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Formacion De Sintomas


Enviado por   •  3 de Octubre de 2012  •  1.740 Palabras (7 Páginas)  •  404 Visitas

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LA FORMACIÓN DE SÍNTOMAS EN LA HISTERIA

Ruy Henríquez

Los mecanismos que intervienen en la formación de síntomas en la histeria, y en la

neurosis en general, son los mismos que intervienen en la producción de los fenómenos

oníricos. Frente a un síntoma se debe siempre suponer la participación de procesos

inconscientes, en tanto que los procesos concientes jamás producen síntomas

neuróticos.

Como los sueños, los síntomas suelen considerarse fruto del azar o del

cansancio, de la distracción, de la actividad somática, de los caracteres hereditarios o,

incluso, de la simulación como ocurrió durante mucho tiempo con la histeria.

Al tener en cuenta el concepto de inconsciente no sólo los sueños, los actos

fallidos, los olvidos y los lapsus tienen sentido. También las ideas obsesivas, las fobias,

las parálisis histéricas y, en general, los síntomas neuróticos pueden ser así

interpretados.

Aunque los síntomas son una producción del inconsciente, ellos mismos no son

inconscientes. Los síntomas son más bien efectos, ramificaciones, manifestaciones de

procesos inconscientes. Procesos psíquicos que pudiendo haberse desarrollado hasta

llegar a la conciencia, se ven perturbados e interrumpidos en su curso, obligados a

permanecer inconscientes.

El síntoma se forma en sustitución de algo que no ha conseguido manifestarse a

la conciencia. La existencia del síntoma tiene por condición el que un proceso psíquico

no haya podido llegar a su fin normal y hacerse, por tanto, consciente. El síntoma viene

entonces a sustituir a aquella parte evolutiva del proceso que ha quedado obstruida. Los

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síntomas son considerados como una transacción o permuta, esto es, un proceso

psíquico inconsciente que logra su acceso a la conciencia a cambio de deformarse hasta

el punto de resultar irreconocible.

Ocurre que contra el acceso a la conciencia, del proceso psíquico en cuestión, se

eleva una violenta oposición, que le fuerza a permanecer inconsciente, adquiriendo

como tal la capacidad de producir síntomas como formaciones sustitutivas.

Esta oposición se manifiesta igualmente contra los esfuerzos terapéuticos en

calidad de resistencia. A este proceso, que se manifiesta en la resistencia, se le da el

nombre de «represión». La represión es una precondición de la formación de síntomas,

siendo el síntoma un sustitutivo de algo que la represión impide manifestarse.

Se puede decir, entonces, que un síntoma es como una realización encubierta de

deseos. Los síntomas neuróticos obedecen a esta misma tendencia de satisfacción de

deseos, en tanto que los mecanismos que intervienen en el sueño se aprecian también en

su formación, a saber: los mecanismos de condensación y desplazamiento.

Los síntomas tienden a la satisfacción sexual del sujeto neurótico cuando se

carece de ella en la vida real. El neurótico sufre una frustración, al rehusarle la realidad

la satisfacción de sus deseos inconscientes, recurriendo a su formación para verlos

satisfechos. Un neurótico se sume en la enfermedad, nos dice Freud, como

antiguamente se sumergían en el claustro aquellas personas que no se sentían con

fuerzas para afrontar una vida difícil.

Por ser el resultado de una transacción entre las instancias consciente e

inconsciente, los síntomas incluyen tanto la tendencia a la realización del deseo como la

tendencia a preservar al sujeto contra su realización. Expresan al mismo tiempo lo que

ha sido reprimido y lo que ha constituido la causa de tal represión, contribuyendo, de

esta manera, a su origen.

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La antítesis entre la satisfacción y la defensa del deseo reprimido que se exhibe

en los síntomas neuróticos, no equivale a una contradicción. Ellos tienden unas veces a

procurar una satisfacción sexual al sujeto y otras a preservarle contra la misma.

En la histeria predomina el carácter positivo, o sea el de satisfacción, y el

negativo o ascético en la neurosis obsesiva. La sustitución puede efectuarse más en

provecho de una de estas tendencias que de la otra, pero raras veces se hace en provecho

de una sola. En la histeria, las dos intenciones se expresan, la mayoría de las veces, por

un único síntoma, y, en cambio, en la neurosis obsesiva existe una separación entre

ambas, consistente en que el síntoma aparece en dos tiempos; esto es, se compone de

dos actos que se llevan a cabo sucesivamente y se anulan uno al otro.

Lo que propiamente se opone a la satisfacción de los deseos sexuales, infantiles

y reprimidos, serían las llamadas “pulsiones del yo”. Reprimiendo, el yo se defiende del

peligro que supone para el sujeto la realización de tales deseos. La neurosis no es, por

tanto, un producto exclusivo de la sexualidad, sino más bien del conflicto que puede

surgir entre ésta y el yo. Freud llamó a estas afecciones “neurosis de defensa”, por ser el

resultado de la defensa que hace el yo frente a un deseo que considera intolerable.

Si se tratara de un estímulo exterior, el medio de defensa más adecuado contra él

sería la fuga. Pero tratándose de una pulsión, la fuga resulta ineficaz, pues el yo no

puede huir de sí mismo. La represión constituye una fase preliminar de la condena, una

noción intermedia entre la condena y la fuga.

La resistencia es un producto de las fuerzas del yo, esto es, de sus cualidades

tanto conocidas como latentes. Tales fuerzas y cualidades son las que determinan la

represión, o por lo menos, contribuyen a producirla.

Es un error limitarse a resaltar la repulsa que, partiendo del yo, actúa sobre el

material que ha de ser reprimido. Es indispensable tener también en cuenta la atracción

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que lo primitivamente reprimido ejerce sobre aquello con lo que le es dado entrar en

contacto. La tendencia a la represión no alcanzaría sus propósitos si estas dos fuerzas no

actuaran juntas y no existiera algo primitivamente reprimido, dispuesto a acoger lo

rechazado.

La represión no impide a la representación de la pulsión perdurar en lo

inconsciente, continuar organizándose, crear ramificaciones y establecer relaciones. La

represión sólo estorba la relación con el sistema psíquico consciente. La representación

de la pulsión se desarrolla

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