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El Caballero De La Armadura Oxidada


Enviado por   •  2 de Noviembre de 2012  •  14.940 Palabras (60 Páginas)  •  316 Visitas

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EL CABALLERO DE LA ARMADURA OXIDADA

Fisher Robert

1.- EL DILEMA DEL CABALLERO

Hace ya mucho tiempo, en una tierra muy lejana, vivía un caballero que pensaba que era bueno, generoso y amoroso. Hacia todo lo que suelen hacer los caballeros buenos, generosos y amorosos. Luchaba contra sus enemigos, que eran malos, mezquinos y odiosos. Mataba dragones y rescataba damiselas en apuros. Cuando en el asunto de la caballería había crisis, tenia la mala costumbre de rescatar damiselas incluso cuando ellas no deseaban ser rescatadas y, debido a esto, aunque muchas damas le estaban agradecidas, otras tantas se mostraban furiosas con el caballero. Él lo aceptaba con filosofía. Después de todo, no se puede contentar a todo el mundo.

Nuestro caballero era famoso por su armadura. Reflejaba unos rayos de luz tan brillantes que la gente del pueblo juraba haber visto el sol salir en el norte o ponerse en el este cuando el caballero partía a la batalla. Y partía a la batalla con frecuencia. Ante la mera mención de una cruzada, el caballero se ponía la armadura entusiasmado, montaba su caballo y cabalgaba en cualquier dirección. Su entusiasmo era tal que a veces partía en varias direcciones a la vez, lo cual no es nada fácil.

Durante años, el caballero se esforzó en ser el numero uno del reino. Siempre había otra batalla que ganar, otro dragón que matar u otra damisela que rescatar.

El caballero tenia una mujer fiel y bastante tolerante, Julieta, que escribía hermosos poemas, decía cosas inteligentes y tenia debilidad por el vino. También tenia un joven hijo de cabellos dorados, Cristóbal, al que esperaba ver, algún día, convertido en un valiente caballero.

Julieta y Cristóbal veían poco al caballero porque, cuando no estaba luchando en una batalla, matando dragones o rescatando damiselas, estaba ocupado probándose su armadura y admirando su brillo. Con el tiempo, el caballero se enamoro hasta tal punto de su armadura que se la empezó a poner para cenar y, a menudo, para dormir. Después de un tiempo, ya no se tomaba la molestia de quitársela para nada. Poco a poco, su familia fue olvidando que aspecto tenia sin ella.

Ocasionalmente, Cristóbal le preguntaba a su madre que aspecto tenia su padre. Cuando esto sucedía, Julieta llevaba al chico hasta la chimenea y señalaba el retrato del caballero.

-He ahí a tu padre- decía con un suspiro.

Una tarde, mientras contemplaba el retrato, Cristóbal le dijo a su madre:

-Ojalá pudiera ver a padre en persona.

-No puedes tenerlo todo!- respondió bruscamente Julieta.

Estaba cada vez mas harta de tener tan solo una pintura como recuerdo del rostro de su marido y estaba cansada de dormir mal por culpa del ruido metálico de la armadura.

Cuando paraba en casa y no estaba absolutamente pendiente de su armadura, el caballero solía recitar monólogos sobre sus hazañas. Julieta y Cristóbal casi nunca podían decir una palabra. Cuando lo hacían, el caballero les acallaba, ya sea cerrando su visera o quedándose repentinamente dormido.

Un día, Julieta se enfrentó a su marido.

-Creo que amas mas a tu armadura de lo que me amas a mí.

-Eso no es verdad- respondió el caballero -Acaso no te ame lo suficiente como para rescatarte de aquel dragón e instalarte en este elegante castillo con paredes empedradas?

-Lo que tu amabas- dijo Julieta, espiando a través de la visera para poder ver sus ojos - era la idea de rescatarme. No me amabas realmente entonces y tampoco me amas realmente ahora.

-Sí que te amo- insistió el caballero, abrazándola torpemente con su fría y rígida armadura, casi rompiéndole las costillas.

-Entonces, quítate esa armadura para que pueda ver quien eres en realidad!- le exigió.

-No puedo quitármela. Tengo que estar preparado para montar en mi caballo y partir en cualquier dirección- explico el caballero.

-Si no te quitas esa armadura, cogeré a Cristóbal, subiré a mi caballo y me marchare de tu vida.

Bueno, esto si que fue un golpe para el caballero. No quiera que Julieta se fuera. Amaba a su esposa y a su hijo y a su elegante castillo, pero también amaba su armadura porque les mostraba a todos quien era él: Un caballero bueno, generosos y amoroso. Por que no se daba cuenta Julieta de ninguna de estas cualidades?

El caballero estaba inquieto. Finalmente, tomo una decisión. Continuar llevando la armadura no valía la pena si por ello había de perder a Julieta y a Cristóbal.

De mala gana, el caballero intento quitarse el yelmo pero, no se movió! Tiro con mas fuerza. Estaba muy enganchado. Desesperado, intento levantar la visera pero, por desgracia, también estaba atascada. Aunque tiro de la visera una y otra vez, no consiguió nada.

El caballero camino de arriba abajo con gran agitación. Cómo podía haber sucedido esto? Quizá no era tan sorprendente encontrar el yelmo atascado, ya que no se lo había quitado en años, pero la visera era otro asunto. La había abierto con regularidad para comer y beber. Pero bueno, si la había abierto esa misma mañana para desayunar huevos revueltos y cerdo en su salsa!

Repentinamente, el caballero tuvo una idea. Sin decir adonde iba, salió corriendo hacia la tienda del herrero, en el patio del castillo. Cuando llego, el herrero estaba dándole forma a una herradura con sus manos.

-Herrero- dijo el caballero, -tengo un problema.

-Sois un problema, señor- dijo socarronamente el herrero, con su tacto habitual.

El caballero, que normalmente gustaba de bromear, arrugó el entrecejo.

-No estoy de humor para tus bromas en estos momentos. Estoy atrapado en esta armadura- vocifero, al tiempo que golpeaba el suelo con el pie revestido de acero, dejándolo caer accidentalmente sobre el dedo gordo del pie del herrero.

El herrero dejo escapar un aullido y, olvidando por un momento que el caballero era su señor, le propino un brutal golpe en el yelmo. El caballero sintió tan sólo una ligera molestia. El yelmo ni se movió.

-Inténtalo otra vez- ordeno el caballero, din darse cuenta de que el herrero le había golpeado porque estaba enfadado.

-Con gusto- dijo el herrero, balanceando un martillo en venganza y dejándolo caer con fuerza sobre el yelmo del caballero. El yelmo ni siquiera se abollo.

El caballero se sintió muy turbado. El herrero era, con mucho, el hombre mas fuerte del reino. Si el no podía sacar al caballero de su armadura, quien podría?

Como era un buen hombre, excepto cuando le aplastaban el dedo gordo del pie, el herrero percibió el pánico del caballero y sintió lástima.

-Estáis en una situación difícil, caballero, pero no os deis por vencido. Regresad mañana cuando yo haya descansado. Me habéis cogido al

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