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No Hay Palabra De Dios Sin Palabra Humana


Enviado por   •  26 de Noviembre de 2013  •  4.676 Palabras (19 Páginas)  •  479 Visitas

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JACOB KREMER

NO HAY PALABRA DE DIOS SIN PALABRA

HUMANA

Si para todas las Iglesias cristianas la Biblia es Palabra de Dios, ¿cómo es posible que

se lea tan poco? Esta es la pregunta que se plantea, de entrada, el autor del presente

artículo. Meterse en la piel del cristiano de hoy que, al ajetreo estresante de la vida

moderna, junta una manera de ver y de expresar las cosas que dista años luz de la

mentalidad y del mundo de la Biblia, es lo que permite al experimentado exegeta y

agudo pensador que es Jacob Kremer rastrear los motivos de su malestar y apuntar la

ruta por la que ese creyente, vergonzantemente nostálgico, sin dejar de ser lo que es,

pueda reencontrarse con la Palabra viva de Dios.

Kein Wort Gottes ohne Menschen Wort. Uberlegungen zur «Jahr mit der Bibel 1992»,

Stimmen der Zeit 210 (1992) 75-90

"Sólo uno de cada cinco protestantes lee la Biblia y entre los miembros más adictos de

la comunidad sólo un 40% tiene con ella un contacto periódico o constante". Este es el

resultado de una encuesta publicada el 16.10.91, que no mejoraría, si los encuestados

fuesen católicos. Esto da que pensar. Porque todas las Iglesias proclaman la Escritura

como Palabra de Dios y recomiendan su lectura. ¿A qué atribuir una situación tan poco

halagüeña? Ciertamente que está de por medio el fenómeno de la secularización. Pero lo

que realmente cuenta es el hecho de que, al hombre del siglo XX, el lenguaje de la

Biblia se le antoja un galimatías. Cierto que los biblistas se esfuerzan por aclararlo, a fin

de que el lector actual no lo malinterprete ni le achaque a la Biblia expresiones que

contradicen nuestros conocimientos o la sensibilidad ética actual. Y con todo, existen en

todas las confesiones círculos que se cierran a cal y canto a los intentos de la exégesis.

A los exegetas, algunos les reprochan que no consideran la Biblia Palabra de Dios. Más

en serio habría que tomar otro reproche: los exegetas habrían convertido la Biblia en un

libro para especialistas. Y, con sus interpretaciones, a menudo contradictorias,

inducirían a un escepticismo general respecto a la Biblia. "¿Quién sabe ya qué quieren

decir los textos y para qué sirven hoy?"

Hoy en día, a muchos les resulta difícil considerar la Biblia como Palabra de Dios.

Otros lanzan reproches contra la ciencia bíblica. A unos y a otros se dirigen las

siguientes reflexiones que, a riesgo de repetir algunas cosas sabidas, se proponen

exponer algunos principios fundamentales para el lector actual de la Biblia.

¿Qué significa hoy "Palabra de Dios"?

1. Los cristianos compartimos con los judíos y los musulmanes la convicción de que

Dios ha hablado a los hombres. Abrahán, Moisés y los profetas así lo afirmaron. Estos

últimos reafirmaron que ellos, a diferencia de los falsos profetas, no anunciaban sus

propias palabras, sino la Palabra de Dios (Jr 23,16). El punto álgido de la

autocomunicación de Dios es, según el NT, Jesucristo (Hb 1,1). El no sólo cuenta la

Palabra de Dios. El cuenta ya como Palabra que Dios ha dicho de una vez para siempre

(Jn 1,1).

JACOB KREMER

¿Podemos -hombres del siglo XX- aceptar esas afirmaciones? Nosotros conocemos

mejor que otras generaciones la mente humana. Y la ciencia de las religiones nos pone

en un cara a cara con otras religiones que reivindican la autocomunicación de Dios. Por

esto, por poco abiertos que seamos, nos hemos de formular las siguientes preguntas:

¿Realmente se nos ha comunicado Dios? ¿Lo que llamamos palabras suyas no serán

proyecciones nuestras? ¿No responderá la concepción bíblica de Dios a una imagen

mítica del mundo ya superada, como lo es el esquema cielos-tierra- infiernos?

2. Para responder a estas preguntas, resulta fundamental reflexionar primero sobre tres

presupuestos implicados en la afirmación "Dios habla" correspondiente al modelo

profético.

Primero: dicha afirmación presupone que somos capaces de y -en sentido bíblicodispuestos

a oír a Dios. Esto implica que reconocemos los límites de nuestros

conocimientos y que no pensamos que ya lo sabemos todo. Ni la ciencia natural ni la

psicología profunda justificaría una tal manera de pensar. Ya Freud afirmaba respecto al

inconsciente: de él conocemos tanto como la punta de un iceberg. A este respecto,

recordemos que un gran pensador como Karl Rahner definió al hombre como Hörer des

Wortes (oidor de la palabra), como el ser que ha de estar a la escucha para responder a

las preguntas fundamentales de su existencia.

Segundo: hemos de reflexionar en serio sobre los pensamientos que nos legaron los

grandes teólogos. Dios se nos revela en la Biblia como capaz de comunicarse, como lo

es toda persona humana. Él no lo es menos. Sino que supera cualquier capacidad

humana. Es el Deus semper maior (Dios es siempre más) de Erich Przywara,

empalmando con S. Agustín. Por esto, en definitiva, sólo podemos hablar de él con

aquella docta ignorantia de Nicolás de Cusa. Y hemos de estar corrigiendo

continuamente nuestras afirmaciones sobre él para no caer en una comprensión

mitificadora. La afirmación "Dios ha hablado" no puede entenderse simplemente, como

en los mitos, de la forma como los hombres hablan entre sí, sino únicamente en un

sentido análogo.

Cuando los hombres se experimentan interpelados por Dios, no pueden dejar de

percibirlo de una forma que se ajuste a su propia capacidad de comunicación. Por

consiguiente, las palabras que los profetas anuncian como "Palabra de Dios" no hay que

entenderlas en el sentido corriente como si Dios fuese dictando palabra por palabra. La

formulación es siempre humana. No existe, pues, Palabra de Dios, como quien dice,

"químicamente pura". No hay Palabra de Dios sin palabra humana. Incluso Jesucristo,

como Palabra encarnada de Dios, está sometido a las leyes y a las limitaciones del

lenguaje humano.

Tercero: Por razón de la trascendencia, el que Dios sea el autor originario de un

mensaje profético o apostólico nunca podrá demostrarse con los argumentos propios de

las ciencias naturales. No hay más prueba que la del receptor de la palabra. Su

credibilidad se basa en el contenido de todo lo que la palabra exprese en nombre de

...

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