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El Hombre Muerto


Enviado por   •  19 de Marzo de 2013  •  Ensayos  •  1.435 Palabras (6 Páginas)  •  496 Visitas

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El Hombre Muerto

Horacio Quiroga

El hombre y su machete acababan de limpiar la quinta calle del bananal.

Faltábanles aún dos calles; pero como en éstas abundaban las chircas y malvas

silvestres, la tarea que tenían por delante era muypoca cosa. El hombre echó, en

consecuencia, una mirada satisfecha a los arbustos rozados y cruzó el alambrado

para tenderse un rato en la gramilla.

Mas al bajar el alambre de púa y pasar el cuerpo, su pie izquierdo resbaló sobre un

trozo de corteza desprendida del poste, a tiempo que el machete se le escapaba de

la mano. Mientras caía, el hombre tuvo la impresiónsumamente lejana de no ver el

machete de plano en el suelo.

Ya estaba tendido en la gramilla, acostado sobre ellado derecho, tal como él

quería. La boca, que acababa de abrírsele en toda su extensión, acababa también de

cerrarse. Estaba como hubiera deseado estar, las rodillas dobladas y la mano

izquierda sobre el pecho. Sólo que tras el antebrazo, e inmediatamente por debajo

del cinto, surgían de su camisa el puño y la mitad de la hoja del machete, pero el

resto no se veía.

El hombre intentó mover la cabeza en vano. Echó unamirada de reojo a la

empuñadura del machete, húmeda aún del sudor de su mano. Apreció mentalmente

la extensión y la trayectoria del machete dentro desu vientre, y adquirió fría,

matemática e inexorable, la seguridad de que acababa de llegar al término de su

existencia.

La muerte. En el transcurso de la vida se piensa muchas veces en que un día, tras

años, meses, semanas y días preparatorios, llegaremos a nuestro turno al umbral de

la muerte. Es la ley fatal, aceptada y prevista; tanto, que solemos dejarnos llevar

placenteramente por la imaginación a ese momento, supremo entre todos, en que

lanzamos el último suspiro.

Pero entre el instante actual y esa postrera expiración, ¡qué de sueños, trastornos,

esperanzas y dramas presumimos en nuestra vida! ¡Qué nos reserva aún esta

existencia llena de vigor, antes de su eliminación del escenario humano!

Es éste el consuelo, el placer y la razón de nuestras divagaciones mortuorias: ¡Tan

lejos está la muerte, y tan imprevisto lo que debemos vivir aún!

¿Aún...? No han pasado dos segundos: el sol está exactamente a la misma altura;

las sombras no han avanzado un milímetro. Bruscamente, acaban de resolverse para

el hombre tendido las divagaciones a largo plazo: Se está muriendo.

Muerto. Puede considerarse muerto en su cómoda postura.

Pero el hombre abre los ojos y mira. ¿Qué tiempo hapasado? ¿Qué cataclismo ha

sobrevivido en el mundo? ¿Qué trastorno de la naturaleza trasuda el horrible

acontecimiento?

Va a morir. Fría, fatal e ineludiblemente, va a morir.

El hambre resiste —¡es tan imprevisto ese horror! ypiensa: Es una pesadilla; ¡esto

es! ¿Qué ha cambiado? Nada. Y mira: ¿No es acaso ese bananal? ¿No viene todas

las mañanas a limpiarlo? ¿Quién lo conoce como él? Ve perfectamente el bananal,

muy raleado, y las anchas hojas desnudas al sol. Allí están, muy cerca,

deshilachadas por el viento. Pero ahora no se mueven... Es la calma del mediodía;

pero deben ser las doce.

Por entre los bananos, allá arriba, el hombre ve desde el duro suelo el techo rojo de

su casa. A la izquierda entrevé el monte y la capuera de canelas. No alcanza a ver

más, pero sabe muy bien que a sus espaldas está el camino al puerto nuevo; y que

en la dirección de su cabeza, allá abajo, yace en el fondo del valle el Paraná

dormido como un lago. Todo, todo exactamente como siempre; el sol de fuego, el

aire vibrante y solitario, los bananos inmóviles, el alambrado de postes muy

gruesos y altos que pronto tendrá que cambiar...

¡Muerto! ¿Pero es posible? ¿No es éste uno de los tantos días en que ha salido al

amanecer de su casa con el machete en la mano? ¿No está allí mismo con el

machete en la mano? ¿No está allí mismo, a cuatro metros de él, su caballo, su

malacara, oliendo parsimoniosamente el alambre de púa?

¡Pero sí! Alguien silba. No puede ver, porque está de espaldas al camino; mas

siente resonar en el puentecito

...

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