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Mi cuerpo, mi vida


Enviado por   •  2 de Mayo de 2014  •  Exámen  •  2.246 Palabras (9 Páginas)  •  259 Visitas

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B. Tema: “Mi cuerpo, mii vida”.

C. El texto-tema para este mensaje es Mateo 16:24-27. Para comenzar, leo solo el Versículo 24. “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame.”

II. “Niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame.”

A. A estos planteamientos tan exigentes e imperiosos de Jesucristo el joven típico, el adulto joven promedio y la persona de mediana edad en plena carrera, en pleno desarrollo de su potencial y poderes, suele responder: “¿YO? ¿Negarme yo? ¡YO no quiero negarme a mí mismo! Negarme a mí mismo es contra la naturaleza, los instintos, el sentido común. La vida es para vivirla a plenitud. Llenarla. Aprovecharla. Aun explotarla. Disfrutarla al máximo. ¡Tampoco me interesa tomar cruz alguna! Cargarme de pesados deberes amargos. Echarme al hombre alguna cruz de tristeza, dolor, sufrimiento, ignominia. Y quiero hacer mi propia voluntad, no la de otros”.

B. No solo se lo dicen, tácitamente, a Jesucristo, sino también a padres y otras figuras de autoridad. A quienquiera que intente aconsejarlos o presionarlos les escuchamos replicar:

-“La vida que hay en mí es mía. Derecho tengo de vivirla como me plazca, sin dar cuenta a terceras.”

-“Es mi vida, y este cuerpo es mío. Hará lo que yo quisiera con mi vida, mi cuerpo, mi tiempo, mi dinero, mis cosas.”

-“Yo soy señor y dueño de mi vida. No admito que nadie me domine, me mande, me diga lo que debiera hacer o no hacer.”

-“No te metas en mi vida, particularmente en mi vida personal. Soy como quiero ser. Hago lo que quisiera hacer. Si no te agrado, pues ¡lárgate!”

C. ¿Quién se atreve a contradecir a la persona que se expresa más o menos de esta manera, ya sea con palabras más finas, ya con agresividad altanera o tosquedad barata? ¿No es verdad que la vida de cada uno le pertenece por derecho innato? “La vida que hay en mí es mía, y este cuerpo es mío. ¿Con qué lógica o razón pedir que los niegue; que los someta a voluntad ajena?” Sin embargo, esta filosofía de la vida, por razonable que suene, está fundada en ciertas falacias bastante evidentes para el que reflexiona siquiera un poco sobre el origen y el fin de nuestra vida material o carnal. Por ejemplo:

1. ¿Acaso pidiera usted ser engendrado?

a) En cuanto a mi persona o ser, yo no tenía nada que ver, en absoluto, con mi concepción. Mis padres contrajeron matrimonio, tuvieran relaciones íntimas y me engendraron. Si me engendraran voluntariamente, involuntariamente o contra su voluntad es asunto que no viene al caso, pues desde la creación de la primera pareja humana existe una ley inviolable de procreación, la que resulta en la concepción de una nueva vida humana, independientemente de las voluntades del hombre y la mujer cuyas células procreadoras se unen. Independientemente de sus propósitos al juntarse sexualmente. Independientemente de aspectos morales y sociales de su relación.

b) Sucede, pues, que la vida física que tengo no la concebí, no me la inventé, no es de mi creación, no me la di en ningún momento.

2. ¿Acaso programara usted su propio nacimiento?

a) Yo no pedí nacer. No planifiqué mi nacimiento. Abrumados por terribles problemas o sufrimientos, algunos seres humanos exclaman: “¡Ojala yo no hubiese nacido!” Aquel renombrado Job de la antigüedad lamentó: “Perezca el día en que yo nací, Y la noche en que se dijo: Varón es concebido” (Job 3:3). Pero, ni él, ni este servidor, ni ningún ser humano que nace cuenta con la voluntad o el poder propio para impedir su propio nacimiento. Otros pueden impedirlo, pero no la criatura en la matriz de su madre. Llegado a término del embarazo, por ley inviolable de la naturaleza creada por Dios, ¡la criatura nace! Sale a la luz del mundo.

b) Así que, nací, pero no por voluntad propia.

3. Dados estos hechos, ha de ser del todo evidente, axiomático, incuestionable, que usted, yo y todo ser humano existimos, teniendo, cada uno, cuerpo y vida, pero no por voluntad propia.

a) Siendo así nuestra condición humana, ¿con qué justificación reclamar soberanía absoluta sobre “mi vida y mi cuerpo”, como si cada uno hubiese creado su propio cuerpo, infundiéndolo vida?

b) “La vida que hay en mí es mía. Derecho tengo de vivirla como me plazca.” Pero, quien pronuncia tales palabras no originó la vida que reclama como suya, y por lo tanto, está en tela de juicio su aseveración “ derecho tengo de vivirla como me plazca, sin dar cuenta a terceras”.

4. Lógicamente, la vida que tengo pertenece al Ser inteligentísimo y poderosísimo que la concibió y la hizo realidad, a menos que me la diera incondicionalmente. Referido Ser se revela como Jehová Dios, el Creador, el Todopoderoso, y me hace entender mediante abundantes revelaciones que no me ha dado esta vida incondicionalmente. Más bien, me la presta por tiempo determinado. Me presta este cuerpo físico. Me presta el tiempo que dura mi vida en este planeta Tierra. Me presta poderes y talentos. Me dota de facultades tales como el libre albedrío y la conciencia

a) Quien “presta” tiene derecho de “cobrar”, y este Ser Supremo asegura que cobrará, como en la parábola de Cristo sobre los cinco talentos, los dos y el solitario talento cuyo dueño lo enterró (Mateo 25:14-30).

b) Este Ser Supremo, “Padre de los espíritus” (Hebreos 12:9) y fuente de la vida misma, de toda vida, me ha hecho administrador de todo lo que me ha prestado, y como es de esperarse, me pedirá cuenta. ¡No puedo evitar que pida cuenta! Es su prerrogativa absoluta, y tiene poder para obligar al cumplimiento. Él pondrá fin a mi vida en la tierra, llamándome a dar cuenta.

-Fíjese: si este cuerpo físico, con su vida carnal, fuera mío de verdad, si yo tuviera plena potestad sobre él, ¡no permitiría que se envejeciera y muriera! “Es mi cuerpo, y lo usaré conforme a mi voluntad, aun a mi antojo o capricho.” Sí, amigo, amiga, hasta que su verdadero Dueño disponga lo contrario, y entonces usted entregará ese cuerpo a la Muerte, y saliendo de él como espíritu desnudo (2 Corintios 5:1-10), se comparecerá ante el tribunal de Cristo, donde, quererlo o no, dará cuenta de sí.

III. “Derecho tengo de vivir mi vida como me plazca.” De acuerdo. Pero, no un “derecho innato e incondicional”, sino el “derecho condicional concedido por el verdadero Fuente y Dueño de la vida misma” en todas sus formas y manifestaciones. El Creador no solo da a todo ser humano vida, cuerpo físico y tiempo sino también le concede libre albedrío, es decir, “potestad de obrar por reflexión y elección”. Le otorga la facultad de voluntad. “ Voluntad.

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