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Inferioridad


Enviado por   •  18 de Enero de 2013  •  5.109 Palabras (21 Páginas)  •  413 Visitas

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Carácter positivo del sentimiento de inferioridad. La superación del sentimiento

de inferioridad es independiente de la obtención del placer.

Sentimiento de inferioridad e instinto de muerte. El principio de

aseguramiento en la esfera corporal y en la esfera cultural. Utilidad

biológica del sentimiento de inferioridad. Posibilidad y causalidad. Falta

de finalidad de la psicología de los instintos. Valor creador del espíritu de

negación. El sentimiento de comunidad en el futuro. Omnipotencia del

sentimiento de comunidad. Estilos de vida con insuficiente sentimiento

de comunidad. Actitud pasiva y actitud activa frente al sentimiento de

inferioridad. Sí, pero... Aseguramiento con síntomas corporales. La

actitud de vacilación. El complejo de inferioridad.

Hace mucho tiempo puse de relieve que ser hombre equivale a sentirse

inferior. Quizá no todos recuerdan haber experimentado este sentimiento

de inferioridad. Es también posible que a muchos les extrañe esta expresión

y prefieran cambiarla por otra. No me opongo a ello; y tanto menos cuanto

que veo que algunos autores han hecho ya este cambio. Para negarme la

razón, gentes que se pasan de listas calcularon que el niño debe haber

experimentado un sentimiento de plenitud para poder llegar a un

sentimiento de inferioridad. La sensación de insuficiencia constituye un

sufrimiento duro y tenaz que perdura, por lo menos, hasta que un deber no

es resuelto, hasta que una necesidad no es satisfecha o no es neutralizada

una tensión. Es, sin duda, un sentimiento natural comparable a una tensión

dolorosa, que reclama alivio. Este alivio no ha de ir forzosamente

acompañado de placer, como supone Freud, aunque puede ir acompañado

de sentimientos de satisfacción, lo cual estaría de acuerdo con la

concepción de Nietzsche. En determinadas condiciones, el relajamiento de

esta tensión puede ir acompañado también de sufrimiento permanente o

temporal, algo así como cuando se va un fiel amigo o como cuando es

necesario someterse a una operación dolorosa. Tampoco a un fin penoso

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-generalmente preferido a una pena sin fin- puede considerársele como

placer, a menos que queramos recurrir a ardides sofísticos.

De la misma manera que un lactante traiciona con sus movimientos el

sentido de insuficiencia, su constante aspiración a perfeccionarse y a

satisfacer sus exigencias vitales, así también el movimiento histórico de la

Humanidad debe ser interpretado como la historia del sentimiento de

inferioridad y de los intentos realizados para liberarse de él. Desde que se

puso en movimiento, la materia viva siempre se ha esforzado por pasar de

una situación de minus a una situación de plus. Este movimiento, cuyas

características describimos ya en 1907 en nuestro Studie über

Minderwertigkeit van Organen (Estudio de las minusvalías orgánicas), es

el mismo que comprendemos bajo el concepto de evolución. Dicho

movimiento en modo alguno puede considerarse como encaminado hacia la

muerte, ni siquiera hacia un estado de equilibrio o de reposo; antes bien,

aspira a la dominación del mundo circundante. La tesis de Freud de que la

muerte ejerce una cierta atracción sobre el hombre, hasta el punto de llegar

a desearla en sueños y demás, representa, aun dentro de su propio sistema,

una conclusión precipitada. No cabe, en cambio, duda de que existen

hombres que prefieren la muerte a una lucha con las circunstancias

ambientales, porque, en su orgullo, tienen un miedo exagerado a un posible

fracaso. Son personas que aspiran siempre a ser mimadas y dispensadas de

sus obligaciones, a base de que otros las cumplan.

Como fácilmente puede demostrarse, el cuerpo humano se halla

estructurado según el principio de seguridad. Meltzer llamó ya la atención

sobre este principio en The Harvard Lectures, en 1906 y 1907, esto es,

aproximadamente, en la misma época en que yo escribía mi ya citado

estudio, sólo que él lo hizo con más profundidad y amplitud. Un órgano

dañado es substituido en su función por un órgano sano o emite por sí

mismo una energía complementaria. Todos los órganos pueden rendir más

de lo que rinden normalmente, y atender muchas veces a múltiples y vitales

funciones. La vida, que está regida por el principio de autoconservación, ha

adquirido, en el curso de la evolución biológica, la energía y la capacidad

para ello imprescindibles. Las divergencias de los hijos y de las

generaciones jóvenes, con respecto a los padres y a las generaciones viejas,

no son más que un aspecto de este mecanismo de seguridad vital.

También la creciente civilización que nos rodea acusa idéntica tendencia a

la seguridad y nos muestra al hombre en un continuo estado afectivo de

sentimiento de inferioridad que estimula incesantemente su actividad para

alcanzar una mayor seguridad. La satisfacción y el dolor que acompañan a

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esta lucha no son sino ayudas y premios que se le ofrecen al caminar por

esta vereda. Pero una adaptación definitiva a la realidad del momento, ya

creada, no sería otra cosa que la explotación de los esfuerzos de otros en

armonía con la imagen que del mundo tienen los niños mimados. La

continua aspiración a la seguridad impulsa al individuo hacia la superación

de la realidad actual en favor de otra realidad mejor. Sin esta corriente de la

civilización, que nos arrastra hacia delante, la vida humana sería imposible.

El hombre habría sucumbido ante el embate de las fuerzas de la Naturaleza

si no hubiera aprendido a utilizarlas en provecho propio. El hombre carece

de cosas que, poseídas por seres más fuertes, hubiesen podido ser causa de

su aniquilamiento. Los rigores del clima le obligan a defenderse contra el

frío mediante las pieles que quita a animales mejor dotados. Su organismo

requiere una habitación artificial y una preparación igualmente artificial de

sus alimentos. Su vida no está asegurada más que bajo ciertas condiciones,

como son una conveniente división del trabajo y una suficiente

multiplicación de los individuos. Sus órganos y su espíritu trabajan de

continuo para superarse, para afianzarse. A esto hay que añadir su mayor

conocimiento de los peligros de la vida y una menor ignorancia de

...

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