a tantos de nosotros ciega y sofoca; y esto es precisamente lo que se espera de nosotros en nuestro proceso de crecer como personas. No hay nada en todo lo dicho que sugiera que haya que reprimir las emociones o negar la plenitud de las mismas y de nuestros sentidos. Lo que sí se sugiere es, más bien, el equilibrio y la integración de las emociones. En la persona humana plenamente viva no puede darse ni el amortiguamiento de los sentidos y emociones ni la entrega incondicional a los mismos.

La persona plenamente viva escucha a sus sentidos y emociones y sintoniza con ellos; pero el entregarse a ellos supondría abdicar del intelecto

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