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LA VOZ DE LOS CLIENTES: CONSEJOS PRACTICOS DE LOS EXPERTOS PARA CREAR CONVERSACIONES DIALOGICAS Y RELACIONES COLABORATIVAS.


Enviado por   •  28 de Enero de 2014  •  1.569 Palabras (7 Páginas)  •  590 Visitas

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La terapia como conversación dialógica

La conversación es un fenómeno lingüístico y al mismo tiempo un proceso en el que se construye un sentido. La naturaleza transformacional de la conversación se basa en su naturaleza dialógica y en su capacidad de recontar los sucesos de nuestra vida en el contexto de un sentido diferente. En la conversación terapéutica, en el que la consecuencia natural y espontánea es el cambio, el terapeuta no se libra de este proceso transformacional. “Es imposible que el terapeuta no cambie”.

Conversación dialógica: indagación compartida.

La conversación dialógica se caracteriza por la indagación compartida. Los participantes no suponen que saben lo que la otra persona dice, quiere decir o quiere, sino que cada participante se compromete a aprender sobre el otro y a tratar de entenderlo, buscando significaciones por medio de lenguaje.

La indagación compartida se caracteriza por:

Espacio dialógico: Es un espacio metafórico que existe entre los participantes de la conversación. En la conversación, se promueven ideas, y acciones fluidas, cambiantes; se abren múltiples posibilidades a nuevos desarrollos. En realidad, cada acto de hablar abre innumerables puertas a distintos caminos. Este espacio de posibilidades es lo que Anderson llama “espacio dialógico”, espacio que tal vez la actividad cotidiana del paciente no le permita encontrar fuera de la terapia.

El “no-saber”: EL no-saber es una postura interpretativa que se apoya en el análisis continuo de la experiencia tal como ocurre en un contexto, y tal como es narrada por el cliente. La interpretación es siempre un diálogo entre terapeuta y cliente, y no el resultado de alguna narrativa teórica privilegiada por lo que el terapeuta entiende, por su pericia, su experiencia o su modelo conceptual.

Incertidumbre: Voluntad de dudar

Voluntad de arriesgar: El terapeuta no está seguro, no está protegido por su saber. La posición de no-saber es vulnerable. Las evaluaciones prematuras pueden hacer que un terapeuta formule preguntas cuyo propósito sea verificar las realidades del terapeuta más que aprender del cliente. Aquí lo decisivo no es tanto que el terapeuta tenga ideas preconcebidas, sino lo que haga con esas ideas.

Humildad: El terapeuta es un aprendiz con cada nuevo cliente.

Los requisitos del no-saber: El terapeuta realmente quiere aprender el sentido que tienen las cosas para el cliente; quiere captar la historia del cliente, no determinar su causa.

Lo que el no-saber no significa: el conocimiento profesional pre-aprendido

Debemos poder ser cuestionados y cuestionarnos a nosotros mismos; embarcarnos en un juego dialógico que aliente la búsqueda igualitaria y mutua de la comprensión. Un proceso colaborativo tal disminuye el riesgo de que, aun sin quererlo, explotemos nuestro poder social como terapeutas con la finalidad de preservar nuestra propia base de conocimiento o de nuestras instituciones y discursos culturales.

“El me creyó”: Se trata del ejemplo de discurso de un psicótico relatando su delirio. El terapeuta cree el paciente y no intenta convencerle que esto no corresponde a la realidad, intenta sumergirse en el mundo del cliente, con una actitud y unas acciones que demuestren interés y respeto sinceros, y que hagan que el cliente se sienta escuchado y confirmado. Este crear espacio para el otro es el primer paso para ser capaz de hablar con, de dialogar, de cambiar.

Confiar y creer: Los terapeutas no son impulsados por la búsqueda de la verdad, sino por la necesidad de entender.

La historia contada nunca es igual que la historia escuchada. Cada narrador habla desde una posición biográfica única y, en un sentido, no compartible. Cualquier versión o revisión de la historia es tan verdadera como cualquier otra.

Hacer preguntas conversacionales: La posición de no –saber permite al terapeuta expresar interés y curiosidad por el cliente, es más probable que las preguntas formuladas desde esa posición vengan desde dentro y no desde fuera de la conversación local. Las preguntas formuladas desde esta posición ayudan a que el cliente cuente, clarifique y amplifique una historia: abren nuevas avenidas para explorar lo que se sabe y lo que no se sabe; ayudan a que la terapeuta aprenda sobre lo dicho versus lo todavía no-dicho, y la protegen de malentendidos. A su vez, cada pregunta lleva a una elaboración de las descripciones y explicaciones; cada pregunta lleva a otra pregunta-un proceso de continuo preguntar que proporciona las bases de lanzamiento del proceso dialógico.

Las preguntas retóricas se dan sus propias respuestas; las preguntas pedagógicas implican la dirección de la respuesta. En la terapia tradicional, las preguntas son a menudo de esta naturaleza; esto es, implican una dirección (por ejemplo la realidad correcta), aunque le dejan al cliente un poco de espacio para elegir la respuesta.

Ser tentativo no es lo mismo que ser impreciso, sino ser abierto a la otra persona y dar espacio a su participación. Creo que las preguntas formuladas de esta manera permiten al cliente responder a ellas, reconstruirlas o ignorarlas.

Escuchar y responder

Escuchar es atender a, interactuar con, responder a, y tratar de aprender acerca de la historia del cliente y su importancia

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