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Mujer De Fe Y Pobre De Dios


Enviado por   •  6 de Febrero de 2014  •  3.287 Palabras (14 Páginas)  •  390 Visitas

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Mujer de Fe y Pobre de Dios

El concilio dice que María avanzó en la peregrinación de la fe. María fue pues, también ella peregrina, caminante, que recorrió los caminos de la vida con las típicas características de toda peregrinación: oscuridad, confusión, perplejidad, miedos, fatigas, sorpresas… y sobre todo muchos interrogantes: ¿cómo se enteró Herodes del nacimiento de este niño? ¿Por qué intenta aniquilarlo? ¿Hasta cuándo tendremos que estar en Egipto? ¿Hasta que se te diga otra cosa? Este niño perdido en el templo ¿lo encontraremos alguna vez? Y este desastre del calvario, horror de horrores, Dios mío, ¿qué significa esto? No veo nada. ¿Dónde está Dios?...

Interrogantes, interrogantes… ¿qué hará la Madre ante este terrible silencio? ¿Espantarse? No. ¿Desesperarse? No.

En tres oportunidades presentan los evangelistas a la Madre meditando en su corazón, confrontando las palabras antiguas con los hechos recientes y dolientes y buscando el rostro de Dios entre silencios, penumbras y oscuridades.

Ahora bien, el que busca, camina, y la Madre fue caminante porque buscaba… Y buscaba porque no sabía todo. Si la Madre hubiese estado en conocimiento de cuanto nosotros sabemos no habría necesitado buscar. Buscaba porque no se le dieron hechas las cosas. Ella misma tenía que guardar cuidadosamente los acontecimientos y las palabras, y luego tenía que meditarlas diligentemente en su corazón, dándole vueltas en su mente. Hizo pues, el camino de la vida como nosotros, buscando los designios de Dios entre confusas contrariedades de la vida. Ahora, el que busca, camina; por consiguiente, ¿no es cierto que la Madre desde pequeñita supiera por revelaciones infusas todo cuanto nosotros sabemos acerca de la historia de la salvación o acerca de la naturaleza trascendente del hijo de sus entrañas? Mucha gente no siente simpatía por una mujer aureolada, mágica, tan distante de nuestra pobre condición humana. La colocan tan lejos, allá en el azul del firmamento, coronada de estrellas, la luna debajo sus pies, rodeada de ángeles y arcángeles, misiones y revelaciones, revestida de una mágica mitología, como si se tratara de una semidiosa…

Tenemos que decir desde un primer momento que la Madre no fue nada de eso. Fue una mujer humilde de un pueblo subdesarrollado, madre de un obrero y esposa de un obrero. Mujer que para comer un pedazo de pan necesita tener dos piedras para batirlas una contra la otra y así moler rudimentariamente aquel trigo; luego tiene que tomar un cántaro sobre su cabeza, ir a la fuente de Nazaret, traer el agua para amasar aquella harina y luego tiene que subir a los cerros ella solita y con sus manos cortar ramas y arbustos y cargar todo eso a hombros, acarrearlos a la casa mientras se preocupa de cuidar unos cabritos, dar de comer a unas gallinas. Eso fue la vida de la Madre, nada de princesa de manos delicadas y finas, no va por ahí la grandeza de la Madre. Nunca fue una soberana, fue una servidora de Dios y de sus hermanos. Nunca fue una semidiosa, fue una mujer de fe y una pobre de Dios. Nunca fue una meta deslumbrante a la cual se dirigen las miradas de la humanidad. Fue un camino silencioso que silenciosamente va conduciendo a las personas hacia el espíritu de las bienaventuranzas. Nunca fue la todopoderosa, fue una intercesora y por cierto, bien humilde y moderada como la vemos en las bodas de Caná.

Aquel día, el anciano Simeón, movido por el Espíritu Santo, se aproximó a la Madre le arrebató de sus brazos al bebé y mirando al pueblo dice: "Adoradores de Yahvé, peregrinos de Israel: aquí está el esperado de Israel. Puedo morir en paz porque las expectativas de mi corazón se han cumplido. He aquí la luz que iluminará por encima de todos los imperios. Bandera de contradicción. En torno de esta criatura habrá muerte y vida, destrucción y restauración; y tú, mujer, prepárate, porque también para Ti existe una espada…"

Palabras misteriosas… ¿Cuál fue la reacción de la Madre? La Madre quedó admirada – dice el Evangelio-. Estaba admirada, señal de que algo importante ignoraba de aquel hijo de sus entrañas porque la admiración es una reacción de sorpresa ante algo imprevisto, desconocido o ignorado; señal evidente de que la Madre no sabía todo lo que nosotros sabemos acerca de aquel hijo de sus entrañas. No se le dieron hechas las cosas. Ella tuvo que guardar cuidadosamente en su corazón los hechos y las cosas, ponderarlas, meditarlas y así buscar los designios del Señor igualmente que nosotros porque el que busca, camina en la fe.

En otra oportunidad el evangelista dice que la Madre no entendió nada. En la caravana de los hombres no estaba el niño, en la caravana de las mujeres no estaba el niño, lo habían perdido. Imagínense la situación de una madre (¡y qué madre!) que pierde un hijo (¡y qué hijo!) Lo primero que se le clava en el corazón a una madre en estas circunstancias es la espada de la incertidumbre. ¿Estará vivo? ¿Lo habrán secuestrado? ¿Lo encontraremos alguna vez? ¿Qué ha pasado? La Madre tomó la primera caravana y regresó a Jerusalén y anduvo buscándolo angustiosamente durante tres días. ¿Creen ustedes que la Madre se alimentó convenientemente durante esos días? ¿Creen ustedes que descansó suficientemente en esas noches? ¿Creen ustedes que desapareció de su alma aquella espada de la incertidumbre? Ahí tienen a la Madre, perdida entre las multitudes, entre las caravanas que entran y salen del templo... mirando ansiosamente por aquí y por allí, recorriendo todos los rincones, todos los atrios del Templo, preguntando a los sacerdotes… y nada. Luego se lanza a las calles repletas de gentes, recorre las plazas, camina dentro de las murallas, fuera de las murallas… y nada. Vuelve al Templo, mira, pregunta una y otra vez, recorre los mismos lugares innumerables veces preguntando ansiosamente y todo inútil. Pasaron tantas horas… Pasó el día y cayó la noche… Ya se pueden imaginar la noche que cayó sobre el alma de la Madre. ¿Creen ustedes que la Madre descansó suficientemente en esa noche? ¿Quién de ustedes puede decirme el grado de angustia e incertidumbre que marcaba el termómetro de la Madre? Y Dios, como de costumbre, en silencio, y la Madre, como de costumbre abandonada a su condición normal, peregrina dolorosa, la que busca y no encuentra, metida en la encrucijada de una densa y terrible oscuridad, como si las cosas sucedieran por azar, como si todo sucediera por la fatalidad ciega de la historia, como si detrás de los hechos no hubiese una mano providente, una mente rectora. La noche oscura de la fe. Igual que nuestra vida: todo marchaba normal, cuando de repente cae una cadena de tribulaciones, traiciones de personas que nunca hubiésemos imaginado, incomprensiones

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