ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Cuando Comer Es Un Infierno


Enviado por   •  18 de Marzo de 2014  •  454 Palabras (2 Páginas)  •  228 Visitas

Página 1 de 2

Los antecedentes. Tengo un problema

Y la siguiente vez que te asalte el hambre, piensa:

La diferencia entre querer y necesitar es el autocontrol.

La mayor parte de las mujeres viven pasando hambre.

¿Por qué iba a ser yo diferente?

Es muy sencillo: cuando has decidido no volver a comer,

no es necesario tomar ninguna decisión más.

Para que te tengan en cuenta, debes ser alta y delgada;

y si no eres alta, lo menos que puedes hacer es mantener

tu peso por debajo de los cincuenta kilos.

No puedes pretender comértelo todo y seguir delgada.

Quiero ser la más guapa y la más delgada:

no siempre puedo ser k más guapa, pero sí la más delgada.

Soy todo lo que quiero ser, pero estoy enterrada

bajo una capa de grasa.

£1 hambre duele, pero ayunar funciona.

(Consignas extraídas de una web pro anorexia, mayo de 2001)

Nací en julio, un mal mes. Durante años envidié a

las niñas de invierno, las que organizaban cumpleaños

con veinte y veinticinco invitados, con regalos

repetidos y chocolate caliente para terminar la

fiesta. No resulta común recordar los cumpleaños

en verano, no es fácil reunir un grupo de amigas

que no marchen de vacaciones, no es sencillo

25

planear un menú con golosinas. Hay que olvidarse

del chocolate y recurrir a la tarta helada, y lograr

que las amiguitas no pasen esos días en el pueblo,

que sus padres no decidan dedicar el fin de semana

a la playa, que el calor no sea tan sofocante que no

haya ganas de jugar, sino de tirarse bajo la sombra.

En mi colegio se acostumbraba a llevar caramelos

el día del cumpleaños. Los nacidos durante

el verano los repartíamos el último día de clase,

de modo que el resto de los niños regresaban a

casa con las notas y el bolsillo lleno de dulces,

encantados por la inesperada abundancia. Un

mes más tarde, cuando mi cumpleaños "llegaba,

los caramelos se habían derretido y las fechas se

habían olvidado.

Me acostumbré desde entonces a repartir más

de lo que recuperaría, a dar más regalos, a entregar

más caramelos de los que yo recibiría, a asistir

a cumpleaños multitudinarios y a encontrar un par

de amigas y unos cuantos primos en los míos; a

que esa situación fuera normal, a que yo tuviera

que dar más de lo que recibía por el simple hecho

de haber nacido en julio.

Aveces me sentía triste, a veces lloraba porque

nada me parecía suficiente: deseaba más amigas,

más regalos, más fiesta, más globos, más atención.

Luego recordaba a los niños africanos con sus tripas

hinchadas, a las niñas gitanas que cuidaban de sus

hermanitos y que yo veía los jueves

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (3 Kb)
Leer 1 página más »
Disponible sólo en Clubensayos.com