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FREUD PSICOLOGIA DE LAS MASAS Y ANALISIS DEL YO


Enviado por   •  6 de Noviembre de 2013  •  22.891 Palabras (92 Páginas)  •  440 Visitas

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La oposición entre psicología individual y psicología social o colectiva, que a primera

vista puede parecernos muy profunda, pierde gran parte de su significación en cuanto la

sometemos a un más detenido examen. La psicología individual se concreta,

ciertamente, al hombre aislado e investiga los caminos por los que el mismo intenta

alcanzar la satisfacción de sus instintos, pero sólo muy pocas veces y bajo determinadas

condiciones excepcionales, le es dado prescindir de las relaciones del individuo con sus

semejantes. En la vida anímica individual, aparece integrado siempre, efectivamente, «el

otro», como modelo, objeto, auxiliar o adversario, y de este modo, la psicología

individual es al mismo tiempo y desde un principio, psicología social, en un sentido

amplio, pero plenamente justificado.

Las relaciones del individuo con sus padres y hermanos, con la persona objeto de su

amor y con su médico, esto es, todas aquellas que hasta ahora han sido objeto de la

investigación psicoanalítica, pueden aspirar a ser consideradas como fenómenos

sociales, situándose entonces en oposición a ciertos otros procesos, denominados, por

nosotros, narcisistas, en los que la satisfacción de los instintos elude la influencia de

otras personas o prescinde de éstas en absoluto. De este modo, la oposición entre actos

anímicos sociales y narcisistas -Bleuler diría quizás: autísticos- cae dentro de los

dominios de la psicología social o colectiva.

En estas relaciones con sus padres y hermanos, con el ser amado, el amigo y el médico,

se nos muestra el individuo bajo la influencia de una única persona o todo lo más, de un

escaso número de personas, cada una de las cuales ha adquirido para él una

extraordinaria importancia. Ahora bien, al hablar de psicología social o colectiva, se

acostumbra a prescindir de estas relaciones, tomando solamente como objeto de la

investigación la influencia simultánea ejercida sobre el individuo por un gran número de

personas a las que le unen ciertos lazos, pero que fuera de esto, pueden serle ajenas

desde otros muchos puntos de vista. Así, pues, la psicología colectiva considera al

individuo como miembro de una tribu, de un pueblo, de una casa, de una clase social o

de una institución, o como elemento de una multitud humana, que en un momento dado

y con un determinado fin, se organiza en una masa o colectividad. Roto, así, un lazo

natural, resultó ya fácil considerar los fenómenos surgidos en las circunstancias

particulares antes señaladas, como manifestaciones de un instinto especial irreductible,

del instinto social -herd instinct, group mind-, que no surge al exterior en otras

situaciones. Sin embargo, hemos de objetar, que nos resulta difícil atribuir al factor

numérico importancia suficiente para provocar por sí solo en el alma humana, el

despertar de un nuevo instinto, inactivo en toda otra ocasión. Nuestra atención queda, de

este modo, orientada hacia dos distintas posibilidades; a saber, que el instinto social no

Sigmund Freud Psicología de las masas y análisis del yo

es un instinto primario e irreductible, y que los comienzos de su formación pueden ser

hallados en círculos más limitados, por ejemplo, el de la familia.

La psicología colectiva, no obstante encontrarse aún en sus primeras fases, abarca un

número incalculable de problemas, que ni siquiera aparecen todavía suficientemente

diferenciados. Sólo la clasificación de las diversas formas de agrupaciones colectivas y

la descripción de los fenómenos psíquicos por ellas exteriorizados exigen una gran labor

de observación y exposición y han dado origen ya a una extensa literatura. La

comparación de las modestas proporciones del presente trabajo con la amplitud de los

dominios de la psicología colectiva, hará ya suponer al lector, sin más advertencias por

parte mía, que sólo se estudian en él algunos puntos de tan vasta materia. Y en realidad,

es que sólo un escaso número de las cuestiones que la misma entraña, interesan

especialmente a la investigación psicoanalítica de las profundidades del alma humana.

II

EL ALMA COLECTIVA, SEGÚN LE BON

Podríamos comenzar por una definición del alma colectiva, pero nos parece más

racional presentar, en primer lugar, al lector, una exposición general de los fenómenos

correspondiente y escoger entre éstos algunos de los más singulares y característicos,

que puedan servirnos de punto de partida para nuestra investigación. Conseguiremos

ambos fines tomando como guía una obra que goza de justa celebridad, la «Psicología

de las multitudes», de Gustavo Le Bon.

Ante todo, convendrá que nos hagamos presente, con máxima claridad, la cuestión

planteada. La psicología -que persigue los instintos, disposiciones, móviles e intenciones

del individuo, hasta sus actos y en sus relaciones con sus semejantes-, llegada al final de

su labor y habiendo hecho la luz sobre todos los objetos de la misma, vería alzarse ante

ella, de repente, un nuevo problema. Habría, en efecto, de explicar el hecho

sorprendente de que en determinadas circunstancias, nacidas de su incorporación a una

multitud humana que ha adquirido el carácter de «masa psicológica», aquel mismo

individuo al que ha logrado hacer inteligible, piense, sienta y obre de un modo

absolutamente inesperado. Ahora bien: ¿qué es una masa? ¿Por qué medios adquiere la

facultad de ejercer una tan decisiva influencia sobre la vida anímica individual? ¿Y en

qué consiste la modificación psíquica que impone al individuo?

La contestación de estas interrogaciones, labor que resultará más fácil comenzando por

la tercera y última, incumbe a la psicología colectiva, cuyo objeto es, en efecto, la

observación de las modificaciones impresas a las reacciones individuales. Ahora bien,

toda tentativa de explicación debe ir precedida de la descripción del objeto que de

explicar se trata.

Dejaremos, pues, la palabra a Gustavo Le Bon: «El más singular de los fenómenos

presentados por una masa psicológica, es el siguiente: cualesquiera que sean los

individuos que la componen y por diversos o semejantes que puedan ser su género de

vida, sus ocupaciones, su carácter o su inteligencia, el simple hecho de hallarse

transformados en una multitud le dota de

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