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Oración De Sanación


Enviado por   •  27 de Mayo de 2012  •  46.285 Palabras (186 Páginas)  •  345 Visitas

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Preparación Antes de la

Meditación

Oh Señor mío Jesucristo, postrada ante tu divina presencia, suplico a tu amorosísimo corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las veinticuatro horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en tu cuerpo adorable como en tu alma santísima, hasta la muerte de cruz. Ah, dame tu ayuda, gracia, amor, profunda compasión y entendimiento de tus padecimientos mientras medito ahora la hora… Y por las que no puedo meditar te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante todas las horas en que estoy obligada a dedicarme a mis deberes, o a dormir. Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si en efecto hiciera santamente todo lo que deseo practicar.

Ofrecimiento Después de Cada Hora

Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta hora de tu Pasión para hacerte compañía, y yo he venido. Me parecía oírte angustiado y doliente que oras, reparas y sufres, y con las palabras más conmovedoras y elocuentes suplicas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo; ahora, debiéndote dejar por mis acostumbradas ocupaciones, siento el deber de decirte “gracias” y un “te bendigo”. Sí, oh Jesús, gracias te repito mil y mil veces y te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos; gracias y te bendigo por cada gota de sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra, mirada, amargura, ofensa que has soportado. En todo, oh mi Jesús, quiero ponerte un “gracias” y un “te bendigo.” Ah mi Jesús, haz que todo mi ser te envíe un flujo continuo de agradecimientos y bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo de tus gracias y bendiciones. Ah Jesús, estréchame a tu corazón y con tus santísimas manos márcame todas las partículas de mi ser con tu “te bendigo”, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa que un himno continuo de agradecimiento hacia Ti. Nuestros latidos se tocarán continuamente, de manera que me darás vida, amor, y una estrecha e inseparable unión contigo. Ah, te ruego mi dulce Jesús, que si ves que alguna vez estoy por dejarte, tu latido se acelere más fuerte en el mío, tus manos me estrechen más fuerte a tu corazón, tus ojos me miren y me lancen saetas de fuego, a fin de que sintiéndote, rápidamente me deje atraer a la unión contigo.

Ah mi Jesús, manténte en guardia para que no me aleje de Ti, y te suplico que estés siempre junto a mí y que me des tus santísimas manos para hacer junto conmigo lo que me conviene hacer. Mi Jesús, ah, dame el beso del Divino Amor, abrázame y bendíceme; yo te beso en tu dulcísimo corazón y me quedo en Ti.

PRIMERA HORA

De las 5 a las 6 de la tarde

Jesús se despide de su Madre Santísima

Gracias te doy, oh Jesús, por llamarme a la unión contigo por medio de la oración, y tomando tus pensamientos, tu lengua, tu corazón y fundiéndome toda en tu Voluntad y en tu amor, extiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza sobre tu corazón empiezo:

Oh Celestial Mamá, la hora de la separación se acerca y yo vengo a Ti. ¡Oh Madre, dame tu amor y tus reparaciones, dame tu dolor, porque junto contigo quiero seguir paso a paso al adorado Jesús!

Y he aquí que Jesús viene y Tú con el alma rebosante de amor corres a su encuentro, pero al verlo tan pálido y triste el corazón se te oprime por el dolor, las fuerzas te abandonan y estás a punto de desfallecer a sus pies. Oh dulce Mamá mía, ¿sabes por qué ha venido a Ti el adorable Jesús? ¡Ah! Él ha venido para darte el último adiós, para decirte la última palabra, para recibir el último abrazo.

Oh Mamá, a Ti me estrecho con toda la ternura de la cual es capaz este mi pobre corazón, a fin de que estrechado y unido a Ti, también yo pueda recibir los abrazos del adorado Jesús. ¿Me desdeñarás acaso Tú? ¿No es más bien un consuelo para tu corazón tener un alma a tu lado y que comparta contigo las penas, los afectos, las reparaciones?

Oh Jesús, en esta hora tan desgarradora para tu ternísimo corazón, qué lección nos das de filial y amorosa obediencia hacia tu Mamá. ¡Qué dulce armonía hay entre Tú y María, qué suave encanto de amor que sube hasta el trono del Eterno y se extiende para salvación de todas las criaturas de la tierra!

Oh Celestial Mamá mía, ¿sabes qué quiere de Ti el adorado Jesús? No quiere otra cosa que tu última bendición. Es verdad que de todas las partes de tu ser no salen sino bendiciones y alabanzas a tu Creador, pero Jesús al despedirse de Ti quiere oír las dulces palabras: “Te bendigo oh Hijo.” Y este te bendigo aleja todas las blasfemias de sus oídos, y dulce y suave desciende a su corazón; y casi como para poner una defensa a todas las ofensas de las criaturas, Jesús quiere tu “te bendigo.”

Yo me uno a Ti, oh dulce Mamá, sobre las alas del viento quiero girar por el Cielo para pedir al Padre, al Espíritu Santo, a todos los ángeles, un “te bendigo” para Jesús, a fin de que yendo a Él le pueda llevar sus bendiciones. Y aquí en la tierra quiero ir a todas las criaturas y pedir de cada labio, de cada latido, de cada paso, de cada respiro, de cada mirada, de cada pensamiento, bendiciones y alabanzas a Jesús, y si ninguno me las quiere dar, yo quiero darlas por ellos.

Oh dulce Mamá, después de haber girado y vuelto a girar para pedir a la Trinidad Sacrosanta, a los ángeles, a todas las criaturas, a la luz del sol, al perfume de las flores, a las olas del mar, a cada soplo de viento, a cada llama de fuego, a cada hoja que se mueve, al centellear de las estrellas, a cada movimiento de la naturaleza un “te bendigo”, vengo a Ti y uno mis bendiciones a las tuyas.

Dulce Mamá mía, veo que recibes consuelo y alivio por esto, y ofreces a Jesús todas mis bendiciones en reparación de las blasfemias y maldiciones que Él recibe de las criaturas. Pero mientras te ofrezco todo, oigo tu voz temblorosa que dice: “Hijo, bendíceme también a Mí.”

Oh dulce amor mío, Jesús, bendíceme también a mí junto con tu Mamá, bendice mis pensamientos, mi corazón, mis manos, mis obras, mis pasos, y junto con tu Mamá bendice a todas las criaturas.

Oh Madre mía, al mirar el rostro del adolorido Jesús, pálido, triste, desgarrador, se despierta en Ti el recuerdo de los dolores que dentro de poco Él deberá sufrir. Adivinas su rostro cubierto de salivazos y lo bendices, la cabeza traspasada por las espinas, los ojos vendados, el cuerpo desgarrado por los azotes, las manos y los pies traspasados por los clavos, y adonde quiera que Él está a punto de ir, Tú lo sigues con tus bendiciones, y junto

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