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Sermón Sobre Mateo 28 De Juan Calvino


Enviado por   •  4 de Diciembre de 2013  •  5.220 Palabras (21 Páginas)  •  272 Visitas

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LA RESURRECCION DE JESUCRISTO

Pronunciado el día de Pascua, en la cual se celebra la Santa Cena de nuestro Señor

Por Juan Calvino

"Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro. Y hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella. Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve. Y de miedo de él los guardas temblaron y se quedaron como muertos. Mas el ángel respondiendo, dijo a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor. E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos, y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis. He aquí, os lo he dicho.

Entonces ellas, saliendo del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos. Y mientras iban a dar las nuevas a los discípulos, he aquí, Jesús les salió al encuentro diciendo: ¡Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron. Entonces Jesús les dijo: No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán"

Mateo 28:1 10.

primera vista a uno le puede parecer extraño que nuestro Señor Jesús, queriendo dar evidencias de su resurrección, apareció más bien a mujeres que a sus discípulos. Pero en esto tenemos que considerar que él quería demostrar la humildad de nuestra fe. Porque no tenemos que estar basados en la sabiduría humana, sino que tenemos que recibir en absoluta obediencia lo que sabemos, reconociendo que procede de él. Por otra parte, no hay duda de que quiso castigar a sus discípulos, enviándoles mujeres para instruirlos, ya que la instrucción que ellos habían recibido de sus propios labios, llegado el momento de la prueba no les había aprovechado. Porque, vean cómo fueron dispersados. Abandonan a su Maestro; están turbados por el temor. ¿Y qué bien les hizo el haber estado más de tres años en la escuela del Hijo de Dios? Entonces, semejante cobardía merecía un gran castigo, incluso el de ser totalmente privados del conocimiento que habían recibido anteriormente, ya que, por así decirlo, lo habían pisoteado con sus pies y sepultado. Ahora, nuestro Señor Jesús no quiso castigarlos severamente, sino que, para mostrarles su falta mediante una gentil corrección, designó a unas mujeres para que fuesen sus maestros. De antemano habían sido acogidos para publicar el evangelio a todo el mundo (realmente son los primeros maestros de la Iglesia), pero puesto que fueron tan cobardes, al extremo de estar tan atónitos que incluso su fe resultó aplacada, ahora es totalmente correcto que sepan que no son dignos de oír ninguna enseñanza de la boca de nuestro Señor Jesucristo. Noten entonces, por qué son enviados de vuelta a las mujeres, hasta tanto hayan reconocido mejor sus faltas, y Jesucristo los haya restaurado a su posición y privilegio, pero por gracia. Además (como he dicho), en general todos nosotros somos exhortados a recibir el testimonio que nos es enviado por Dios, aun cuando las personas que hablan sean de poca importancia, o carentes de crédito o reputación en los ojos del mundo. Como de hecho ocurre cuando un hombre es elegido o nombrado para ser un notario público, o un empleado público, lo que haga será recibido como auténtico. Nadie diría esto o aquello para contradecirle. Porque el oficio le otorga respeto entre los hombres. Y, acaso tendrá Dios menos preeminencia que los príncipes terrenales cuando solamente ordena a los que él quiere como testigos suyos, de quienes uno recibe, sin contradicción o réplica lo que él quiere decir? Ciertamente, es preciso que sea así a menos que queramos ser rebeldes contra Dios mismo. Esto, entonces, tenemos que recordar en primer lugar.

Además notemos también que si bien nuestro Señor Jesucristo apareció a las mujeres, y éstas recibieron el primer grado de honor, él mismo ofreció suficiente testimonio de su resurrección, de manera que si no cerramos nuestros ojos, ni nos tapamos nuestros oídos y por cierta malicia nos endurecemos y volvemos estúpidos, tenemos una certeza abundante de este artículo de la fe, puesto que también es de gran importancia. Porque cuando San Pablo refuta la incredulidad de aquellos que aun dudaban de que Jesús había sido levantado, no sólo menciona a las mujeres, sino que menciona a Pedro y Santiago, luego a los doce apóstoles, luego a más de quinientos discípulos a quienes apareció nuestro Señor Jesús. Cómo, entonces, podríamos excusar nuestra malicia y rebelión si no damos crédito a más de quinientos testigos que fueron escogidos para ese propósito, no de parte del hombre, sino por la soberana majestad de Dios. Y no fue solamente una vez que nuestro Señor Jesús ley, declaró que vivía, sino muchas veces. De esa manera, lo que dudaron los apóstoles y la incredulidad de ellos, debería servirnos como mayor confirmación. Porque si a la primera aparición hubieran creído en la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, uno podría argumentar diciendo que fue demasiado simple. Pero ellos son tan lentos que Jesucristo tiene que amonestarlos por ser personas testarudas, carentes de fe, con la mente tan pesada y obesa que no entienden nada. Entonces, cuando los apóstoles demuestran estar tan poco preparados para recibir este artículo de fe, ello debería aumentar tanto más nuestra certeza. Porque el hecho de que este artículo les ha sido impuesto como por la fuerza, es buena razón para que nosotros sigamos ahora. Como dice: "Tomás, tú has visto, y por eso has creído, pero bienaventurados aquellos que creen sin haber visto." Entonces, ahora, cuando dice así que nuestro Señor Jesús apareció a dos mujeres, pensemos también en lo que se dice en los otros pasajes de San Pablo, para saber que no tenemos por qué tropezar ante aquellos que hablan para dar crédito a lo que dicen conforme a la importancia o condición de sus personas; en cambio deberíamos elevar nuestros ojos y nuestros sentidos para sujetarnos a Dios, que bien merece tener completa superioridad sobre nosotros, y para ser cautivos bajo la palabra suya. Porque si no nos dejamos enseñar ciertamente nunca obtendremos provecho de la enseñanza del Evangelio. Y si recibimos lo que Dios declara y nos testifica, no debemos considerarlo como una necedad. Porque cuando por la obediencia hayamos aprendido a aprovechar en su escuela y en la fe, entonces sabremos que la perfección de toda sabiduría es que seamos así, obedientes a él.

Vengamos ahora a esta historia que aquí se nos narra. Dice que "María

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