Prevencion De Embarazo
Enviado por • 18 de Enero de 2013 • 5.877 Palabras (24 Páginas) • 393 Visitas
Directores del capítulo
Joseph J. Hurrel
Lawrence R. Murphy
Steven L. Sauter
Lennart Levi 5
Sumario
Trabajo y salud mental
Irene L.D. Houtman y Michiel A.J. Kompier . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5.2
Psicosis relacionadas con el trabajo
Craig Stenberg, Judith Holder y Krishna Tallur . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5.5
ESTADO DE ANIMO Y AFECTO
Depresión
Jay Lasser y Jeffrey P. Kahn. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5.10
Ansiedad relacionada con el trabajo
Randal D. Beaton. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5.12
Trastorno por estrés postraumático y su relación con la
salud laboral y la prevención de lesiones
Mark Braverman . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5.13
El estrés y el agotamiento, y sus implicaciones en el
medio ambiente de trabajo
Herbert J. Freudenberger . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5.17
Trastornos cognitivos
Catherine A. Heaney . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5.19
Karoshi: muerte por exceso de trabajo
Takashi Haratani. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5.20
SUMARIO
•TRABAJO Y SALUD MENTAL
TRABAJO Y SALUD MENTAL
Irene L.D. Houtman y
Michiel A.J. Kompier
En este capítulo se revisan los tipos principales de trastornos de la
salud mental que pueden asociarse al trabajo: los trastornos del
estado de ánimo y del afecto (p. ej., insatisfacción), el agotamiento,
el trastorno por estrés postraumático (TEPT), las psicosis,
los trastornos cognitivos y el abuso de sustancias psicoactivas. Se
definirán el cuadro clínico, las técnicas de evaluación disponibles,
los agentes y factores etiológicos y las medidas específicas de
prevención y tratamiento de cada uno. Siempre que sea posible,
se ilustrarán y comentarán sus relaciones con el trabajo, la profesión
o el sector industrial.
En este artículo de introducción se ofrecerá una perspectiva
general sobre la propia salud mental profesional. Se abordará el
concepto de salud mental y se presentará un modelo. A continuación,
se comentarán la necesidad de prestar atención a la
(mala) salud mental y cuáles son los grupos profesionales que
corren mayor riesgo. Por último, presentaremos un marco de
intervención general para tratar con éxito los problemas de
salud mental relacionados con el entorno laboral.
¿Qué es la salud mental?: un modelo conceptual
Hay muchas opiniones acerca de los componentes y procesos de
la salud mental. Es un concepto muy cargado de valor, y no es
probable que se llegue a una definición unánime de él. Al igual
que el concepto, fuertemente asociado, de “estrés”, la salud
mental se define como:
• un estado: por ejemplo, un estado de bienestar psicológico y
social total de un individuo en un entorno sociocultural dado,
indicativo de estados de ánimo y afectos positivos (p. ej.,
placer, satisfacción y comodidad) o negativos (p. ej., ansiedad,
estado de ánimo depresivo e insatisfacción);
• un proceso indicativo de una conducta de afrontamiento: por
ejemplo, luchar por conseguir la independencia, autonomía
(ambos aspectos clave de la salud mental);
• el resultado de un proceso: un estado crónico debido a una
confrontación aguda e intensa con un factor estresante, como
sucede en el trastorno por estrés postraumático, o a la
presencia continua de un factor estresante, no necesariamente
intenso. Es lo que ocurre en el agotamiento, así como en las
psicosis, los trastornos depresivos mayores, los trastornos cognitivos
y el abuso de sustancias psicoactivas. No obstante, estos
dos últimos se consideran a menudo problemas neurológicos,
puesto que pueden existir procesos fisiopatológicos (p. ej.,
degeneración de las vainas de mielina) debidos a un afrontamiento
ineficaz o al propio factor estresante (consumo de
alcohol o exposición profesional a disolventes, respectivamente)
subyacentes a ellos.
La salud mental puede asociarse también a:
• Características de la persona como los “estilos de afrontamiento”:
la competencia (incluidos el afrontamiento eficaz, el dominio
del entorno y la autoeficacia) y la aspiración son características
de una persona mentalmente sana, que se muestra interesada
por su entorno, participa en actividades motivadoras y busca
su propia proyección por medios personalmente significativos.
Así pues, la salud mental se conceptualiza no sólo como un
proceso o una variable de resultado, sino también como una
variable independiente; es decir, una característica personal que
influye en nuestro comportamiento.
La Figura 5.1 presenta un modelo de salud mental. Esta viene
determinada por las características del entorno, tanto fuera
como dentro del campo profesional, y por las características
propias del individuo. Las características del entorno profesional
más importantes se tratan con detalle en el capítulo sobre
Factores psicosociales y organizativos, pero aquí comentaremos
también algunos aspectos de estos precursores de la (mala) salud
mental.
Existen muchos modelos, casi todos ellos procedentes del
campo de la psicología laboral y organizativa, que permiten
identificar a los precursores de la mala salud mental. Estos
precursores reciben a menudo el nombre de “factores
estresantes”. Los modelos difieren en su ámbito y, en relación
5.2 TRABAJO Y SALUD MENTAL ENCICLOPEDIA DE SALUD Y SEGURIDAD EN EL TRABAJO
EL CUERPO HUMANO
Figura 5.1 • Un modelo para la salud mental.
con ello, en el número de dimensiones estresantes identificadas.
Un modelo relativamente simple es el de Karasek (Karasek y
Theorell 1990), que describe sólo tres dimensiones: demandas
psicológicas, amplitud del margen de toma de decisiones (que
abarca la discreción respecto al uso de las destrezas y la
autoridad de decisión) y el apoyo social. El modelo de Warr
(1984) es más elaborado y posee nueve dimensiones:
oportunidad de control (autoridad de decisión), posibilidad para
el uso de habilidades (discreción respecto al uso de las destrezas),
objetivos generados externamente, (demandas cuantitativas y
cualitativas), variedad, claridad ambiental (información acerca
de las consecuencias del comportamiento, disponibilidad de
retroinformación, información sobre el futuro, información
sobre el comportamiento exigido), disponibilidad de dinero,
seguridad física (escaso riesgo físico, ausencia de peligro),
posibilidad de contacto interpersonal (requisito previo para el
apoyo social) y posición social valorada (valoración de la
posición social desde las perspectivas cultural y por terceros,
evaluaciones personales de la importancia). De lo expuesto se
deduce que los precursores de la (mala) salud mental son, en
general, de carácter psicosocial y guardan relación con el
contenido del trabajo, así como con las condiciones de trabajo y
de empleo y con las relaciones (formales e informales) en el
trabajo.
Los factores de riesgo ambientales de la (mala) salud mental
suelen provocar efectos a corto plazo, como cambios del estado
de ánimo y del afecto del tipo de sentimientos de placer o entusiasmo
o un estado de ánimo depresivo. Estos cambios van
acompañados a menudo de cambios de comportamiento.
Pensemos en la inquietud, en el afrontamiento paliativo (p. ej., el
consumo de alcohol) o en la evitación, así como en los comportamientos
de resolución activa de problemas. Estos afectos y
comportamientos también van acompañados generalmente de
cambios psicológicos, que indican un estado de alerta y, a veces,
también una alteración de la homeostasia. Cuando uno o más
de estos factores estresantes se mantiene activo, las respuestas
reversibles a corto plazo pueden originar modificaciones más
estables y menos reversibles de la salud mental, como el agotamiento,
las psicosis o un trastorno depresivo mayor. Las situaciones
sumamente amenazadoras pueden causar, incluso de
forma inmediata, un trastorno mental crónico (p. ej., TPET),
difícil de contrarrestrar.
Las características de la persona pueden interactuar con
factores psicosociales de riesgo en el trabajo y exacerbar o amortiguar
sus efectos. La capacidad (percibida) de afrontamiento
puede no sólo moderar o mediar los efectos de los factores de
riesgo ambientales, sino también determinar la evaluación por el
individuo de dichos factores. Parte del efecto de éstos en la salud
mental se debe a este proceso de evaluación.
Las características de la persona (p. ej., su forma física) no
solamente pueden actuar como precursores en el desarrollo de la
salud mental, sino también cambiar como consecuencia de los
efectos. Así, la capacidad de afrontamiento puede, por ejemplo,
aumentar a medida que el proceso de afrontamiento progresa
con éxito (“aprendizaje”). Por otra parte, los problemas de salud
mental prolongados a menudo reducirán a la larga esa capacidad
de afrontamiento.
En la investigación sobre salud mental en el trabajo se ha
prestado atención especial al bienestar afectivo: factores como la
satisfacción en el trabajo, los estados de ánimo depresivos y la
ansiedad. Los trastornos mentales más crónicos, secundarios a la
exposición prolongada a factores estresantes y relacionados
también, en mayor o menor medida, con trastornos de la personalidad,
tienen una prevalencia mucho menor en la población
activa. Estos problemas mentales crónicos tienen múltiples
factores causales. En consecuencia, la responsabilidad de los
factores de estrés profesionales será sólo parcial. También sucede
que las personas con esos problemas crónicos tendrán grandes
dificultades para conservar su empleo, y muchas de ellas están
de baja o han abandonado su trabajo durante períodos muy
largos (1 año), o incluso de forma permanente. Por tanto, estos
problemas crónicos suelen estudiarse desde una perspectiva
clínica.
Puesto que los estados de ánimo y los afectos se estudian con
tanta frecuencia en el campo profesional, los trataremos con
mayor detalle. El bienestar afectivo se ha considerado tanto de
forma bastante indiferenciada (distinguiendo sólo entre sentirse
bien y sentirse mal) como teniendo en cuenta dos dimensiones,
“placer” y “activación” (Figura 5.2). Cuando las variaciones de
la activación no guardan relación con el placer, no se consideran
por lo general un indicador del bienestar. Sin embargo, cuando
existe relación entre activación y placer, pueden distinguirse
cuatro cuadrantes:
1. Gran activación y placer indican entusiasmo.
2. Baja activación y placer indican comodidad .
3. Gran activación y desagrado indican ansiedad.
4. Baja activación y desagrado indican estado de ánimo depresivo
(Warr 1994).
El bienestar puede estudiarse a dos niveles: un nivel general
sin contexto y un nivel específico de contexto. El medio
ambiente de trabajo es uno de tales contextos específicos. Los
análisis de datos respaldan la idea general de que la relación
existente entre las características del puesto de trabajo y la salud
mental no laboral sin contexto está mediada por un efecto sobre
la salud mental relacionada con el trabajo. El bienestar afectivo
relacionado con el trabajo se ha estudiado habitualmente a lo
largo del eje horizontal (Figura 5.2), en términos de satisfacción
en el puesto de trabajo. Sin embargo, los afectos relacionados
con la comodidad, en particular han sido, ignorados en gran
medida, algo lamentable teniendo en cuenta que este afecto
puede indicar resignación con el trabajo: es posible que las
personas no se quejen de él, pero puedan mostrarse apáticas y
desinteresadas (Warr 1994).
¿Por qué hay que prestar atención a los
problemas de salud mental?
Son varios los motivos que demuestran la necesidad de prestar
atención a los problemas de salud mental. En primer lugar, las
estadísticas de varios países indican que son muchas las personas
que abandonan su empleo por problemas de salud mental. Así,
ENCICLOPEDIA DE SALUD Y SEGURIDAD EN EL TRABAJO 5.3 TRABAJO Y SALUD MENTAL 5.3
EL CUERPO HUMANO
5. SALUD MENTAL
Figura 5.2 • Los tres ejes principales para determinar el
bienestar afectivo.
en los Países Bajos, por ejemplo, los problemas de la tercera parte
de los trabajadores diagnosticados cada año de incapacidad
laboral están relacionados con la salud mental. La mayor parte
de los de este grupo, el 58 %, se consideran relacionados con el
trabajo (Gründemann, Nijboer y Schellart 1991). Junto con los
problemas musculosqueléticos, los de la salud mental son responsables
de alrededor de dos terceras partes de todas las bajas
anuales de causa médica.
La mala salud mental es también un problema de envergadura
en otros países. Según el Health and Safety Executive Booklet, se
ha calculado que entre el 30 y el 40 % del absentismo por enfermedad
en el Reino Unido puede atribuirse a alguna forma de
enfermedad mental (Ross 1989; O’Leary 1993). En ese país, se
ha calculado que uno de cada cinco miembros de la población
activa sufre cada año alguna forma de enfermedad mental.
Resulta difícil precisar el número de días de trabajo perdidos
cada año por esta causa. En el Reino Unido, se acepta una cifra
de 90 millones de días de baja certificada, es decir, 30 veces la
cantidad perdida por conflictos sindicales (O’Leary 1993). Puede
compararse con los 8 millones de jornadas perdidas por alcoholismo
y enfermedades relacionadas con el alcohol y con los
35 millones de jornadas perdidas por cardiopatía coronaria o
accidente cerebrovascular.
Además de resultar costosa, en términos tanto humanos como
económicos, la salud mental tiene un marco legal en la Unión
Europea (UE), su directiva sobre salud y seguridad en el trabajo
(89/391/EEC), que entró en vigor en 1993. Aunque la salud
mental no constituye el núcleo fundamental de la directiva, en
su artículo 6 se presta cierta atención a este aspecto de la salud .
La directiva marco señala, entre otras cosas, que la empresa
tiene el deber de:
[adoptar] las medidas necesarias para la protección de la
seguridad y de la salud de los trabajadores [en todos los
aspectos relacionados con el trabajo], con arreglo a los
siguientes principios generales de prevención: evitar los
riesgos; evaluar los riesgos que no se puedan evitar; combatir
los riesgos en su origen; adoptar el trabajo a la persona, en
particular en lo que respecta a la concepción de los puestos
de trabajo, así como a la elección de los equipos de trabajo y
los métodos de trabajo y de producción, con miras, en particular,
a atenuar el trabajo monótono y el trabajo repetitivo y
a reducir los efectos de los mismos en la salud.
Pese a esta Directiva, no todos los países europeos cuentan
con un marco legislativo sobre salud y seguridad. En un estudio
comparativo de normativas, políticas y prácticas referentes a la
salud mental y al estrés profesional en cinco países europeos, los
que disponen de leyes marco (Suecia, Países Bajos y Reino
Unido) reconocen que los problemas de salud mental en el
trabajo son temas importantes para la salud y la seguridad,
mientras que los que carecen de tal legislación (Francia,
Alemania) no consideran importantes los problemas de salud
mental (Kompier y cols. 1994).
Por último, pero no por ello menos importante, la prevención
de la mala salud mental (en su origen) es rentable. Son muchos
los indicios de que los programas preventivos producen beneficios
importantes. Por ejemplo, del total de empresas de una
muestra nacional representativa de tres grandes ramas de la
industria, el 69 % afirmaron que la motivación aumentó, el
60 %, que el absentismo por enfermedad disminuyó, el 49 %
que el ambiente laboral mejoró y el 40 % que la productividad
se incrementó a consecuencia de un programa de prevención
(Houtman y cols. 1995).
Grupos profesionales con riesgo para la salud
mental
¿Existen grupos específicos de la población activa con riesgo de
sufrir problemas de salud mental? La respuesta a esta pregunta
no es sencilla, pues apenas existen sistemas de vigilancia internacionales
o nacionales que permitan identificar los factores de
riesgo, las consecuencias para la salud mental o los grupos de
riesgo. Sólo puede darse un “gráfico de dispersión”. En algunos
países se dispone de datos sobre la distribución de los grupos
profesionales en lo que concierne a los principales factores de
riesgo (p. ej., para los Países Bajos, Houtman y Kompier 1995;
para Estados Unidos, Karasek y Theorell 1990). La distribución
de los grupos profesionales en los Países Bajos en las dimensiones
de las demandas del puesto de trabajo y la discreción respecto al
uso de las destrezas (Figura 5.3) coincide bastante bien con la
distribución de Estados Unidos presentada por Karasek y Theorell,
para los grupos que se encuentran en ambas muestras. En las
profesiones con elevados ritmos de trabajo y/o baja discreción
respecto al uso de las destrezas, el riesgo de trastorno mental es
máximo. Al mismo tiempo, en algunos países se dispone de datos
sobre resultados de salud mental en relación con grupos profesionales.
Los que parecen especialmente proclives a abandonar por
motivos de salud mental en los Países Bajos pertenecen al sector
servicios, como el personal sanitario y los maestros, así como los
empleados de la limpieza, amas de casa y trabajadores del transporte
(Gründemann, Nijboer y Schellart 1991).
5.4 TRABAJO Y SALUD MENTAL ENCICLOPEDIA DE SALUD Y SEGURIDAD EN EL TRABAJO
EL CUERPO HUMANO
Figura 5.3 • Riesgo de estrés y mala salud mental en
diferentes grupos profesionales,
determinados por los efectos combinados
del ritmo de trabajo y la discreción respecto
al uso de las destrezas.
En Estados Unidos, las profesiones más propensas al trastorno
depresivo mayor, diagnosticado mediante sistemas de codificación
normalizados (es decir, la tercera edición de Manual diagnóstico
y estadístico de los trastornos mentales (DSM III)) (American
Psychiatric Association 1980), son los empleados judiciales y
administrativos y los maestros (Eaton y cols. 1990).
Actitud ante los problemas de salud mental
El modelo conceptual (Figura 5.1) sugiere al menos dos objetivos
de la intervención en los problemas de salud mental:
1. El medio ambiente (de trabajo).
2. La persona, ya sean sus características o las consecuencias en
la salud mental.
La prevención primaria, el tiempo de intervención que debe
evitar que se produzca la enfermedad mental, debe orientarse
hacia los precursores, eliminando o reduciendo los riesgos del
entorno y favoreciendo la capacidad de afrontamiento y otras
capacidades del individuo. La prevención secundaria se orienta
hacia el mantenimiento de la población activa que ya padece
algún tipo de problema de salud (mental). Este tipo de prevención
debería abarcar la estrategia de prevención primaria,
asociada a estrategias encaminadas a que tanto los trabajadores
como sus supervisores puedan reconocer precozmente los signos
de la mala salud mental, a fin de reducir sus consecuencias o
impedir que empeoren. La prevención terciaria va dirigida a la
rehabilitación de las personas que han dejado de trabajar por
problemas de salud mental. Este tipo de prevención debe dirigirse
a la adaptación de los puestos de trabajo a las posibilidades
del individuo (lo que a menudo resulta sumamente eficaz), junto
con el asesoramiento y tratamiento individuales. La Tabla 5.1
ofrece un marco sistemático sobre la conducta a seguir ante los
trastornos mentales en el lugar de trabajo. En principio, todo
plan preventivo eficaz debe tomar en consideración los tres tipos
de estrategia (prevención primaria, secundaria y terciaria), así
como los riesgos, las consecuencias y las características de las
personas.
La pauta presentada proporciona un método útil para el
análisis sistemático de todas las medidas posibles. Puede discutirse
si una medida determinada podría pertenecer a otra categoría
de la pauta, pero esta discusión sería un tanto inútil, ya
que a menudo sucede que una medida de prevención primaria
funciona también como prevención secundaria. El análisis sistemático
propuesto puede muy bien producir un gran número de
medidas potenciales, de las que pueden adoptarse varias, bien
como parte de una política general (de salud y seguridad) o para
un caso específico.
En conclusión, aunque la salud mental no es un estado,
proceso o resultado claramente definido, cubre un campo generalmente
aceptado de la (mala) salud. Parte de este campo puede
ser abarcado por los criterios diagnósticos generalmente aceptados
(p. ej., psicosis, trastorno depresivo mayor), pero el
carácter diagnóstico de otras partes no está claro ni goza de
aceptación general. Son ejemplos de estas últimas los estados de
ánimo y los afectos, así como el agotamiento. Pese a todo,
existen numerosos indicios de que la (mala) salud mental,
incluidos los criterios diagnósticos más vagos, es un problema
importante que tiene un elevado coste, tanto humano como
económico. En los artículos siguientes de este capítulo, se
tratarán varios trastornos de la salud mental —los estados de
ánimo y los afectos (p. ej., insatisfacción), el agotamiento, el trastorno
por estrés postraumático, las psicosis, los trastornos cognitivos
y el abuso de sustancias psicoactivas— con mayor
profundidad en lo que se refiere al cuadro clínico, las técnicas de
evaluación existentes, los factores y agentes etiológicos y las
medidas específicas de prevención y tratamiento.
PSICOSIS RELACIONADAS CON EL •
TRABAJO
PSICOSIS
Craig Stenberg, Judith Holder
y Krishna Tallur
Psicosis es un término general empleado con frecuencia para
describir una alteración grave de la función mental. En general,
esta deficiencia es tan importante que el individuo es incapaz de
realizar las actividades de la vida cotidiana, incluyendo la mayor
parte de las actividades laborales. De modo más formal,
Yodofsky, Hales y Fergusen (1991) definen la psicosis como:
Un trastorno mental mayor de origen orgánico o
emocional en el que la capacidad de la persona para pensar,
responder emocionalmente, recordar, comunicar, interpretar
la realidad y comportarse correctamente está lo bastante
alterada para causar un menoscabo manifiesto de la capacidad
para satisfacer las demandas habituales de la vida.[Los
síntomas se] caracterizan a menudo por un comportamiento
regresivo, un estado de ánimo inadecuado, un menor
ENCICLOPEDIA DE SALUD Y SEGURIDAD EN EL TRABAJO 5.5 PSICOSIS 5.5
EL CUERPO HUMANO
5. SALUD MENTAL
Tipo de
prevención
Nivel de intervención
Medio ambiente de trabajo Características de la persona y/o repercusión en la salud
Primaria Rediseño del contenido de tareas
Rediseño de la estructura de comunicación
Formación de grupos de trabajadores para identificación y manejo de
problemas específicos relacionados con el trabajo (p. ej., actitudes ante
premuras de tiempo, robos, etc.)
Secundaria Introducción de políticas sobre medidas en caso de absentismo
(p. ej., formación de supervisores para comentar la ausencia y el
regreso con el trabajador implicado)
Prestación de servicios de empresa, sobre todo para grupos de riesgo
(p. ej., asesor en caso de acoso sexual)
Formación en técnicas de relajación
Terciaria Adaptación del puesto de trabajo individual Asesoramiento individual
Tratamiento o terapia individual (también con medicación)
Tabla 5.1 • Resumen esquemático de las estrategias de gestión de los problemas de salud mental, con algunos ejemplos.
control de los impulsos y un contexto mental anormal, como
ideas delirantes y alucinaciones. [p. 618].
Los trastornos psicóticos son comparativamente poco
frecuentes en la población general. Su incidencia en el lugar de
trabajo es aún menor, probablemente porque muchas de las
personas que acaban siendo psicóticas tienen a menudo
problemas para conservar un empleo estable (Jorgensen 1987).
Ahora bien, su frecuencia real es difícil de calcular. No obstante,
se ha sugerido que la prevalencia de las psicosis (p. ej., de la
esquizofrenia) en la población general sería inferior al 1 %
(Bentall 1990; Eysenck 1982). Las personas que sufren activamente
un estado psicótico suelen tener graves dificultades para
el desempeño normal de un trabajo y otros aspectos de su vida.
A veces, los sujetos con psicosis agudas muestran comportamientos
atractivos, sugestivos e incluso humorísticos. Así,
algunos individuos con trastorno bipolar se muestran llenos de
energía y con grandes planes o ideas cuando entran en la fase
maníaca. No obstante, en la mayor parte de los casos las psicosis
se asocian a comportamientos que despiertan reacciones de
incomodidad, ansiedad, ira o miedo en los compañeros de
trabajo, los supervisores y otros.
En este artículo se ofrecerá primero una panorámica de los
distintos procesos neurológicos y estados mentales en los que
pueden producirse psicosis. A continuación, se revisarán los
factores profesionales potencialmente asociados al desarrollo de
psicosis. Por último, se resumirán los enfoques terapéuticos
orientados tanto al tratamiento del trabajador psicótico como a
la conducta a seguir en el entorno de trabajo (p. ej., tratamiento
médico, procedimientos de alta para la reincorporación al
trabajo, adaptación del puesto de trabajo y consultas con supervisores
y compañeros).
Procesos neurológicos y estados mentales
en los que aparecen las psicosis
Las psicosis pueden manifestarse como parte de distintas categorías
diagnósticas identificadas en la cuarta edición del Manual
diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM IV) (American
Psychiatric Association 1994). En la actualidad, no hay todavía
un conjunto diagnóstico uniformemente aceptado. A continuación
se indican los procesos médicos en los que se admite que
surgen las psicosis.
Enfermedades sistémicas y neurológicas
La sintomatología delirante puede estar causada por distintos
trastornos neurológicos que afectan al sistema límbico o a los
ganglios basales, mientras el funcionamiento de la corteza cerebral
permanece intacto. Las crisis convulsivas parciales complejas
van precedidas a menudo de alucinaciones olfatorias de olores
peculiares. A un observador externo puede parecerle que la
persona con esta actividad convulsiva está simplemente con la
vista perdida o soñando despierta. Las neoplasias cerebrales,
sobre todo de las regiones temporal y occipital, pueden causar
alucinaciones. También los trastornos que producen delirio,
como las enfermedades de Parkinson, Huntington, Alzheimer y
Pick, pueden alterar el estado de conciencia. Existen asimismo
varias enfermedades de transmisión sexual, como la sífilis
terciaria y el SIDA, que pueden dar lugar a psicosis. Por último,
ciertas deficiencias de nutrientes, como las de B-12, niacina,
ácido fólico y tiamina, se asocian a la posibilidad de causar
problemas neurológicos capaces de originar psicosis.
En varios procesos sistémicos también se producen síntomas
psicóticos, como alucinaciones e ideas delirantes. Entre ellos se
encuentran la encefalopatía hepática, la cetoacidosis diabética y
la disfunción endocrina (suprarrenales, tiroides, paratiroides e
hipófisis). Se ha demostrado igualmente que la privación sensorial
y de sueño causa psicosis.
Estados mentales
La esquizofrenia es probablemente el mejor conocido de los trastornos
psicóticos. Se trata de una enfermedad que causa un deterioro
progresivo y que suele tener un comienzo insidioso. Se han
identificado varias subcategorías específicas, que comprenden los
tipos paranoide, desorganizado, catatónico, indiferenciado y residual.
Las personas con este trastorno tienen a menudo historias
laborales limitadas y no suelen formar parte de la población
activa una vez desarrollada la enfermedad. Tienen frecuentes
alteraciones profesionales y pierden el interés o el deseo de
trabajar. Salvo en empleos de muy escasa complejidad, suele ser
muy difícil que conserven su puesto de trabajo.
El trastorno esquizofreniforme es similar a la esquizofrenia,
pero sus episodios son de duración breve, en general inferior a
seis meses. El funcionamiento social y profesional previo de las
personas que sufren este trastorno suele haber sido bueno y,
cuando los síntomas ceden, recuperan su rendimiento anterior.
En consecuencia, el impacto profesional de este trastorno puede
ser notablemente inferior al de la esquizofrenia.
El trastorno esquizoafectivo tiene también mejor pronóstico
que la esquizofrenia, aunque peor que el de los trastornos afectivos.
La alteración profesional es muy frecuente en este grupo
de pacientes. A veces, las psicosis aparecen en los trastornos
afectivos mayores. Con el tratamiento adecuado, el funcionamiento
laboral de los trabajadores con trastornos afectivos
mayores es por lo general mucho mejor que el de los que tienen
esquizofrenia o trastornos esquizoafectivos.
Ciertos factores estresantes, como la pérdida del empleo o la
muerte de un ser querido, pueden causar psicosis reactivas
breves. Parece probable que este trastorno psicótico sea más
frecuente en el medio laboral que otras psicosis, sobre todo
cuando se asocian a características esquizoides, esquizotípicas o
limítrofres.
Parece probable que los trastornos delirantes sean relativamente
frecuentes en el entorno de trabajo. El sujeto afectado por
el tipo erotomaniaco cree típicamente ser amado por otra
persona, en general de situación social más alta. A veces, acosa a
esa persona con llamadas telefónicas, cartas o incluso espiándola.
Muchas de estas personas desempeñan empleos modestos,
viven aislados y retirados y tienen contactos sociales y sexuales
limitados. El trastorno de tipo grandioso suele asociarse a ideas
delirantes de valor, poder, conocimientos o relaciones de alto
nivel, o de relación especial con una deidad o algún famoso. El
tipo celoso cree erróneamente que su pareja sexual le es infiel.
El tipo persecutorio cree que él mismo (o alguien próximo a él)
está siendo engañado, acosado, perseguido o maltratado de
alguna otra forma. Estas personas suelen sentirse resentidas y
furiosas, y pueden recurrir a la violencia contra aquellos a los
que consideran sus enemigos. Rara vez desean buscar ayuda,
pues no creen que les ocurra nada. Los tipos somáticos desarrollan
la idea, pese a cualquier prueba en contrario, de que sufren
una enfermedad infecciosa. También pueden creer que están
desfigurados, o preocuparse obsesivamente por un mal olor
corporal. Estos trabajadores con ideas delirantes causan con
frecuencia problemas laborales.
Factores químicos relacionados con el trabajo
Se sabe que ciertas sustancias químicas, como el mercurio, el
disulfuro de carbono, el tolueno, el arsénico y el plomo han
producido psicosis en trabajadores manuales. Por ejemplo, se ha
descubierto que el mercurio induce una psicosis en los trabajadores
de la industria del sombrero, que ha recibido el literario
nombre de “psicosis del sombrerero loco” (Kaplan y
5.6 PSICOSIS ENCICLOPEDIA DE SALUD Y SEGURIDAD EN EL TRABAJO
EL CUERPO HUMANO
Sadock, 1995). Stopford (comunicación personal, 6 de noviembre
de 1995) sugiere que el disulfuro de carbono indujo psicosis en un
grupo de trabajadores franceses en 1856. En Estados Unidos, en
1989, dos hermanos del estado de Nevada compraron este
producto para matar ardillas y desarrollaron una psicosis grave
tras entrar en contacto con él: uno de los hermanos disparó a un
tercero y el otro se disparó a sí mismo durante un cuadro de
confusión grave y depresión psicótica. La incidencia de suicidio y
homicidio se multiplica por trece tras la exposición al disulfuro de
carbono. Además, Stopford señala que se sabe que la exposición
al tolueno (utilizado en la fabricación de explosivos y tintes) causa
una encefalopatía aguda con psicosis. También puede causar
síntomas de pérdida de memoria, cambios del estado de ánimo
(p. ej., disforia) deterioro de la coordinación visual-manual y alteraciones
del lenguaje. Así pues, varios disolventes orgánicos, utilizados
sobre todo en la industria química, ejercen una influencia
directa en el sistema nervioso central (SNC), en el que inducen
cambios bioquímicos y un comportamiento impredecible (Levi,
Frandenhaeuser y Gardell 1986). La Administración para la
Salud y la Seguridad en el Trabajo (Occupational Safety and
Health Administration, OSHA) y el Instituto Nacional para la
Salud y la Seguridad en el Trabajo (National Institute for Occupational
Safety and Health, NIOSH) de Estados Unidos y la
industria química han establecido precauciones, procedimientos y
protocolos especiales destinados a reducir al mínimo el riego de
las personas que trabajan con sustancias químicas tóxicas.
Otros factores
Varios medicamentos pueden causar delirio, que, a su vez, puede
evolucionar a la psicosis. Entre ellos se encuentran los antihipertensivos,
los anticolinérgicos (incluidos algunos de los fármacos
utilizados en el tratamiento del resfriado común), los antidepresivos,
los tuberculostáticos, los antiparkinsonianos y los antiulcerosos
(como la cimetidina). Además, pueden aparecer psicosis
relacionadas con el uso de sustancias psicoactivas legales o
ilegales, como el alcohol, las anfetaminas, la cocaína, el PCP, los
esteroides anabolizantes y la marihuana. Estos delirios y alucinaciones
suelen ser transitorios. Si bien el contexto es variable, las
ideas delirantes de persecución son muy comunes. En las alucinaciones
relacionadas con el alcohol, la persona puede oír voces que
le amenazan, insultan, critican o condenan. A veces, estas voces
hablan en tercera persona. Al igual que sucede con las personas
que sufren delirios paranoides o persecutorios, es preciso hacer
una evaluación cuidadosa de estos sujetos, pues pueden ser peligrosos
para sí mismos o para los demás.
La psicosis posparto es relativamente rara en el mundo del
trabajo, pero conviene reseñarla pues son muchas las mujeres
que están volviendo a su trabajo antes de lo que solían. Tiende a
ocurrir en madres primerizas (o, más rara vez, en padres) y suele
instaurarse entre dos y cuatro semanas después del parto.
En distintas culturas pueden desarrollarse psicosis asociadas a
creencias comunes. Se han descrito varias reacciones psicóticas
de base cultural, como el “koro” en el sur y este de Asia, “la
reacción psicótica qi-gong ” en poblaciones chinas, el “piblokto”
en las comunidades esquimales y el “whitigo” en varios grupos
de indios norteamericanos (Kaplan and Sadock 1995). No
parecen existir estudios sobre la eventual relación de estos fenómenos
psicóticos y las variables profesionales.
Factores del puesto de trabajo asociados a la
aparición de psicosis
Aunque la información y la investigación empírica sobre las
psicosis relacionadas con el trabajo son muy escasas, en parte a
causa de su baja prevalencia en el entorno laboral, varios investigadores
han observado relaciones entre los factores psicosociales
del entorno laboral y la angustia psicológica (Neff 1968;
Lazarus 1991; Sauter, Murphy and Hurrell 1992; Quick y cols.
1992). Se ha comprobado que factores estresantes psicosociales
importantes propios del empleo, como la ambigüedad de las
funciones, los conflictos de funciones, la discriminación, los
conflictos entre supervisor y supervisado, la sobrecarga de trabajo
y el entorno en que éste se desarrolla se asocian a una mayor
propensión a las enfermedades relacionadas con el estrés, a la
impuntualidad y al absentismo, al rendimiento escaso, a la depresión,
a la ansiedad y a otras formas de sufrimiento psicosocial
(Levi, Frandenhaeuser y Gardell 1986; Sutherland y
Cooper 1988).
Parece que el estrés desempeña un papel fundamental en las
complejas manifestaciones de los distintos tipos de trastornos
fisiológicos y psicológicos. Margolis y Kroes (1974) creen que el
estrés en el trabajo aparece cuando algún factor o combinación
de factores laborales interactúa con el trabajador y altera su
homeostasis psicológica o fisiológica. Estos factores pueden ser
externos o internos. Entre los primeros se hallan las distintas
presiones o demandas del entorno que surgen de la profesión de
la persona, de su matrimonio, familia o amigos. Por el contrario,
los factores internos son las presiones y demandas que se impone
el trabajador a sí mismo, por ejemplo, por ser “ambicioso, materialista,
competitivo y agresivo” (Yates, 1989). Son estos factores
internos y externos, por separado o en conjunto, los que pueden
causar una tensión profesional que induce problemas psicológicos
y fisiológicos importantes en el trabajador.
Varios investigadores se han planteado si el estrés intenso o
acumulado, conocido como “hiperactivación inducida por el
estrés” y derivado del entorno laboral, puede inducir trastornos
psicóticos relacionados con el trabajo (Bentall, Dohrenwend y
Skodol 1990; Link, Dohrenwend y Skodol 1986). Así, existen
pruebas que relacionan las experiencias alucinatorias y delirantes
con acontecimientos estresantes específicos. Se ha
asociado la aparición de alucinaciones con la hiperactivación
inducida por el estrés causada por accidentes en minas, situaciones
de retención de rehenes, explosiones en fábricas de
productos químicos, la guerra, operaciones militares prolongadas
y la pérdida del cónyuge (Comer, Madow y Dixon 1967;
Hobfoll 1988; Wells 1983).
DeWolf (1986) cree que la exposición o la interacción de
múltiples situaciones estresantes durante períodos prolongados
de tiempo es un proceso complejo por el que algunos trabajadores
sufren problemas psicológicos. Brodsky (1984), en su
estudio sobre 2.000 trabajadores que habían sido sus pacientes
durante más de 18 años, encontró que: (1) la cromatología, la
frecuencia, la intensidad y la duración de las condiciones desagradables
de trabajo eran potencialmente dañinas, y opinó que
entre el 8 y el 10 % de la población activa sufría problemas de
salud psicológicos, emocionales o físicos incapacitantes; y (2) los
trabajadores reaccionan al estrés relacionado con el trabajo en
parte “en función de sus percepciones, personalidad, edad, situación
social, etapa vital, expectativas incumplidas, experiencias
previas, sistemas de apoyo social y capacidad para responder
adecuadamente o adaptarse.” Además, el sufrimiento psicológico
puede, en teoría, agudizarse si el trabajador tiene una
sensación de imposibilidad de control (p. ej., incapacidad para
tomar decisiones) e impredecibilidad en el entorno laboral (p.
ej., recortes de plantilla y reorganización de la empresa) (Labig
1995; Link y Stueve 1994).
Se ha prestado escasa atención a los “antecedentes” laborales
de los trabajadores que desarrollan psicosis. Los pocos investigadores
que han estudiado empíricamente la relación entre los
factores psicosociales del entorno laboral y la psicopatología
grave han encontrado relaciones entre las condiciones “inclementes”
(ruido, peligro, calor, humedad, emanaciones y frío) y
las psicosis (Link, Dohrenwend y Skodol 1986; Muntaner y
ENCICLOPEDIA DE SALUD Y SEGURIDAD EN EL TRABAJO 5.7 PSICOSIS 5.7
EL CUERPO HUMANO
5. SALUD MENTAL
cols. 1991). Link, Dohrenwend y Skodol (1986) intentaron determinar
los trabajos que realizaban los esquizofrénicos cuando
experimentaron su primer episodio psicótico. Estudiaron los
primeros puestos de trabajo a tiempo completo de los trabajadores
que habían desarrollado (a) episodios de esquizofrenia o
de tipo esquizofrénico; (b) depresión; y (c) ninguna psicopatología.
Hallaron una mayor frecuencia de condiciones laborales
inclementes en los trabajadores manuales que en los administrativos.
Llegaron a la conclusión de que el trabajo en condiciones
desagradables constituye un riesgo potencial significativo para la
manifestación de los episodios psicóticos (es decir, de esquizofrenia).
Muntaner y cols. (1991) reprodujeron los hallazgos de Link,
Dohrenwend y Skodol (1986) y analizaron con mayor detalle la
posible contribución de los distintos factores estresantes profesionales
al riesgo de desarrollar o sufrir psicosis. Para ello, analizaron
tres tipos de procesos psicóticos con arreglo a los criterios
del DSM III, esquizofrenia; criterio A de la esquizofrenia (alucinaciones
e ideas delirantes); y criterio A de la esquizofrenia con
episodio afectivo (trastorno psicótico-afectivo). La muestra de su
estudio retrospectivo procedía de un estudio más amplio sobre
un área de captación epidemiológica (ACE) que investigaba la
incidencia de trastornos psiquiátricos en cinco regiones
(Connecticut, Maryland, Carolina del Norte, Missouri y California).
Encontraron que las características psicosociales del
trabajo (grandes demandas físicas, falta de control sobre el
trabajo y las condiciones laborales, factores inclementes) aumentaban
el riesgo de desarrollo de psicosis.
Como ejemplo, en el estudio de Muntaner y cols. (1991), los
trabajadores de la industria de la construcción (carpinteros,
pintores, techadores, electricistas, fontaneros) tenían 2,58 más
probabilidades de sufrir delirios y alucinaciones que los trabajadores
administrativos o de gestión; también los empleados
domésticos, de lavanderías, tintorerías y otras profesiones similares
tenían 4,13 veces más probabilidades de desarrollar esquizofrenia
que éstos. Los que se identificaban a sí mismos
como escritores, artistas, del espectáculo o deportistas tenían
3,32 veces más probabilidades de sufrir ideas delirantes o alucinaciones
que los profesionales ejecutivos, administrativos o de
gestión. Por último, los que tenían profesiones relacionadas con
campos como las ventas, el correo y la mensajería, la docencia,
las bibliotecas y el asesoramiento tenían más riesgo de trastornos
afectivos psicóticos. Conviene observar que estas asociaciones
entre procesos psicóticos y variables profesionales se estudiaron
tras controlar el consumo de alcohol y drogas.
Una de las diferencias más importantes existentes entre los
trabajadores manuales y administrativos se da en los tipos de
demanda psicológica y estrés psicosocial que experimentan cada
uno. Así lo demuestran los hallazgos de Muntaner y cols. (1993),
quienes encontraron una asociación entre la complejidad cognitiva
del entorno y las formas psicóticas de enfermedad mental.
Los últimos empleos a tiempo completo de los pacientes esquizofrénicos
se caracterizaban por la escasa complejidad de sus relaciones
con las personas, la información y los objetos (p. ej.,
celadores, personal de limpieza, jardineros, vigilantes). Algunos
investigadores han estudiado algunas de las consecuencias del
primer episodio psicótico con respecto al empleo, el rendimiento
laboral y la capacidad de trabajo (Jorgensen 1987; Massel y cols.
1990; Beiser y cols. 1994). Por ejemplo, Beiser y cols. examinaron
el funcionamiento profesional después de un primer
episodio de psicosis y encontraron que, 18 meses después del
mismo, la “psicosis [había] comprometido el funcionamiento
profesional”. En otras palabras, el deterioro posmorboso era
mayor en los trabajadores esquizofrénicos que en los que padecían
trastornos afectivos. De igual modo, Massel y cols. (1990)
encontraron que
...