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Cómo perdonar a los demás de todo corazón


Enviado por   •  18 de Junio de 2014  •  457 Palabras (2 Páginas)  •  298 Visitas

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Capítulo 9: Cómo perdonar a los

demás de todo corazón

"Capítulo 9: Cómo perdonar a los demás de todo corazón," Enseñanzas de los

Presidentes de la Iglesia: Spencer W. Kimball, (2006)

De la vida de Spencer W. Kimball

Cuando el presidente Spencer W. Kimball enseñaba la forma de lograr el perdón, también

recalcaba el principio esencial de perdonar a los demás. Al rogar a toda la gente que luchara por

desarrollar un espíritu de perdón, contaba la siguiente experiencia:

“Estaba luchando con un problema de la comunidad… en un pequeño barrio… donde dos

hombres prominentes, ambos líderes, se hallaban trabados en una larga e implacable discordia.

Cierta desavenencia entre ellos los había alejado el uno del otro, llenos de enemistad. Al pasar los

días, las semanas y los meses, la brecha se hizo más grande. Las familias de ambas partes

contendientes empezaron a intervenir en el asunto, y por último, casi todos los miembros del

barrio se vieron involucrados. Cundieron los rumores, se propagaron las diferencias y los chismes

se convirtieron en lenguas de fuego, hasta que por fin la pequeña comunidad se vio dividida por

un profundo abismo. Se me designó para que allanara la dificultad… Llegué a la comunidad

frustrada como a las seis de la tarde del domingo e inmediatamente entré en sesión con los

principales contendientes.

“¡Cómo batallamos! ¡Cómo supliqué, y amonesté, y rogué e insté! Nada parecía persuadirlos. Cada

uno de los antagonistas estaba tan seguro de que tenía razón y de que estaba justificado, que era

imposible cambiarlo.

“Corrían las horas; ya hacía mucho que había pasado la medianoche y parecía que la

desesperación envolvía el lugar; el ambiente de mal genio y de mordacidad prevalecía. La terca

resistencia se negaba a ceder. ¡Entonces sucedió! Nuevamente abrí al azar mi libro de Doctrina y

Convenios y allí estaba ante mí. Lo había leído muchas veces en años pasados y en tales ocasiones

no había tenido ningún significado especial. Sin embargo, esa noche era la respuesta exacta; era

una solicitud, un ruego y una amenaza, y parecía venir directamente del Señor. Leí [en la sección

64] desde el séptimo versículo en adelante, pero los participantes pendencieros no cedieron ni un

ápice, sino hasta que llegué al noveno versículo. Entonces los vi estremecerse, sorprendidos y

preguntándose: ¿Era correcto? El Señor estaba diciéndonos —a todos nosotros—: ‘Por tanto, os

digo que debéis perdonaros los unos a los otros’.

“Se trataba de una obligación. Habían escuchado eso antes. Lo habían dicho al repetir la oración

del Señor. Pero ahora: ‘…pues el que no perdona las

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