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PULSION Y DESEO


Enviado por   •  15 de Octubre de 2013  •  2.723 Palabras (11 Páginas)  •  306 Visitas

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PULSIÓN Y DESEO DEL ANALISTA: SU AUTORIZACIÓN

Osvaldo Arribas

Escuela Freudiana de la Argentina

C’est là que je reprendrai mon pas, la prochaine fois, en essayant de vous articuler la prégnance de la fonction du désir de l’analyste.

J. Lacan, 20 de abril 1964

La pulsión se ubica entre el deseo, que viene del Otro, y el goce, que está del lado de la Cosa. La pulsión es deriva de goce, y se enlaza con el otro por la vía de la demanda de amor, vía necesaria para su articulación como deseo.

El deseo del analista se enlaza con la pulsión, en cuanto hablar de pulsión implica partir del desvío de la necesidad y la subversión de todo instinto natural. Lacan, en el Seminario XI, dice: "La función de la pulsión no tiene otro alcance que permitirnos examinar lo que es de la satisfacción". Al principio del seminario trata el inconsciente junto con la repetición, y luego, la transferencia junto con la pulsión. Y al final del capítulo “La sexualidad en los desfiladeros del significante”, antes de los dos capítulos dedicados a la pulsión, después de indicar que en los aportes de los analistas sobre la transferencia se puede leer el compromiso del deseo del analista en cuestión, termina este capítulo con una frase que me interesa subrayar: "Ahí volveré a continuar mi marcha el próximo día, intentando articularles la imposición de la función del deseo del analista".

Dice que va a articular la imposición de la función del deseo del analista a partir de la pulsión, de su desmontaje y su circuito, lo cual significa que dicha imposición proviene de la pulsión. Se trata de concebir —dice Lacan— “dónde está el punto de disyunción y de conjunción, de unión y de frontera, que sólo puede ser ocupado por el deseo del analista”. Es decir, de una solidaridad estructural entre la pulsión y el deseo del analista.

Hay debates respecto de si en el pase se trata de sancionar un fin de análisis o de constatar el deseo del analista. La posición que se tome al respecto es solidaria de la concepción que se tenga de la pulsión y de la satisfacción, dado que el fin es siempre una satisfacción, pero no toda satisfacción implica alcanzar el fin.

Otros insisten en el irremediable fracaso del pase apoyándose en unas palabras de Lacan en 1978 acerca de lo intransmisible del psicoanálisis y de su necesaria reinvención. Pero yo me pregunto: si el análisis no transmite una identificación, lo que transmite, ¿no es justamente lo que impone esa necesaria reinvención? Y por otro lado, de lo que no se puede dudar es de que el pase no fracasó en poner en entredicho el didáctico y todo lo que implica, y de que si bien puede decirse que hay algo imposible de transmitir, esa imposibilidad se transmite, y hace posible a la autorización como elección.

En el Seminario X, La angustia, Lacan afirma que el amor permite al goce condescender al deseo. La pulsión como deriva de goce es condición de la interpretación, pero si en esa deriva no hay algo que imponga la función del deseo del analista, no hay interpretación. En este sentido, hay correlación entre el Trieb freudiano y el deseo del analista, pues la paradoja de la pulsión es que puede alcanzar su satisfacción sin alcanzar su fin, en lo cual tiene elección.

La pulsión, como subversión del instinto y desvío de la necesidad, conlleva la identificación en tanto su objeto no está predeterminado, no es identificable el objeto que procuraría la satisfacción. Lacan indica que cualquiera, por la vía de la identificación, se procura una satisfacción, y que nuestra intervención como analistas sólo es justificable en los casos donde el sujeto se toma demasiado trabajo al respecto y quiere revisar sus elecciones.

El desmontaje de la pulsión se presenta como sin pies ni cabeza, pero su montaje permite definir el trazado del acto, que articula la pulsión con el acto de amor, con el narcisismo y con el otro que el amor implica. Pero si yo es otro, el deseo del analista se impone como búsqueda de esa diferencia absoluta que el amor reniega.

No hay amor “maduro o genital” que represente una síntesis pulsional, y al no haber ninguna síntesis pulsional que autorice y legitime esta representación, el amor surge ahí como un pelo en la sopa, procurando un objeto que es otro y el mismo, señuelo engañoso que escamotea la diferencia absoluta.

El amor en relación con la pulsión nos da tanto Eros como Philia, y no son lo mismo. El amor como philia nos da la necrofilia y la paidofilia, es decir, una versión perversa del amor que da en el blanco del otro reducido al objeto. Por otro lado, Eros, en tanto articula la falta de objeto, nos da el erotismo, la mascarada y el engaño como dimensión donde se juega la verdad mentirosa.

Gérard Pommier dice que cierta dimensión del amor se pone en juego en el acto del analista en cuanto permite la subjetivación de la pulsión. No es que el analista ame a sus pacientes, sino que la dimensión engañosa del amor se pone en juego en la interpretación, dando lugar a ese tercer tiempo otro que permite subjetivar la pulsión.

En el Seminario XI, Lacan cita el amor trascendente de Spinoza como insostenible para nosotros. También cita a Kant, en quien el objeto de amor tierno, como objeto patológico, conduce a su sacrificio y su asesinato. Y luego hace una referencia al amor y al deseo del analista, y dice: "El deseo del analista no es un deseo puro. Es un deseo de obtener la diferencia absoluta, la que interviene cuando enfrentado al significante primordial, el sujeto viene por primera vez en posición de someterse a él. Ahí sólo puede surgir la significación de un amor sin límites ya que está fuera de los límites de la ley, donde sólo él puede vivir". ¿Qué significa ese amor por fuera de los límites de la ley? No es un amor por lo prohibido, sino por la diferencia absoluta.

Considerar la imposición del deseo del analista en la transmisión es lo que está en juego en el dispositivo del pase. La deriva de goce, sin la imposición del deseo del analista, no nos da la dimensión transferencial en la que se juega la interpretación.

El “amor” del analista tiene que ver con que el deseo del analista no es puro ni podría serlo. En Televisión Lacan se refiere a los “psi” que tienen la heroica piedad de cargarse la miseria del mundo al hombro, y luego hace referencia a lo que en el pasado se consideraba un santo, y dice que el santo no practica la caridad, que descarida y se descarida impiadosamente: se menoscaba haciéndose el resto que permite al sujeto del inconsciente tomarlo por causa del deseo. El santo no se cree meritorio, todo lo contrario, simplemente hace lo que su deseo le impone. No se trata del goce de la caridad,

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