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El Hombre En Busca De Sentido


Enviado por   •  2 de Enero de 2015  •  5.222 Palabras (21 Páginas)  •  202 Visitas

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RESUMEN DEL LIBRO DE VIKTOR FRANKL,

“EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO”

Frankl nació en Viena, Austria el 26 de Marzo de 1905; en ese momento Viena era la capital del Imperio Austro – Húngaro.

Desde muy joven, Viktor Frankl mostró interés por la ciencia. Realizó sus estudios en medicina, después se especializó en neurología y psiquiatría, donde estudió el psicoanálisis de Sigmund Freud y se opuso a la idea determinista planteada.

Antes de su internación, desarrolló la teoría de la logoterapia y realizó diversas exposiciones sobre la misma.

En 1942 fue internado al campo de concentración de Auschwitz. Durante tres años vivió el horror del Holocausto en los campos de concentración. El 27 de abril de 1945 es liberado por las tropas americanas.

El mismo año de su liberación publicó su libro “Un psicólogo en un campo de concentración”, que años más tarde se cambió el nombre a “El hombre en busca de sentido”. Su relato no es de carácter histórico, no detalla los acontecimientos y horrores vividos al detalle histórico; contrariamente, busca una evaluación personal y de su entorno con una visión de psiquiatra, aplicando la logoterapia.

El autor, que vivió la destrucción de su entorno y el exterminio de sus padres, esposa y demás seres queridos, que padeció hambre, frío y estuvo tantas veces cerca de la muerte, proclamó que la vida merecía ser vivida al encontrar un sentido a la misma.

El libro relata, en primera persona, la vida del autor Viktor E. Frankl en los campos de concentración de la antigua Alemania nazi. Relata la crueldad con la que los soldados maltrataban a los prisioneros y a su vez explica como incidía la vida en el campo de concentración en la mente del prisionero.

En un campo de concentración había dos tipos de prisioneros diferentes, a saber: el prisionero corriente, que sufría los trabajos más duros y recibía la crueldad de los soldados y los denominados “capos”, éstos eran prisioneros con privilegios y a menudo trataban a los otros prisioneros peor que los mismísimos soldados. Nada mas llegar al campo de concentración, que en este caso era el de Auschwitz, al prisionero se le quitaban sus objetos personales y sus documentos de identidad y se les identificaba con un número. Después se hacia una primera selección que para algunos tendría un destino fatal. Agrupaban a los enfermos, deformes, débiles o que en resumen, tenían algún defecto para trabajar y los enviaban a alguno de los campos centrales, provistos de crematorios y cámaras de gas. Los trabajos forzados de los prisioneros tenían, a veces, una recompensa en forma de cupón. Dicho cupón se podía canjear por una docena de cigarrillos o una docena de raciones de sopa. Normalmente los cupones se guardaban para la sopa, pero, gracias a ellos se podía distinguir cuando un prisionero perdía las ganas de vivir y se fumaba sus cigarros para “disfrutar” de sus últimos días de existencia.

El autor divide la vida en el campo en tres fases. A raíz de las cuales me dispongo a resumir el libro: la internación al campo, la vida en el campo y después de la liberación. Las tres etapas, enfocadas al cómo los hombres buscaron la sobrevivencia psicológica para poder soportar la dura vida que tenían.

La internación al campo

Al llegar a un campo de concentración (en caso del autor, Viktor Frankl, el campo de concentración fue Auschwitz) se experimenta un shock emocional muy agudo. Al llegar a la estación, la primera sensación emocional es la esperanza que algo va a pasar para cambiar este hecho; a este estado emocional se denomina “ilusión del indulto” que es un mecanismo de amortiguación interna percibido por los condenados a muerte. En este estado se siente una esperanza no fundamentada para ser indultados a último minuto. Muchas de las personas que fueron directo a las cámaras de gas murieron llevando este sentimiento: mujeres, niños, ancianos y enfermos.

Para las personas que sobrevivieron a la primera selección, la siguiente etapa fue la desinfección, donde la mayoría experimentó el borrar la conciencia de la vida anterior. En ese momento donde pierdes a los seres queridos, los objetos personales y la misma ropa, se queda el sentimiento de la existencia desnuda.

Una vez internado al campo se tiene la idea del suicidio en las alambradas eléctricas; incluso la cámara de gas se ve como una opción más tentadora a la vida por delante. Este sentimiento pasajero disminuye debido a que la probabilidad de muerte en las semanas futuras era muy elevada y elimina la necesidad de tomar decisiones a las personas. “Éramos incapaces de captar la auténtica realidad de nuestra condición y se nos escapaba el significado de los acontecimientos” Luego de su llegada al campo se realiza la primera selección, “el primer veredicto sobre nuestra aniquilación o nuestra supervivencia”. Allí, cerca de un noventa por ciento de las mil quinientas personas que habían viajado hacia Auschwitz, hacinadas en los vagones de un tren, fueron ejecutadas en los “baños” o cámaras de gases y de allí eran conducidos a los hornos crematorios. De allí los pocos que habían sobrevivido eran llevados a la cámara de desinfección, en donde eran desnudados y afeitados, y como si ello fuera poco, desprovistos de las pocas cosas de valor que habían conseguido conservar, como el anillo de bodas o alguna medalla. Con el paso del tiempo se desvanecían las ilusiones que tenían de salir de ese lugar. Se sentían embargados por un sentido del humor extraño y también de una cierta curiosidad. “Con ella lográbamos distanciar la mente de la realidad circundante y así se facilitaba el contemplar lo real con una cierta objetividad [...] Estábamos ansiosos por descubrir lo que sucedería después de cada acontecimiento” Lo que en la vida cotidiana resultaba imprescindible, en el campo de concentración no lo era: los prisioneros no dormían el número de horas determinado para poder sobrevivir, no tenían la ropa adecuada para abrigarse del clima frío, no podían higienizarse debidamente “A veces, cuando las cañerías se helaban, pasábamos varios días sin lavarnos, ni siquiera alguna parte del cuerpo y, sin embargo, las heridas y las llagas de las manos, sucias del trabajo en la tierra, no supuraban –a menos que se congelasen-.”, no se nutrían bien y acorde al trabajo forzado que realizaba. En este estado de shock, a todos en algún momento les rondaba la idea del suicidio, pues aquí se perdía el temor a la muerte. “Pasados los primeros días, hasta las cámaras de gas se observaban con un horror atenuado y soportable: al fin y al cabo le ahorraban a

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