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Manuscrito K


Enviado por   •  14 de Agosto de 2012  •  2.847 Palabras (12 Páginas)  •  579 Visitas

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Manuscrito K. Las neurosis de defensa (Un cuento de Navidad) (1º de enero de 1896)

(Un cuento de Navidad)

Existen cuatro tipos y muchas formas. Sólo puedo establecer una comparación entre histeria,

neurosis obsesiva y una forma de la paranoia. Tienen diversas cosas en común. Son

aberraciones patológicas de estados afectivos psíquicos normales: del conflicto (histeria), del

reproche (neurosis obsesiva), de la mortificación (paranoia), del duelo (amentia

alucinatoria aguda). Se distinguen de estos afectos por no llevar a tramitación alguna, sino al

daño permanente del yo. Sobrevienen con las mismas ocasiones que sus afectos-modelo, toda

vez que la ocasión cumpla además dos condiciones: que sea de índole sexual y suceda en el

período anterior a la madurez sexual (condiciones de la sexualidad y del infantilismo). Sobre

condiciones referentes a la persona no he llegado a saber nada nuevo; en general, diría que la

herencia es una condición adicional que facilita y acrecienta el afecto patológico; es, por tanto,

aquella condición que posibilita sobre todo las gradaciones de lo normal hasta lo extremo. No

creo que la herencia comande la elección de la neurosis de defensa.

Existe una tendencia defensiva normal, o sea, la repugnancia a guiar la energía psíquica de

suerte que genere displacer. Esta tendencia, que se entrama con las constelaciones más

fundamentales del mecanismo psíquico (ley de la constancia), no puede ser vuelta contra

percepciones, pues estas saben conquistarse atención (atestiguada por conciencia); sólo

cuenta contra recuerdo y representaciones de pensar. Es inocua toda vez que se trate de

representaciones que en su tiempo estuvieron enlazadas con displacer, pero son incapaces de

cobrar un displacer actual (diverso del recordado); y en este caso, por otra parte, puede ser

superada por un interés psíquico.

En cambio, la inclinación de defensa se vuelve nociva cuando se dirige contra representaciones

que pueden desprender un displacer nuevo también siendo recuerdos, como es el caso de

las representaciones sexuales. Es que aquí se realiza la única posibilidad de que, con efecto

retardado (nachträglich}, un

recuerdo produzca un desprendimiento más intenso que a su turno la

vivencia correspondiente. Para ello sólo hace falta una cosa: que entre

la vivencia y su repetición en el recuerdo se interpole la pubertad,

que tanto acrecienta el efecto del despertar {de aquella}. El mecanismo

psíquico no parece preparado para esta excepción, y por eso, si se ha

de quedar exento de las neurosis de defensa, es condición que antes de

la pubertad no se produzca ninguna irritación sexual importante, aunque

es cierto que el efecto de esta tiene que ser acrecentado hasta una

magnitud patológica por una predisposición hereditaria. (En este punto

se ramifica un problema colateral. ¿A qué se debe que bajo condiciones

análogas se genere perversidad o, simplemente, inmoralidad en lugar de

neurosis?) Debemos sumirnos hasta lo profundo del enigma psicológico si

pretendemos inquirir de dónde proviene el displacer que una

estimulación sexual prematura está destinada a desprender, y sin el

cual no se explicaría una represión {esfuerzo de desalojo}. La

respuesta más inmediata invocará que vergüenza y moralidad son las

fuerzas represoras, y que la vecindad natural de los órganos sexuales

infaltablemente despertará también asco a raíz de la vivencia sexual.

Donde no existe vergüenza alguna (como en el individuo masculino),

donde no se gesta ninguna moral (como en las clases inferiores del

pueblo), donde el asco es embotado por las condiciones de vida (como en

el campo), no hay ninguna represión, y ninguna neurosis será la

consecuencia de la estimulación sexual infantil. Me temo, sin embargo,

que esta explicación no saldría airosa de un examen más profundo. No

creo que el desprendimiento de displacer a raíz de vivencias sexuales

subsiga a la injerencia casual de ciertos factores de displacer. La

experiencia cotidiana enseña que con un nivel de libido suficientemente

alto, no se siente asco y la moral es superada, y yo creo que la

génesis de vergüenza se enlaza con la vivencia sexual mediante un nexo

más profundo. Mi opinión es que dentro de la vida sexual tiene que

existir una fuente independiente de desprendimiento de displacer;

presente ella, puede dar vida a las percepciones de asco, prestar

fuerza a la moral, etc. Me atengo al modelo de la neurosis de angustia

del adulto, donde, de igual modo, una cantidad proveniente de la vida

sexual causa una perturbación dentro de lo psíquico, cantidad que en

otro caso habría hallado diverso empleo dentro del proceso sexual.

Mientras no exista una teoría correcta del proceso sexual, permanecerá

irresuelta la pregunta por la génesis del displacer eficaz en la

represión. La trayectoria de la enfermedad en las neurosis de represión

es en general siempre la misma. 1) La vivencia sexual (o la serie de

ellas) prematura, traumática, que ha de reprimirse. 2) Su represión a

raíz de una ocasión posterior que despierta su recuerdo, y así lleva a

la formación de un síntoma primario. 3) Un estadio de defensa lograda,

que se asemeja a la salud salvo en la existencia del síntoma primario.

4) El estadio en que las representaciones reprimidas retornan, y en la

lucha entre estas y el yo forman síntomas nuevos, los de la enfermedad

propiamente dicha; o sea, un estadio de nivelación, de avasallamiento o

de curación deforme. Las diferencias principales entre las diversas

neurosis se muestran en el modo en que las representaciones reprimidas

retornan; otras se muestran en el modo de la formación de síntoma v del

decurso. El carácter específico de las diversas neurosis reside,

empero, en cómo es llevada a cabo la represión. El proceso más

trasparente es para mí el de la neurosis obsesiva, porque he tomado

mejor noticia de él. Neurosis obsesiva Aquí la vivencia primaria estuvo

dotada de placer; fue activa (en el varoncito) o pasiva (en la niña),

sin injerencia de dolor ni asco, lo cual en la niña presupone una edad

mayor (hacia los ocho años). Esta vivencia, recordada después, da

ocasión al desprendimiento de displacer; al comienzo

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